Felicitas Casavalle, que nació en Buenos Aires en 1949, y vive desde hace años en Holanda, ha publicado cuentos, poesías, narraciones breves y, últimamente, este pequeño libro sobre el que ahora queremos llamar la atención de nuestros lectores.

 

Es un texto de capítulos brevísimos; dos de ellos, los más extensos, no exceden las seis páginas. Cada capítulo está dedicado a un artista. Dos, a pintores: Miguel Ángel y van Gogh. Trece, a escritores. La lista es miscelánea, y va desde la oscura fantasía de Gustav Meyrink hasta la terca felicidad de Walt Whitman, desde la poesía simple de Rosalía de Castro hasta la literatura filosófica de María Zambrano, desde el amor martirial de Simone Weil hasta la resignación tranquila y reposada de Emily Dickinson. Otros capítulos están dedicados a Maurice Maeterlinck, F. Kafka, Istrati, Julien Green, el ruso León Tolstoi y nuestra Carmen Gándara.

 

El libro está escrito con humildad, sin pretensiones, en tono sencillo y confidencial. Las informaciones que ofrece son las mínimas indispensables, y están subordinadas a la presentación de algo así como el centro espiritual de cada uno de los artistas de los que se habla.

 

Acerca de estos artistas que ha elegido, Felicitas Casavalle dice, en la introducción (p.5): “buscaron el lugar secreto en donde espíritu y materia se encuentran, la amorosa cita de la eternidad con las obras del tiempo”. Sobre este hilo conductor llamó mi atención Alberto Casares, hace algunas tardes, en su librería, subrayando con acierto que, pese a la heterogénea nómina de autores tratados en Lecturas ejemplares, el libro mantiene constantemente su unidad. Efectivamente, no hay una sola frase que haga tropezar al lector, ni un solo cambio brusco de tema, a pesar de los muchos de que se trata, que distraiga o incomode una lectura que puede realizarse con facilidad y placer desde la primera hasta la última página del libro.

 

Hay intuiciones muy bellas. Por ejemplo, en las páginas dedicadas a Miguel Ángel (18-20) dice: “el artista sueña su primera Piedad de mármol blanco, desmesurada de virginidad. Él fue joven. Se desconocía.” Miguel Ángel seguirá intentando sucesivas Piedades. Casavalle va concluyendo así: “Algo lo obligaba a abandonar sus obras que no estaban terminadas. Porque no eran más que sombras de una sombra, ensayos indigentes de una imposible perfección. Veneraba las derrotas… Miguel Ángel acaricia su última obra inconclusa con manos rugosas y tiernas. ¿Se habrán dicho ya la madre y el hijo su secreto más íntimo?” Es muy hermosa la idea de un Miguel Ángel anciano, nonagenario, que ve su primera Piedad, esculpida a los veinte años, como un pecado de juventud, como una escena perfecta que tuvo que ir deshaciendo en sucesivas Piedades para tratar de oír lo que la escena encerraba, el secreto más íntimo, que él acaricia y va entendiendo con su propia derrota, que es comunión con la Derrota venerable que se hace amor y gloria.

 

Muy bella es también la carta apócrifa de van Gogh que ella escribe, en la que rescata dos renglones de la última carta verdadera a Theo, que el pintor no pudo enviar, y que llevaba consigo cuando murió.

 

Son especialmente bellas también las páginas dedicadas a Simone Weil, Tolstoi y Maeterlinck.

 

Uno puede no estar de acuerdo con todas las opiniones de Felicitas Casavalle (por ejemplo: “…Kafka, posiblemente el último gran escritor religioso con excepción de Unamuno y Cioran…” –p.84–) pero estar constantemente de acuerdo con ella, con su estilo. También con sus elecciones (es bueno que alguien recuerde a Carmen Gándara).

 

En Las cosas que amamos (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1990), libro de poesía de Casavalle, ella dice en el poema que da título al libro: “Retratos de viejos escritores me ayudan: /son compasivos.” (p.11). Y en la introducción a Lecturas ejemplares: “he transitado hallazgos de otros, otras bellezas, como si fueran mías.” (p.5). Y en la dedicatoria de este libro habla de “las felicidades de ser un lector clásico”, lo cual, obviamente, incluye el hecho de leer a los clásicos. Efectivamente, Felicitas Casavalle ha buscado un modo de leer que le ha hecho sentir muchas obras como una amistad; modo de leer que, al ser narrado, logra algo muy difícil de hacer: comunicar al lector el amor por los autores tratados. El que lea Lecturas ejemplares sentirá, no sin alegría, que algo le es devuelto (leer a los clásicos tiene mucho que ver con releer). Y ante los autores desconocidos para el lector, Felicitas Casavalle abre una puerta cordial de entrada. No todas las palabras escritas por un autor lo representan cabalmente; pero hay algunas que sí, que logran expresarlo enteramente. Casavalle cita muy bien, sabe presentar la voz central de un autor.

 

Pero, con independencia de este beneficio ulterior de recuperar o descubrir autores, está el libro de Felicitas Casavalle, que constituye también una reflexión sobre ella misma, una voz íntima y familiar que traba una relación verdadera y amistosa con el lector.

4 Readers Commented

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  1. Elsa Casa on 11 febrero, 2010

    Por este medio y desde Buenos Aires, Argentina, quisiera contactarme con Felicitas Casavalle. Soy ELSA CASA, una compañera del Colegio Ana María Janer.
    Gracias por hacerle llegar mi dirección de correo:
    Elsa Casa
    Direcciones de correo electrónico:
    elsacasa664@hotmail.com

  2. Mario Moya on 27 julio, 2010

    Me permito usar esta publicación para conectarme con Felicitas Casavalle. Vivo en Bolívar Pcia. de Buenos Aires, Argentina. Amigos de la infancia.

    Muchas gracias.

  3. Ruben on 7 febrero, 2012

    Hola Felicitas! Soy Ruben Matesan, hace más o menos veinte años nos encontramos en baires…ambos estabamos en una iglesia y al salir nos pusimos a conversar. Al otro día fuimos al Tortoni a tomar un cafe, me regalaste tu libro… y charlamos largo y tendido…te acorás?
    Bueno, me gustaría contactarte (No se si este mensaje llegará a destino por eso soy breve, sólo abro el canal. Te dejo mi mail: inocerontes123@hotmail.com
    Un saludo cordial

  4. Mirta Sonia Pino on 2 mayo, 2016

    Buenos Aires 2 de mayo de 2016
    Con motivo de cumplir 50 años de egresadas del Instituto Ana Maria Janer estamos junto a Lidia Calvo tratar, de contactarnos con las compañeras,me alegró tener noticias de Felicitas y aún en la distancia tenerla presente .Con todo cariño Mirta Pino

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