Dar cuenta de una obra de pensamiento básico, con un discurso de múltiples matices, que dialoga con las grandes corrientes de la filosofía contemporánea y requiere un alto nivel de tecnicismos (incluyendo expresiones en lenguaje simbólico), resulta una tarea casi imposible en estas breves líneas.

 

Para el lector medio, que no es profesional de la filosofía, diremos que se trata de un libro de difícil acceso, aunque bien valdría la pena de afrontar su lectura. En particular, debería ser de interés para legisladores, jueces y demás hombres de derecho; su proyección sobre la política, la educación y los derechos humanos no es menos importante.

 

Guariglia parte de una distinción fundamental entre ‘moralidad’ (las costumbres, el comportamiento fáctico de los hombres) y ‘ética’: la búsqueda de un sistema normativo compartido por todos, más allá de limitaciones culturales, étnicas o confesionales. Tanto hoy como en tiempos de Sócrates, la búsqueda de ese marco consensual y de su fundamentación sigue siendo el principal problema de la ética.

 

Para Guariglia, que se enlaza con la tradición kantiana (aunque es capaz de recurrir tanto a la filosofía analítica como a las corrientes heideggerianas) un sistema ético, para ser tal, debe tener una dimensión universal. Esto, que puede parecer obvio, no lo es tanto, si se tienen en cuenta los planteos relativistas que desisten de pensar la unidad de la especie humana y plantean una normativa meramente consensuada, a la manera del derecho positivo.

 

Una empresa tan ambiciosa como esta pudiera parecer condenada a la abstracción, pero Guariglia se encarga de ilustrar sus tesis y sus aporías con problemas de tanta actualidad como la corrupción, la ‘obediencia debida’ o los derechos humanos. Sus planteos apuntan, en definitiva, a elaborar una reflexión al servicio de la democracia, elucidando la esencia de esa forma de convivir que es algo más que una manera de gobernar.

 

La justicia, en todas sus dimensiones, es un tema vertebral de esta obra cuya profundidad y originalidad de pensamiento le aseguran un lugar destacado entre lo mejor de la producción filosófica actual, tanto argentina como internacional.

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