Liliana Herrero es cantante y profesora de Problemática del Saber, en la carrera de Filosofía de la Universidad Nacional de Rosario, de donde egresó en 1973. Particular combinación de actividades. Lleva así un dialéctico modo de vida, en el que la reflexión toca la filosofía y la música.

 

Entre ambos polos, Herrero se cuestiona, plantea problemas, conflictos, acaso en busca de una síntesis. O no. “Pienso esta relación desde la música popular, me importa saber cómo los que yo considero grandes músicos piensan la Argentina, el pasado, los orígenes -si es que los hay-. Ésa es una reflexión tanto de la filosofía como de la música. Estoy siempre en un diálogo con el pasado: el folclore pertenece a una tradición que ya no está presente en este tiempo contemporáneo; qué hago yo con esa música es la pregunta filosófica”.

 

En ese contexto se enmarca El diablo me anda buscando, su último CD. El disco fue grabado en dos recitales, en 1996: uno en el Anfiteatro de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, el otro en el Foro Gandhi (Buenos Aires). Allí interpretó bagualas, chacareras, vidalas, un himno quechua y dos temas del rock nacional, entre otros. Luego, en el estudio, el material sufrió varias transformaciones: se fragmentaron temas, se empalmaron distintas versiones de una misma canción, se recortaron algunas palabras y a otras se las cambió de lugar. Todo un collage. “Hacerlo fue como un divertimento”, explica la artista.

 

Más allá de estas mutaciones, El diablo… es muy íntimo, da la impresión de que se hubiera cantado en una reunión de amigos. Se grabó con pocos instrumentos -sólo hay piano, guitarra, algún bajo por ahí y un interesante trabajo de percusión-, por eso tiene el clima de un auténtico unplugged. Y predomina el canto, allí Herrero provoca, juega con su voz y la exige hasta el punto de quebrarse. “El Cuchi Leguizamón me pedía que quebrara la voz, me llevó varios años entender el concepto -hay un corte con lo que se está haciendo y se pasa a otra cosa-, y en este disco quería hacerlo”, cuenta.

 

Acaso como homenaje, en este CD están “Me voy quedando”, y “Canción del caballo sin jinete”, de Leguizamón junto a Manuel Castilla. También canta “Salamanqueando pa’ mí” (Raúl Carnota), “Cardo o ceniza”, de Chabuca Granda y “Plegaria para un niño dormido”, de Spinetta. Así, Herrero transita por el folclore, argentino y latinoamericano, el rock o la canción… la música popular, y la matiza con toques jazzeros y de bossa-nova, buscando constantemente (¿ejercitando la pregunta filosófica?) nuevas versiones, rompiendo armonías, estilos y géneros y entrega luego su lectura, que traspasa cualquier clasificación musical. Por ejemplo, “Mañana en el Abasto” (Luca Prodan, Sumo) está cantada a modo de baguala, acompañada sólo de percusión. En esa intertextualidad de las canciones, Liliana da señales acerca de cómo reflexiona sobre el país, la música, la cultura.

 

En breve, estará en la calle la reedición de sus primeros dos discos, hoy inhallables: Liliana Herrero (1987), y Esa Fulanita (1989), con el título de El tiempo quizás, “en el sentido de que ‘tiempo’ quizás tenga algo que decir sobre esas canciones que grabé hace ya diez años”, explica.

 

Aunque muchos la reconocen por su participación en algunos discos de Fito Páez, ella mama la música desde muy chica. Y su interés por la filosofía -menos conocido- surgió luego de buscar respuestas sobre los tantos enigmas de la vida. “Encontré varias: que no hay una privilegiada, que los hombres estamos sostenidos más sobre preguntas que sobre respuestas y que eso es mejor porque uno está con el espíritu más abierto, descubrí la complejidad de las cosas…”.

 

Para este año tiene previsto presentar El Diablo… en algún teatro de Buenos Aires, una gira por Alemania, la grabación de un disco junto a Gerardo Gandini de piano y voz, solamente, interpretando temas de Cuchi Leguizamón y Atahualpa Yupanqui. Participará en el próximo disco de Fito Páez y, quizá, publique un libro con cuentos, relatos, aforismos y algunos escritos teóricos sobre música. También quiere formar una banda más eléctrica -“pero austera”, aclara- para un futuro CD. “Creo que no haré más discos donde se toque demasiado, me gusta más el silencio, que como decía Yupanqui es lo más importante en la música”. En ese silencio, el que escucha tiene que descubrir; “ese silencio debe ser creativo, debe dar la posibilidad a un sonido más interesante”.

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