La derecha temía un terremoto. La izquierda esperaba una marea de votos. Los resultados de los comicios regionales y cantonales en Francia no significaron un cataclismo para la primera ni euforia para la segunda sino, más bien que terremotos y cataclismos, deslizamientos de los terrenos políticos.

 

Tres lecciones se desprenden de los resultados, y las tres son inquietantes. La primera, el fuerte abstencionismo (más del 45 %), casi un récord en la historia del régimen político francés. La segunda, la estabilización o progreso parcial del Frente Nacional (FN). La tercera, la presencia de votos “inclasificables” en cuanto están referidos a temas particularistas y que llegaron a reunir el 10% de los sufragios.

 

Respecto de la abstención: cuatro franceses sobre diez no se han desplazado para elegir a sus representantes en el Consejo de la región donde viven. El debate sobre el significado de esa abstención fuerte está abierto. La abstención ha sido diez puntos superior a las elecciones regionales de 1992. Sin embargo no es necesariamente una muestra de incivismo. Los franceses votaron en junio de 1997 y tienen la impresión de que expresaron todo lo que tenían que decir. Para muchos, era muy pronto para confirmar su confianza en los socialistas y su desconfianza de la derecha. Además, no fueron informados con suficiencia sobre qué estaba en juego en elecciones regionales. Si a eso se añade un modo de escrutinio criticado, que todos cuestionan pero nadie cambia, se explica que las regionales sean una advertencia a los políticos, más bien que a la política.

 

El caso del FN preocupa, porque estabiliza su voto y amenaza con fracturar sectores de la derecha, a quienes tienta con su apoyo. El FN es árbitro en varias regiones. Con el 15% de votos está habilitado para influir en muchas colectividades locales. Es aberrante, porque ese 15% pesa más que el 30 o 40% de la derecha o de la izquierda. Ese es uno de los resultados de la modalidad de escrutinio. La extrema derecha -se observa- está finalmente en la misma posición, por ejemplo, que ciertos partidos religiosos de Israel: minoritarios, deciden o gravitan fuertemente en el porvenir de un país.

 

En fin. La usura del poder hizo que la izquierda perdiese algunos votos y ganase regiones. Y la usura de la oposición que la derecha quedara entre las tenazas de la popularidad persistente del gobierno y la salud insolente del Frente Nacional. Mientras tanto la región sigue siendo un misterio para muchos, porque no suscita el sentimiento de pertenencia que se esperaba. Europa inquieta, la región no conmueve. Pero el porvenir de Francia depende en buena medida de ambas.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?