En una reunión de amigos –varios partidarios de Juntos por el Cambio (JxC)– uno de ellos se lamentaba por el resultado de la elección del 14 de noviembre. Se refería a los votos obtenidos por el mencionado partido frente al oficialismo. Al mismo tiempo, el Frente de Todos (FDT) festejaba el resultado electoral.
Dos hechos incidieron en ambas actitudes: las PASO de septiembre y la elección de noviembre. En septiembre el Gobierno aceptó y expresó fuertemente su derrota en la llamada “semana trágica”, posterior al domingo electoral. Una severa carta de la vicepresidenta Cristina Kirchner, muy crítica del presidente Alberto Fernández, lo obligó contra su voluntad a realizar importantes cambios en el gabinete. El clima de derrota fue claro, en especial por haber perdido en la provincia de Buenos Aires, el distrito más afín al justicialismo. También fueron superados en la mayor parte de las provincias, teniendo los Kirchner la peor derrota en tres décadas en su bastión, la provincia de Santa Cruz. La oposición, en cambio, vivió el resultado de las PASO como una sorprendente victoria, no prevista por los resultados obtenidos, en especial en la provincia de Buenos Aires. Fue así que, desde septiembre, el Gobierno implementó acciones para revertir tal derrota, con medios muy criticados.
Ello dio lugar a que, en noviembre, el FDT lograra reducir la diferencia en su distrito más afín, aunque sin superar a la oposición. Esto le permitió concentrarse en este resultado y expresarlo como una victoria. Un árbol algo victorioso tapaba un bosque mayormente derrotado. De no haber habido las PASO, el oficialismo hubiera vivido el resultado de noviembre como una seria derrota.
Por ello no se debe evaluar de la misma manera la elección de medio término, de la elección presidencial. En las presidenciales se suman los votos obtenidos para proclamar un ganador entre dos candidatos. En las legislativas debe observarse algo más, o sea el impacto de los votos en la composición de las legislaturas. Mirar sólo el número de votos y sólo en el distrito afín, conduce a las actitudes mencionadas: la desazón de quien vivió como un fracaso la elección de JxC y la euforia triunfalista del Gobierno.
De todas maneras, si se analizan los sufragios a nivel nacional, la principal coalición opositora triunfó en 13 de los 24 distritos del país, con cerca de 10 millones de votos, casi un 42% del electorado, por lo que en una elección presidencial estaría al borde de ganar en primera vuelta. Los votos opositores superaron en un 8,4% los del oficialismo, que alcanzó el 33,5% de los sufragios.
Al no ser ésta una elección presidencial, deberá medirse el impacto en el Congreso. En la Cámara de Senadores, JxC logró los cinco senadores que se propuso, por lo que de 26 bancas tendrá 31. En 2015 tenía 15. El FDT perdió seis senadores y, consecuentemente, la mayoría simple y el quorum propio después de 38 años de tenerlo. En Diputados, el FDT no pudo obtener el quorum propio pues perdió dos legisladores y JxC ganó uno, teniendo 118 y 116 bancas, respectivamente. El FDT, al retener la primera minoría, deberá sumar ahora 11 diputados para reunir el quorum de 129 e iniciar las sesiones.
El problema central no está en los resultados de esta elección de medio término, sino en la dificultad de nuestros políticos para gobernar o legislar desde una coalición de partidos. Las pujas de poder, los réditos temporales e intereses de distinta índole que se observan en el Gobierno y también ahora en la oposición, contradicen la voluntad del electorado expresada claramente en las urnas.
Arturo Prins es Director Ejecutivo de la Fundación Sales
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Join discussionEl egocentrismo y la ambición de poder son más fuertes que la vocación de servicio y la voluntad de los ciudadanos. Este es uno de los problemas de la política, presentes también en las democracias. Sólo una conciencia cívica arraigada en la sociedad y el constante control de las acciones de gobierno y dirigencia en general y una participación comprometida de la ciudadanía podrá, quizás, contrarrestar o, al menos, moderar las inclinaciones negativas que la condición humana impone a la política.