“Digan NO al Diablo”. Sermón de Tomáš Halík para la Cuaresma en Praga (2/3/2022)

Un sermón debería servir como un puente entre el mundo del texto bíblico y el mundo de los que escuchan. Hoy no es una tarea fácil, ya que el mundo del que formamos parte cambia literalmente día a día, en estos tiempos difíciles y dramáticos. No me atrevo a prever lo que ocurrirá en los próximos días, entre el momento en el que estoy escribiendo este sermón y el domingo, cuando predicaré en la iglesia. Hace poco tiempo, muy pocas personas podían imaginar que Europa volvería a estar en guerra, que la Rusia de Putin se autoexcluiría de la familia de los países civilizados, cometiendo crímenes de guerra, destruyendo en el transcurso de una sola noche la situación de paz global que se había construido durante décadas; violando el derecho internacional; atacando pérfida y despreciativamente a un vecino débil e intentando borrar del mapa del mundo a un país democrático, matando brutalmente a sus ciudadanos, incluyendo mujeres y niños. La sangre de Ucrania grita al Señor de los Ejércitos.

La intensidad de una pandemia, la de la enfermedad contagiosa, apenas había disminuido, cuando la Rusia de Putin desató una pandemia aún más terrible de injusticia, terror y violencia para la que es difícil encontrar una cura suficientemente efectiva.

La cruz de cenizas- inicio de la adultez

En este momento histórico, enfrentamos a la muerte. Es para conducirnos a la edad adulta, la madurez y la responsabilidad.

Comenzamos el tiempo de Cuaresma tomando conciencia de la muerte y la finitud. Terminada la Cuaresma, celebramos la Pascua, la fiesta de la gloriosa victoria sobre la muerte y el miedo a la muerte. Entonces podemos preguntar: ¿Dónde está, oh Muerte, tu victoria? La Escritura nos dice que éramos prisioneros por el temor de la muerte. Sin embargo, estamos llamados a la libertad, sí, a la libertad del miedo. El propósito de la Cuaresma es la transformación interna. Representa una oportunidad para la liberación y la creatividad.

 El período de arrepentimiento previo a la Pascua, es introducido en nuestras iglesias por el rito de la cruz de cenizas, acompañado por las palabras: “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”. Este rito y estas palabras nos confrontan con nuestra finitud, nuestra muerte. Nos acercamos de esta manera a los ritos de iniciación que empleaban el motivo de la muerte para introducirnos en la adultez. Este fue, probablemente, el significado del sacrificio de Isaac.

El relato imaginativo de la creación del hombre tal como lo leemos en la Biblia, nos dice que el ser humano es una gran paradoja: tomado de la nada, del polvo sobre la tierra, es traído a la vida por medio del espíritu de Dios. El polvo y las cenizas simbolizan la nada; es una materia amorfa, arrastrada por el viento en un abrir y cerrar de ojos, inútil. Sólo Dios puede crear cosas de la nada. Sólo Dios puede atribuir una forma, una silueta, un rostro y un significado a la nada; en síntesis, sólo Dios puede darle el espíritu de Dios. De esta manera, un ser humano vulnerable y finito se convierte, por el poder del espíritu de Dios, en imagen y expresión de la libertad y la creatividad de Dios.  

Cuando los seres humanos abusan del don de la libertad, cuando se encapsulan en el caparazón de su egoísmo para alejarse del soplo del espíritu de Dios (esa auto cerrazón, en lenguaje teológico, se llama pecado), vuelven a ser nada. En los Salmos, leemos: Cuando les quitas su aliento, mueren y regresan al polvo. Sin embargo, el salmo inmediatamente habla de arrepentimiento, un cambio transformador del corazón, como una re-creación: envía tu espíritu y serán creados.

La Cuaresma se trata de este cambio desde la nada, el pecado y el auto encierro como muerte espiritual y, especialmente, este cambio transformador del corazón y el perdón como resurrección y despertar a una vida plena y liberada. La Cuaresma es la preparación para entrar en el drama de la victoria sobre la muerte, la culpa y el miedo. Necesitamos que nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza resuciten.

No nos burlemos del llamado de Dios en la Cuaresma, convirtiéndolo en un tiempo en el que dejamos de comer chocolate o de gastar dinero en exceso. Los años venideros traerán por sí mismos más que suficiente ascetismo en lo relativo a los bienes materiales y el estilo de vida.

Durante el coronavirus, Dios cerró nuestras iglesias para decirnos: Si ustedes creen que su fe cristiana consiste en llevar una vida honesta y asistir a misa los domingos, entonces tengan cuidado porque eso hoy no es suficiente. El lema de la Cuaresma es: Busquen a Dios mientras pueda ser hallado.

No hemos comprendido nada si respondemos a la pedagogía divina cambiando la asistencia a la misa dominical por la misa en la pantalla. Más allá el consumo pasivo, Dios quiere que busquemos con coraje, creatividad y generosidad formas nuevas, más profundas y más desafiantes, de pensar y vivir nuestra fe.

El llamado del papa Francisco a una reforma sinodal de la Iglesia va en la misma dirección: transformar la institución cerrada en sí misma en una red de comunicación mutua, un camino para buscar juntos respuestas a los signos de nuestra época. No un escapismo hacia el pasado ni una modernización barata, sino un paso exigente de la superficialidad a la profundidad.

Triple tentación

La lectura del Evangelio del primer domingo de Cuaresma nos recuerda que Jesús pasó por la dura prueba de cuarenta días de ayuno en el desierto. Saliendo de la sombra de su anonimato, Jesús fue reconocido como el Mesías y el amado hijo de Dios por Juan y por la voz divina desde el cielo, durante el bautismo en el río Jordán. Jesús, esperado por tanto tiempo, asume su misión mesiánica.

Sin embargo, en vez de ir directamente desde su bautismo a las calles del mundo, lo que hace es ir solo al desierto, a un lugar de perfeccionamiento. Durante los próximos cuarenta días será sometido a pruebas de la misma manera que el pueblo de Dios durante los cuarenta años de camino desde la esclavitud a la libertad. 

El desierto no es un lugar de contemplación pacífica; el desierto se percibía como un lugar donde moraban los demonios. Los eremitas no iban al desierto para gozar de la soledad sino para combatir el espíritu del mal en su propia casa.

Quien se retira en la soledad, el silencio y el ayuno, no debería esperar nada placentero. El silencio y la soledad pueden sacar a la luz la sombra de nuestra personalidad que hayamos reprimido y tratamos de acallar con el ruido y el placer. Cuando nos sentimos abatidos y abandonados, solemos buscar una salida comiendo y bebiendo; cuando experimentamos hambre, podemos ser malos y agresivos. En el alma del frustrado surgen distintos tipos de tentaciones. Jesús también fue tentado cuando tuvo hambre. Las tres tentaciones se oponen a la misión que él aceptó en su bautismo y perfeccionó en la soledad del desierto. Éstas buscaban corromper su papel mesiánico.

De las imágenes mesiánicas que estaban en boga en aquella época –que con frecuencia muestran la victoria sobre los ocupantes romanos y la restauración del poder y la gloria del reino de David– Jesús se identifica con la descripta por el profeta Isaías: el Mesías será un hombre sufriente que carga sobre sí las transgresiones de todo el pueblo y es muerto como el cordero pascual; sin embargo, es a través de sus heridas y llagas que muchos serán sanados.

Citando los pasajes de la escritura fuera de contexto con habilidad, el diablo le ofrece en el desierto una imagen completamente diferente del Mesías: un mesías sin cruz, un mesías exitoso y de milagros impresionantes, un mesías de poder y gloria que es popular y admirado por todos.

¡Convierte estas piedras en pan y aliméntate tú y a todos los que están hambrientos! ¡Soluciona todos los problemas sociales! ¡Crea un reino de riquezas! ¡Arrójate desde la cornisa del templo y nada te afectará! Por el contrario, ¡todos te aplaudirán! Disfruta de la autoridad real sobre el mundo entero. Es un buen negocio: sólo te costará inclinarte ante el Señor de las Tinieblas. ¡Ninguna cruz sino un trono de oro en su lugar!

Sin embargo, Jesús es muy consciente de que sin la cruz sería un anticristo.

La Iglesia sin la cruz sería simplemente una de las organizaciones poderosas de este mundo; el sacerdote sin la cruz sería un mero funcionario, un agitador y un ideólogo. El cristiano sin la cruz no sería sino el miembro de una organización que propone una visión del mundo.

Cuando Cristo empezó a decir que estaba a punto de seguir el camino de la cruz, Pedro, que acababa de ser elogiado por Jesús por su confesión mesiánica y se refirió a él como la roca sobre la cual se asentaría su iglesia, trató de disuadirlo: ¡Estarás bien, puedes evitar todo ese sufrimiento! Es entonces cuando Pedro escucha las palabras más duras salidas de la boca de Jesús: ¡Aléjate de mí, Satanás! En las palabras tranquilizadoras de Pedro, Jesús escuchaba el eco de la tentación de Satanás en el desierto.

La misma tentación vuelve por tercera vez en la hora de la muerte. ¡Baja de la cruz y todos creeremos en ti! El film de Scorsese, La última tentación de Cristo, adaptación de la novela de Kazantzakis, retrata la mayor tentación en la cruz: ¡Renuncia a tu via crucis! ¡Vive una “vida normal” como cualquiera! A pesar de haber ofendido a muchos cristianos, tanto el film como el libro terminan con una nota muy ortodoxa: Jesús resiste la tentación y regresa a la cruz.

Jesús no hace magia para convertir las piedras en panes. En cambio, da su carne y su sangre, todo su ser, convirtiéndose en el pan de vida. Jesús se estrella contra el pavimento de este mundo, rechazando la red provista por los ángeles. En cambio, bebe todo el cáliz del sufrimiento sin escapar al peso del destino humano. A Jesús le fue dada toda autoridad sobre la tierra y el cielo. Sin embargo, no es el salario por el culto al diablo. Por el contrario, es el fruto de la confianza en la voluntad del Padre celestial.

Digan NO al Diablo

Digan NO al Diablo. Es una canción que el ministro protestante y disidente Sváťa Karásek cantaba en la época posterior a la ocupación soviética de Checoslovaquia, cara a cara ante la policía del régimen y sus tentaciones, promesas e intimidación.

Una vez más nuestro mundo está siendo amenazado por el poder de las tinieblas que creíamos que nunca más volvería del infierno del pasado. Del lugar del que vino hielo en 1968 –el hielo que incineró el anhelo de libertad en nuestro país durante los veinte años siguientes– las mentiras, la sangre y el fuego de la destrucción se esparcen nuevamente, tentando al mundo a que se entregue al egoísmo, la indiferencia y la enloquecida creencia de que todo sigue estando bien. No es cierto. No nos dejemos seducir por una falsa calma. Desafiemos: digamos NO al diablo.

Traducción: Vicente Espeche Gil

3 Readers Commented

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  1. Eduardo on 4 marzo, 2022

    Con respecto a la invacion de ucranias ahora el mundo occidente se queja de la guerras….
    Pero cuando la otan masacraron a siria, irak etc…
    No habia problema……
    Resien ahora se acuedan de la gente que muere

  2. Magnifica expresión del contenido de la doctrina cristiana. Explica con claridad las razones y motivos que tienen que guiarnos en los difíciles tiempos actuales.- La esperanza esta en que el SEÑOR prevalecerá «por los siglos de los siglos».-

  3. yunes on 5 marzo, 2022

    El reino de la tierra que idolatra y se esclaviza al poder, la codicia y el placer egoísta o el Reino de los Cielos de la dignidad y la libertad, el encuentro y el cuidado recíprocos, el reconocimiento de una misma condición humana que hermana a todos los hombres como fundamento y garantía de la paz, la esperanza de una Historia que trasciende el tiempo con futuro de plenitud y eternidad.

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