A propósito del voto argentino a favor de una resolución de la Asamblea General de la ONU contra el embargo de los Estados Unidos a Cuba.
En la visión del Presidente y su equipo asesor más cercano, países como Alemania, Australia, Bélgica, Francia, Irlanda, Japón, el Reino Unido y Suiza deberían ser considerados como regímenes que perpetúan la violación de los derechos humanos y las libertades individuales. Sus diplomáticos deberían ser entonces identificados como impulsores de agendas enemigas de la libertad.
Se trata de países cuyas delegaciones ante la Asamblea General de las Naciones Unidas votaron en favor de la resolución que, como correspondía a nuestro interés nacional, también respaldó la Delegación argentina.
Las justificaciones invocadas al poner un abrupto término a la gestión de la entonces Canciller Diana Mondino denotan que tanto el Presidente como su entorno más íntimo carecen de los conocimientos más elementales sobre la naturaleza, los procesos y los instrumentos con que se gestionan las relaciones internacionales.
Es algo que no se condice con un país que ha acumulado a lo largo de su historia un gran acerbo diplomático que incluye un Premio Nobel de la Paz y que hoy debe responder por un enorme endeudamiento externo. Es difícil que contribuya a ello la anunciada “auditoría” del personal de carrera de la Cancillería.