Ya resulta un lugar común sostener que vivimos un proceso muy profundo de transformación, una de cuyas características fundamentales es la centralidad que adquiere el conocimiento en la conformación de la nueva estructura social. El conocimiento y la información se han convertido en la base de los procesos productivos y el tiempo necesario para que un conocimiento científico se traduzca en aplicaciones tecnológicas es significativamente más corto que en el pasado. Pero además de este impacto del conocimiento sobre el proceso productivo, también se ha incrementado la importancia del conocimiento y la información en diversos ámbitos del desempeño ciudadano. Las consecuencias sociales de las investigaciones sobre el genoma humano son un claro ejemplo de la significativa responsabilidad del conocimiento científico –y de sus poseedores– en la sociedad actual 1.

 

El optimismo inicial con el cual se analizaron las consecuencias sociales del nuevo papel del conocimiento ha desaparecido. Aprendimos rápidamente que las potencialidades democráticas del uso intensivo de conocimientos no son inevitables. Las tendencias al aumento de la desigualdad y de la exclusión social indican que una sociedad y una economía basadas en el uso intensivo de conocimientos pueden ser mucho más inequitativas que una sociedad y una economía basadas en el uso de otros factores 2. El papel de las universidades, en tanto instituciones responsables de producir y de distribuir conocimientos, debe ser analizado, por lo tanto, en el marco de estas transformaciones globales.

 

En este sentido, la agenda de discusión sobre el papel de las universidades merece ser mucho más exhaustiva e integral de lo que habitualmente se supone. Existen, al respecto, dos enfoques relativamente habituales en los debates sobre el papel de las universidades que es preciso superar. El primero de ellos consiste en negar la profundidad de las transformaciones, refugiándose en la defensa corporativa de privilegios o situaciones propias del pasado. El segundo, en cambio, consiste en reducir el debate exclusivamente a una cuestión de técnicas de gerencia y administración, subestimando la importancia de discutir el sentido de las transformaciones.

 

En la definición de la agenda de discusión sobre el papel de las universidades aparecen, al menos, dos categorías que permiten incluir los temas más significativos. La primera de ellas se refiere a todos los problemas relativos al acceso al conocimiento; la segunda se refiere a las relaciones entre universidad, Estado y sociedad. Las dos categorías están íntimamente vinculadas entre sí, pero para mayor claridad en la presentación, los trataremos por separado. Obviamente, sólo intentaremos una presentación general de los problemas, con la única pretensión de abrir su discusión.

 

El acceso al conocimiento

 

Históricamente, el problema del acceso al conocimiento fue discutido en términos de las posibilidades y mecanismos diseñados para determinar el pasaje de los egresados de la enseñanza secundaria a las instituciones de educación superior. Mecanismos más o menos selectivos de admisión definían el carácter democrático o elitista de las instituciones. La literatura sobre este tema es abundante y bien conocida y no vale la pena reiterar aquí sus postulados. Nos interesa, en cambio, mostrar que los nuevos escenarios sociales, tecnológicos y culturales, han modificado significativamente las categorías de análisis tradicionales. El debate actual sobre el problema del acceso al conocimiento debería tomar en cuenta, al menos, tres nuevos factores.

 

En primer lugar, ya sabemos que en esta nueva configuración social, será necesario educarse a lo largo de toda la vida. El acceso al conocimiento no se reduce, por lo tanto, al pasaje de la secundaria a la superior, sino que será preciso garantizar un acceso permanente a formas de aprendizaje que permitan la reconversión profesional continua. En este sentido, algunas propuestas ya sugieren, por ejemplo, que ningún diploma universitario tenga legitimidad temporal permanente, sino que el diplomado deba renovar la validez de su título trascurrido cierto período. La revalidación de los títulos puede efectuarse ya sea a través de una determinada práctica profesional o de contactos con el saber científico. De acuerdo con este enfoque y en la medida que la capacitación forma parte del proceso normal del ejercicio de una profesión, las exigencias de reconversión deberían ser obligatorias y remuneradas.

 

En segundo lugar, la democratización del acceso a los niveles más complejos del conocimiento no puede quedar confinada, como ahora, al acceso a la universidad. La calidad de la educación general, universal y obligatoria, es una de las condiciones necesarias para evitar la aparición de fórmulas de neo-despotismo ilustrado, que surgen como consecuencia de la expansión de la importancia del conocimiento en la vida social, económica y política. La prioridad del mejoramiento de la calidad de la educación general obligatoria es, por lo tanto, una exigencia de las estrategias de desarrollo con equidad. La responsabilidad de la universidad en este aspecto –particularmente en los países en desarrollo– es innegable, ya que ella forma los docentes y los científicos en general. La democratización del acceso al conocimiento implica diseñar instrumentos que materialicen la obligación de contribuir al mejoramiento de la calidad de la educación básica general por parte de los universitarios.

 

En tercer lugar, el acceso al conocimiento supone encarar los desafíos que plantean las nuevas tecnologías de la información a las instituciones y a los métodos de enseñanza. Ya existe una abundante literatura y evidencias empíricas sobre este tema reveladoras de que, en poco tiempo más, las nuevas tecnologías permitirán poner a los mejores especialistas de cada disciplina en contacto directo con todos los estudiantes, independientemente del lugar físico donde cada uno se encuentre o de la universidad a la cual pertenezca. Pero además de este cambio tecnológico, la velocidad en el ritmo de producción de conocimientos y de informaciones modifica el sentido de la formación inicial de las personas. La reconversión permanente a la que estaremos obligados en el ejercicio de cualquier profesión, exigirá a las universidades modificar sus diseños curriculares y formar más en el dominio de los conocimientos sobre conocimientos que en el dominio de saberes específicos de primer nivel.

 

Este fenómeno ha sido expresado a través de la fórmula según la cual el objetivo básico de la educación es lograr que las personas aprendan a aprender. Dicho en otros términos, el estudiante será cada vez más responsable de su propio aprendizaje y, para ello, deberá dominar las operaciones cognitivas fundamentales asociadas a cada dominio del saber y desarrollar las actitudes básicas asociadas al aprendizaje permanente: curiosidad, interés, espíritu crítico, creatividad, etc. Este enfoque implica cambios importantes en la estructura de los diseños curriculares e, incluso, en las escalas de prestigio con las cuales operan nuestras instituciones educativas. Será necesario, en el futuro, otorgar incentivos más importantes para que los mejores docentes se dediquen a los primeros años de estudio, donde tienen lugar los aprendizajes básicos fundamentales.

 

Por último, además de estos conocimientos y actitudes meta-disciplinarias, es evidente que la formación en cualquier área del conocimiento requerirá al menos un fuerte dominio de los códigos de la informática, el uso de por lo  menos una o dos lenguas extranjeras y el manejo de la dimensión internacional de los problemas.

 

Las relaciones entre universidad y sociedad: el tema de la autonomía

 

El vínculo entre universidad y sociedad tiene dos ejes principales, íntimamente vinculados entre sí: la relación con el Estado y la relación con el sector productivo. Históricamente, la universidad argentina, y latinoamericana en general, estuvo caracterizada por un fuerte grado de conflicto o de separación con ambas instancias de la sociedad. Con respecto al Estado, este conflicto está expresado a través de la tradición de autonomía, cuya conquista marcó el origen del movimiento estudiantil organizado. La autonomía fue, desde este punto de vista, una consigna destinada a garantizar la libertad académica, la creatividad y la independencia frente al autoritarismo político.

 

Pero la autonomía fue concomitante con un proceso de aislamiento con respecto al sector productivo. Las razones de esta desvinculación han sido señaladas reiteradamente y, en última instancia, tienen que ver con el estilo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones. La tecnología de la sustitución de importaciones provenía del exterior y el alto grado de protección que acompañó estos procesos debilitó las presiones por innovaciones y por la incorporación de progreso técnico. En contextos de este tipo, el aparato productivo podía existir y crecer sin articularse con los centros académicos; complementariamente, la investigación que estos centros desarrollaban no era utilizada por el aparato productivo local sino, en el mejor de los casos, por el extranjero.

 

Este aislamiento, sin  embargo, no significa que la universidad haya estado desvinculada de la sociedad. Sus vínculos más fuertes se establecieron a través de su papel en la movilidad social y en la promoción del pensamiento crítico y de la creación cultural. Pero el escenario en el cual tuvo lugar la definición de estas modalidades de articulación entre universidad y sociedad ha cambiado profundamente, lo cual obliga a re-pensar el concepto de autonomía y las formas a través de las cuales la universidad se articula con la política, con la economía y con la cultura.

 

a. Universidad y Estado

No es éste el lugar para un análisis de los cambios en la dimensión política de la sociedad. Una mirada superficial sobre este tema, sin embargo, permitiría apreciar que no es posible seguir postulando el mismo tipo de categorías de análisis y los mismos mecanismos institucionales de relación entre universidad y Estado en un contexto donde: 1) se tiende a reforzar la democracia, 2) el Estado ha perdido gran parte de los instrumentos que tradicionalmente le permitían regular la economía, y 3) asistimos a fenómenos muy importantes de erosión del Estado-Nación, ya sea a través de procesos de descentralización o de construcción de entidades políticas supra-nacionales.

 

En este contexto, el tema de la autonomía ya no está vinculado, como en el pasado, con la lucha contra el control ideológico de las universidades. La cuestión transita ahora, fundamentalmente, por la tensión entre la lógica de los intereses generales y la lógica de los intereses particulares en la producción y distribución de conocimientos. En esta tensión, el Estado aparece co-mo la instancia principal, sino la única, desde la cual es posible introducir temas tales como la inversión en proyectos de largo plazo, la formación de recursos humanos en función de estrategias de desarrollo y la toma de decisiones a través de procesos de concertación social. Pero en esta discusión, parecería necesario partir de una predisposición inicial favorable a la idea de que ya no es posible seguir con instrumentos que, por negar la articulación con el Estado, terminen por crear el terreno favorable a la generalización de la lógica del mercado en el campo de la educación superior.

 

Esta alusión a la idea de la “predisposición” favorable tiende a mostrar que otra dimensión importante de la discusión sobre el tema de la autonomía es la que se refiere a los factores de dinamismo y cambio de la institución universitaria. La autonomía fue percibida como factor de dinamismo en la medida en que se asumía que los actores internos de la institución eran la fuente de cambio más importante. Los diagnósticos al respecto coinciden en señalar que este monopolio del dinamismo en los actores internos hoy no puede ser sostenido con tanta seguridad.

 

Por último, la discusión sobre el vínculo entre universidad y sociedad debe incluir el papel que ella juega en la promoción del pensamiento crítico. En este sentido, es preciso hacer referencia a uno de los fenómenos más importantes asociados al proceso de transformación social: la pérdida de sentido. Como lo sostiene lúcidamente Laïdi, “todos los actores del juego social mundial se proyectan en el futuro no para defender un proyecto sino para evitar ser  excluidos de un juego que no tiene rostro (…) El fin de la utopía ha provocado la sacralización de la urgencia, erigida en categoría central de la política. Así, nuestras sociedades pretenden que la urgencia de los problemas les impide reflexionar sobre un proyecto, mientras que en realidad es la ausencia total de perspectiva lo que los hace esclavos de la urgencia” 3.

 

Este fenómeno social de pérdida de sentido y de ruptura de cierta representación de continuidad histórica tiene consecuencias muy importantes sobre el proceso de socialización de las nuevas generaciones y, en particular, sobre el proceso educativo formal. En este contexto, una de las responsabilidades de la universidad, de los intelectuales y del propio Estado, consiste en responder a la demanda de sentido que la sociedad contemporánea está requiriendo. Obviamente, la respuesta a esta demanda no puede ser satisfecha desde los enfoques tradicionales, de corte fundamentalista o mesiánico. Pero tampoco puede ser satisfecha desde los enfoques a-sociales que dejan en la lógica del mercado la solución de todos los problemas de la sociedad.

 

b. Universidad y sector productivo

La importancia del sector productivo para las instituciones de enseñanza superior y de investigación científico-técnica está fuera de toda duda. Si bien esta articulación siempre fue importante, a partir del final de la Guerra Fría los términos de este problema se han modificado. La dinámica tradicional, basada en la significativa importancia de la industria militar como motor de la investigación científica, ha sido reemplazada por una lógica mucho más vinculada al circuito de la producción para el consumo general 4.

 

En los países desarrollados, donde existe una larga tradición de articulación entre universidad, investigación científica y técnica y aparato productivo, el problema radica en la tendencia a privatizar cada vez más la producción y el uso de los conocimientos. La universidad y los centros de investigación científica están cada vez más articulados con laboratorios de empresas privadas. Un dato que ilustra esta tendencia es, por ejemplo, la disminución de la cantidad de revistas científicas en campos como la biotecnología, donde el recurso a las patentes crea una dinámica de difusión de los conocimientos mucho más restrictiva que en el pasado.

 

En el caso de América latina, en cambio, venimos de una larga tradición de desvinculación entre el sector productivo y el sistema científico y técnico. El interrogante es si será posible cambiar este escenario. La respuesta optimista diría que en la medida en que las economías latinoamericanas están forzadas a participar en la creciente competencia internacional, la demanda de creatividad y de progreso técnico será cada vez mayor. En este contexto, la articulación estará estimulada tanto por el aparato productivo como por las propias instituciones académicas. Sería muy importante analizar las experiencias de otros países en desarrollo y advertir hasta qué punto una apertura fuerte al exterior provocó obstáculos o estímulos al desarrollo científico local.

 

En todo caso, parece importante enfocar este problema desde el punto de vista de sus consecuencias sobre las acciones de la universidad. La discusión pasa por la tensión entre formar para la producción de conocimientos o formar para el uso del conocimiento disponible. Obviamente, este problema se presenta de manera distinta según las diferentes áreas del conocimiento. No sucede lo mismo en el campo de las ciencias sociales que en el de las ingenierías o las ciencias exactas y naturales. Parece evidente, sin embargo, que sea cual fuere el ámbito del conocimiento en el cual nos ubiquemos, las capacidades y competencias que se requieren formar para el uso del conocimiento y las que se requieren formar para la producción de conocimientos tienen un núcleo común muy importante. En este sentido, las universidades poseen un amplio campo de acción a desarrollar, antes de entrar en la discusión de alternativas exclu-yentes desde el punto de vista pedagógico.

 

Por otra parte, en los últimos años se ha abierto un debate muy importante acerca de las consecuencias sociales y económicas de estas opciones. Algunos estudios en este campo han puesto de relieve que formar para el uso del conocimiento podría ser más equitativo que formar para la producción de conocimientos. Los incentivos económicos beneficiarían especialmente a las pequeñas y medianas empresas y no sólo a las grandes, con tecnología de punta, que son las únicas en condiciones de competir para producir nuevos conocimientos. La opción de formar para producir conocimientos tendría validez en un número reducido de áreas, en las cuales el país disponga de capacidad tecnológica endógena.

 

Este debate, sin embargo, está abierto y requiere –como en los otros casos– una actitud y una base de informaciones que permitan asumirlo en forma más calificada.

 

 

   


Las opiniones vertidas en este artículo son de responsabilidad personal y no comprometen a la institución del IIPE-Buenos Aires.

  

 1. Sobre el impacto de la biotecnología en los diferentes ámbitos de la sociedad (empleo, educación, salud, etc), puede verse el reciente libro de Jeremy Rifkin. The Biotech Century. New York, Tarcher-Putnam, 1998.

 2. Daniel Cohen. Richesse du monde, pauvreté des nations. París, 1997.

 3. Zaïdi Laiki, Un monde privé de sens. París, Fayard, 1994.

   4. Ver, por ejemplo, el libro de Robert Reich. Tales of a New America. New York, Times Book, 1987.

1 Readers Commented

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  1. WALTER ZAVALA VERA on 21 agosto, 2014

    Interesante su comentario;para hacer una reflexión profesional cada unos de los que estamos involucrados con el quehacer educativo.
    Si analizamos cada una de sus propuestas, más nuestras ideas creativas y transformadoras, lograremos en muy poco tiempo insertarnos de lleno en una sociedad del conocimiento.
    Saludos, Walter

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