La exhortación postsinodal Querida Amazonía (2020) está articulada en cuatro sueños: social, cultural, ecológico y eclesial. Un importante aporte de las culturas amazónicas al mundo está condensado en el sueño ecológico. Incluso puede considerarse el corazón del documento al evidenciar la novedosa interpelación y profecía de la ecología integral: la radical interrelación entre lo social, lo cultural, lo ambiental, lo económico. Mientras que el capítulo cuarto, con propuestas innovadoras, es una aplicación al ámbito eclesial del sueño socio-cultural-ecológico.
Desde esta premisa, ofrezco una relectura del sueño ecológico en clave sapiencial, que es justamente el tipo de racionalidad que impregna la vida de los pueblos amazónicos y también de otros pueblos indígenas de nuestra Amerindia. ¿Qué sabiduría es necesaria para activar y promover el sueño ecológico? ¿Cómo pueden despertarnos las sabidurías de los pueblos originarios a la conversión ecológica?
La interrelación, invitación a una enriquecedora interpenetración
En la encíclica Laudato si’ (2015), Francisco afirma que “dado que todo está íntimamente relacionado, y que los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial, propongo que nos detengamos ahora a pensar en los distintos aspectos de una ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales.” (LS 137)
La Amazonia es un territorio que manifiesta con fuerza y claridad que todo está íntimamente relacionado porque “existe una relación estrecha del ser humano con la naturaleza” (QA 41). En los pueblos amazónico e indígenas late una suerte de intuición cosmoteándrica (Panikkar) donde lo divino, lo humano y lo cósmico son tres dimensiones reales y diferentes que constituyen la realidad como un todo orgánico, indivisible a la vez que diferenciado. Aunque estos aspectos pueden ser abstraídos y considerados independientemente por nuestra mente con finalidades tanto teóricas como prácticas, estas tres dimensiones se presentan con una constitución una y trina al mismo tiempo.
La interrelación es mucho más que interconexión, es interpenetración entre los seres vivos, pero también entre las dimensiones humana, cósmica y divina: unas en las otras y viceversa. Justamente la “sabiduría de los pueblos originarios” (QA 42) radica en la experiencia vital y cotidiana de esta interpenetración constitutiva de la realidad desde el sentirse parte del entretejido de interrelaciones. De hecho, en la Amazonia “la existencia cotidiana es siempre cósmica” (QA 41), que no significa que anule o rechace lo humano y divino, sino más bien asume que el “cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables” (QA 42) y allí también está presente el cuidado de Dios: Dios que nos cuida y los seres que cuidan a Dios. En esta vivencia de la interrelación está la raíz de una ética del cuidado integral que se retroalimenta de unos rasgos sapienciales presentes en los pueblos originarios y que son sabrosos alimentos en el actual banquete intercultural de alcance planetario.
La sabiduría de la Tierra, esa íntima interrelación con los elementos vitales
El sueño ecológico es un “sueño hecho de agua” (cf. QA 39). Lejos de un sueño líquido (Bauman), aquí el agua representa el fundamento y sostén desde el cual brota el sueño. En la Amazonia es agua, en el Altiplano andino es tierra y en otras regiones podría ser aire/espíritu o fuego, porque “somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios.” (QA 42).
No hay sabiduría del cuidado de la casa común desde la desconexión con los elementos vitales que nos dan vida y vivifican, elementos que constituyen nuestro propio cuerpo y entorno. En el mundo amazónico es el agua que revela y comunica a sus habitantes el reinado de la vida, que deslumbra, recoge y vivifica por donde pasa. Es la columna vertebral que armoniza y une. El agua es vida: fuente, sustento, alimento de vida biológica pero también espiritual, de vida plena.
Esta re-ligación con los elementos vitales evidencia la existencia de una sabiduría de la Tierra (que es más que porción de tierra, es agua, aire, fuego, etc.). Hay una sabiduría que surge del saberse “que nosotros mismo somos tierra” (LS 2) que en la Amazonia significa “somos agua”. El sueño ecológico inicia con reconocer, escuchar y aprender de la eco-sofia: ese saber desde la vida y para la vida que está presente en las interrelaciones no solo humanas sino entre todos los seres vivos.
Es necesario conectar, escuchar, aprender y enriquecerse de la sabiduría de la Tierra. Ojalá vayamos al encuentro de los pueblos originarios con el deseo de escuchar, interiorizar y convertirnos ante su bagaje y experiencia de esta sabiduría. Allí podremos reaprender a habitar nuestras selvas, bosques, montañas, llanuras, playas y porque no, también nuestras urbes y ciudades. Porque para promover una auténtica ecología integral, “los habitantes de las ciudades”, necesitan “valorar esta sabiduría y dejarse “reeducar” frente al consumismo ansioso y al aislamiento urbano.” (QA 72)
La sabiduría integral, el gran desafío del siglo XXI
Desde la interrelación de todo con todo, “la verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental.” (LS 47) La sabiduría auténtica es la integración de la sabiduría divina, la humana y la cósmica, reflejo de la interpenetración de todo.
La sabiduría divina es un don de amor infinito y constante que da fundamento a toda la vida y creatividad en la interrelación. La sabiduría humana es la integración del conocer-amar como participación en la divinidad desde la luz de la razón con sus múltiples racionalidades. La sabiduría de la Tierra es esa vitalidad presente en la creación y en “nuestro propio cuerpo (que) está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura.” (LS 2)
El actual cambio de época, donde hay tanta sed de ese saber desde y para la vida, exige articular espacios de reflexión, diálogo y encuentro generoso para promover sabiduría integral que brota de la interrelación de todo y no desde sabidurías parciales. La sabiduría integral es vital para promover el cambio que necesita la humanidad y que ha de brotar desde una renovada “conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. Esta conciencia básica permitiría un desarrollo de nuevas convicciones, actitudes y formas de vida.” (LS 202)
La sabiduría transformadora desde la escucha del grito de la Tierra
El sueño ecológico, lejos de ser una burbuja de pacificación interior y evasión de la realidad, implica asumir que “el grito de la Amazonia al Creador, es semejante al grito del Pueblo de Dios en Egipto (cf. Ex 3,7). Es un grito de esclavitud y abandono, que clama por la libertad” (QA 52). Hay otro rasgo de la sabiduría que brota del escuchar, dejarse interpelar y movilizar por el llamado de Dios en el mismo clamor expresado por los excluidos y la Tierra. Porque “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental.” (LS 139)
En la escucha del grito de la Amazonia y de cada región de la Tierra, está latente esa sabiduría de la cruz que es “escándalo para judíos y locura para los griegos” (1Co 1,23) de hoy: escándalo para las religiosidades sacrificiales y hedonistas; locura para los defensores del paradigma tecnocientífico y la razón instrumental.
La escucha y acogida del grito de la Tierra activa una sabiduría de transformación radical del planeta. Sabiduría presente en la resistencia milenaria de muchos pueblos amerindios que alimenta lugares y espacios alternativos desde visiones como la del Buen vivir–Vida en plenitud (Sumak Kawsay, Suma Qamaña, etc.).
La contemplación, alimento vital de la sabiduría integral
Para conectar con lo que somos y escuchar el grito de la Tierra, desde la intuición cosmoteándrica que acoge esa triple sabiduría integral, es primordial la contemplación de y desde la interrelación de todo. Aquí también, los pueblos amazónicos y originarios, dada su sabiduría, pueden ayudarnos a “despertar el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros y que a veces dejamos atrofiar.” (QA 56)
La experiencia contemplativa del “todo en la parte y de la parte en el todo” es la más revolucionaria transformación interior y global: abre la comunión con la selva, las montañas, los desiertos, la llanura y toda geografía; también genera una actitud diversa ante ese plato de comida diario, esa agua que nos limpia, ese aire que respiramos cada día. Cuando se experimenta ese nivel de contemplación, la interrelación se vuelve oración, llegando a “llorar por la Amazonia y gritar con ella ante el Señor” (QA 56). Por y con la Amazonia, pero también puede ser nuestra ciudad, nuestra región, nuestro territorio.
Para esto tenemos que ir a la escuela de los pueblos originarios. “Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonia y no sólo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no solo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no sólo defenderla, y entonces la Amazonia se volverá nuestra como una madre. Porque el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres.” (QA 55)
Enriquecernos de la “mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida.” (QA 73) Esta mística es la que alimenta propuestas como el sentipensar ontológico (Cepeda) que integra sentimientos/emociones y pensar/inteligencia o el corazonar (Guerrero Arias) que armoniza corazón y razonamiento. Esta experiencia mística al alcance de toda persona es la fuente de nuevos hábitos que reflorecen desde nuestro interior para promover el cuidado de la casa común y generar rebrotes de vida en nuestra porción de planeta. Hagamos nuestro el sueño ecológico, aprendiendo la sabiduría de la Tierra que sigue latente y viva en nuestros pueblos amerindios.
Lucas Cerviño es Doctor en Teología Fundamental y licenciado en Misionología.