Maeder es un historiador afortunado. Avecindado en el Chaco, director del Instituto de Geohistoria, pudo documentar e ilustrar la ocupación del territorio en el Nordeste en atlas de calidad sobresaliente. Las misiones guaraníticas le ofrecieron su pasado, fascinante desde que las viejas diatribas fueron desalojadas por la admiración a una transculturación tan respetuosa de la índole aborigen.  

 

Entre el cielo y la tierra -pieza de teatro de un austríaco- ha quedado en mi memoria más que el filme La Misión: cuando el Superior es conminado a la expulsión, sabe que tiene fuerzas disciplinadas que pueden resistir, pero lo asalta una duda: ¿es legítimo construir el Reino de Dios en la tierra? Y cede. 

 

Este libro no pretende reivindicar el proyecto jesuítico entre los guaraníes. Ya no lo necesita. ¿Pone término a la historia de las Misiones? No propiamente, pero sí la hace accesible, la incorpora con creciente interés a la memoria del lector e ilustra todo: los pueblos, las autoridades, las creaciones, los conflictos que reflejan las relaciones entre España y Portugal y el dolor de la expulsión de los jesuitas. 

 

El nuevo orden secularizado fue menos humano y preparó la dispersión. Hay descripciones de una elocuencia que merecerían transcripción: la música que acompañaba a las yuntas de bueyes que arrastraban los grandes árboles para la edificación de los pueblos (p. 50) o la falta de compromiso de las autoridades en la época de la secularización. 

 

Una bibliografía sorprendente no perturba el texto. Es un libro para recordar.

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