El origen de este ensayo es un artículo concebido para un volumen sobre el pensamiento de Carl Schmitt, ampliado luego para la versión presente.
En ésta permanece una parte de la factura original, pero la erudición de los autores, exhibida a través de una importante bibliografía que enriquece el trabajo y da la pauta de la variedad de las perspectivas incorporadas, les permite un remate, por decirlo así, rotundo: La democracia en Schmitt puede ser autoritaria, pero no puede ser liberal. Aunque pueda añadirse, sin traicionar la exploración de los autores ni sus deducciones, que la democracia schmittiana está en los orígenes de la democracia totalitaria según el examen de J.L.Talmon, publicado casi cuarenta años atrás, que Bertín y Corbetta tienen bien presente.
Germán Bidart Campos señala breve y claramente el sentido de la contribución de este trabajo fino y preocupado por la mayor objetividad que los autores se proponen para exponer el pensamiento de uno de los escritores políticos más discutidos de este siglo. Porque el aporte de Carl Schmitt a la teoría política ha sido aceptado incluso por sus críticos más enconados, pero las consecuencias perversas de algunas de sus propuestas han sido reconocidas por varios de sus admiradores que no han querido caer, por eso, en prédica cómplice o en encubrimiento de lo que el autor quiso para la acción.
Los autores se concentran en el estudio de la cuestión de la legitimidad subyacente en El concepto de lo político, texto difícil, pero que ellos eligen porque exhibe las propuestas del modelo político preferido por Schmitt. Y si en el primer capítulo exponen en síntesis apretada la visión polémica que tiene a la relación amigo-enemigo por clave de bóveda del desarrollo posterior que completan en el capítulo tercero, entretanto ubican el escrito en el contexto sociopolítico de la Alemania donde Schmitt elabora y propone sus ideas y privilegia ciertos valores sobre otros. De tal modo que cuando se llega al último capítulo el lector ya sospecha hacia dónde lleva la lógica interior de un pensamiento político afirmado en una legitimidad de tipo carismático como criterio regulador de las relaciones de mando y obediencia de la organización estatal.
Siguiendo el hilo conductor de la representación, el tipo de legitimidad privilegiado y la percepción hobbesiana que domina la concepción de Schmitt, llegan a desentrañar la noción schmittiana de democracia. En ella el pluralismo es un peligro mayor, el liberalismo -político- una ideología corrosiva de la autoridad plena, y la democracia resultante un sistema sostenido en la homogeneidad y eventualmente destructor o eliminador de lo heterogéneo.
De tal manera, el presente ensayo muestra cómo un pensamiento poderoso que vincula las ideas y la acción, no pone sino la violencia y la fuerza en lo específico de lo político sin dejarle lugar para ser concebido como un reconocimiento entre libertades disputadas, tal vez arrancadas, a la violencia misma. Para Schmitt es él o yo; no hay posibilidad de superación de la violencia misma y de la eliminación del otro, distinto y heterogéneo, por la paz como parte de la finalidad de la política y ésta como empresa de construcción de un espacio compartible.
La lógica interior del nacional-socialismo y de regímenes totalitarios se encuentra en esa forma totalizante de pensar lo político. Es el derrotero de un pensador penetrante y profundo, pero sin que la travesía de lo trágico lo haya conducido a meditar sobre el mal.
Y es lo que aparece esclarecido por este libro intenso, aunque no extenso, de teoría política aplicada.