Peteco Carabajal ocupa, hoy, un lugar destacado en el escenario de la música popular. Y Andando, su último CD, permite comprobar que ese lugar es merecido.
El músico es heredero de un apellido que ha hecho historia en Santiago del Estero. La numerosa familia de Peteco (su abuela Luisa tuvo doce hijos varones) forjó toda una tradición en el folclore de esa provincia que, con los años, se extendió hasta convertirse en una pieza clave del rompecabezas de la música popular argentina. Carlos Carabajal, padre de Peteco y precursor de esta estirpe artística, compuso chacareras memorables como Entre a mi pago sin golpear o El puente carretero y formó parte del legendario conjunto Los Carabajal, en compañía de Agustín, Cuti y Cali. Actualmente, Cuti forma con Roberto Carabajal un dúo que conserva cierta estética de los grupos de otros tiempos, y Carlos tiene otro conjunto. La lista de Carabajales haciendo música podría extenderse, pero ésa no es la cuestión aquí.
Peteco, por su parte, fue más allá del folclore tradicional. Sin perder la esencia propia que le habían signado su apellido y su gente, tomó un camino más vanguardista. Su participación en Músicos Populares Argentinos (MPA), junto con el Chango Farías Gómez, Jacinto Piedra, Mono Izarrualde y Verónica Condomi, le permitió experimentar en sus composiciones esa combinación tan interesante (incomprendida, a veces) de tradición y vanguardia. En MPA había guitarras y bajo eléctricos, mucha percusión, delicados arreglos corales y el suficiente talento como para tocar folclore con renovados matices. En sus discos posteriores, Carabajal siguió cantando y tocando en esa corriente, que llega hasta hoy.
Con ese grupo, Peteco grabó entre otros Digo la mazamorra, un huayno cuya letra describe el sentido casi antropológico de ese sustento indígena, El puente carretero allí Farías Gómez se luce en la batería y le confiere a la chacarera más vida de la que de por sí misma tiene y Como pájaros en el aire, una entrañable canción que le pertenece y que coloca la figura materna bien alto: Las manos de mi madre / me representan un cielo abierto / y un recuerdo añorado / trapos calientes en los inviernos, canta en uno de sus pasajes. Como en la mayoría de sus letras, esos versos tan simples, tan cercanos a su tierra, pegan hondo, acaso porque evocan momentos, lugares, costumbres, raíces, amigos y familiares queridos, y mantienen encendida la memoria de su lugar y de su gente, con la particularidad de que esas palabras que nacen en el corazón de La Banda encuentran eco fuera de la provincia natal. Y Peteco los canta con la tonalidad melancólica de su voz que ya le es característica.
Su música, su poesía y su profesionalismo le valieron para ganar el Konex de platino (1995) como mejor autor y compositor de folclore de la década. Un año antes, en su disco Memorias de amor, le había cantado a Atahualpa Yupanqui Llama inmortal que alumbra la Tierra / (…) quiero heredar el rumbo de tus sueños.
Andando trae canciones muy bien interpretadas. En la banda de Peteco tocan Demi (percusión), Roxana y Graciela (coros), todos ellos Carabajal, más Juan Antuz (bajo), Adrián Fernández Fazio (teclados) y Juan Carlos Marín (bandoneón), quien brilla en este trabajo por la calidad y el gusto de su ejecución. Además, el CD está producido por el Chango Farías Gómez, viejo compañero de escenarios y grabaciones. Trabajar con él ha sido revivir y actualizar nuestro amor por la música popular argentina, dijo Peteco. La presencia del Chango se oye, por ejemplo, en uno de los mejores momentos del disco: la versión de Te voy a contar un sueño (del recordado Jacinto Piedra), una chacarera que comienza casi como un susurro y arremete con fuerza en su segunda parte. Juntos prepararon este trabajo que presenta buenos arreglos en sus composiciones los necesarios para crear distintos climas y le dieron forma a un material que no conoce desaciertos.
En su ir y venir de canciones, Andando transita de la cálida tonada de El ángel azul a Mil guitarras, mil estrellas otro buen tema, que compuso con Víctor Heredia y con quien canta a dúo o la versión de Niño silvestre de Joan Manuel Serrat, sin que alguna de ellas quede fuera de contexto.
Con este disco, Peteco refuerza el espacio ganado y de la manera que siempre lo hizo: abriendo nuevos caminos. Andando.