Mis sentimientos han sido contradictorios en esta COP26. Por un lado, me ilusioné, porque tengo expectativas de que podemos lograr la transformación necesaria que se requiere para afrontar los problemas asociados a las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero que están cambiando el clima de la tierra.

Sin embargo, por el otro, después de las rimbombantes alocuciones de los Líderes Mundiales en los dos primeros días, confirmo algo de lo que me doy cuenta desde hace varias COP anteriores: que el proceso político, económico y financiero para alcanzar estos cambios necesarios nos van a llevar mucho tiempo. La lucha por la acción climática es una lucha larga. Las Ambiciones (o las NDCs – Nationally Determined Contributions”) presentadas por los países en esta COP han sido un ejemplo de la complejidad y la lentitud. Resultaron insuficientes[1]. Cada país se quedó corto en su Ambición libre y soberana para alcanzar las metas del Acuerdo de París. En su conjunto apenas alcanzaríamos a cubrir el 25% de las reducciones de CO2 necesarias. El flácido documento final, es otro ejemplo. Nuestros gobiernos todavía duermen en los brazos de la procrastinación. Del feliz momento que vivimos a partir del Acuerdo de París, han pasado seis años y estamos igual en cuanto a la concreción de las acciones políticas climáticas, globales y vinculantes[2]. Y para el 2030 falta muy poco tiempo.

Pienso que puede ser imposible en la práctica lograr la contundente transformación de la actual matriz energética que empuja las economías mundiales, fuertemente basada en combustibles fósiles que empuja las economías mundiales. Esta imposibilidad es sobre todo por falta de voluntad política para llegar a acuerdos vinculantes, que estimulen la necesaria inversión en energías limpias y tecnologías innovadoras, llevando financiamiento allí donde hace falta, para acortar el tiempo del avance tecnológico necesario para los objetivos del Acuerdo de París[3]. Mi temor ahora es que las energías alternativas y nuevas tecnología, dado que siguen siendo costosas, sean sólo para unos pocos y se postergue la ayuda a las otras naciones más empobrecidas, que hoy mismo urgentemente necesitan ayuda inmediata para poder desarrollar sus sociedades dignamente. Algo de esto ha ocurrido con la distribución injusta de la vacunación por la pandemia en estos casi dos años de COVID.

Además, quisiera resaltar lo siguiente. El conocimiento científico proporciona un marco de referencia para la toma de decisiones. Los límites que se sugieren desde la ciencia del clima para la actuación deben ser tomados como lo que técnicamente son: proyecciones climáticas y, por lo tanto, no debemos tomarlos como afirmaciones a rajatabla, que si no logramos reducir las emisiones de CO2 al 45 % de lo que emitíamos en el 2010 para el 2030, y no tenemos éxito para llegar a las  emisiones netas cero para el 2050 y alcanzar así un calentamiento por debajo de 2ºC antes de fin de siglo, entonces se viene la catástrofe, el apocalipsis. Eso no va a ocurrir, pues la naturaleza es benévola y el sistema climático tiene mecanismos de adecuación, amortiguación y resiliencia que nos podrán dar una tregua[4].

Ahora bien, esto no significa que no tendremos costos y sufrimiento, pues, de hecho, ya hay poblaciones en el Sur Global que sufren las consecuencias del cambio climático – y actuar de inmediato es un tema de justicia hoy-. Lo anterior significa que no debemos desesperar, y siempre mantener una luz de esperanza. Lo que es cierto, como ocurrió con la pandemia, es que los problemas asociados al cambio climático que van surgiendo y vayan apareciendo con más frecuencia, nos irán obligando a repensar las cosas para adaptarnos y sobrevivir.

Con todo esto quiero decir que la ciencia del clima no predice un futuro apocalíptico ni catastrófico, tampoco indica que debemos dejar las cosas como están.[5] El futuro, real y concreto, en cuanto a su dosis de incertidumbre y complejidad, puede decirse que está “en manos de Dios”, en cuanto que el Creador nos ha dado una Tierra maravillosa, con sus leyes internas en su dinámica, digna de vivir en ella; y nos ha dado inteligencia para encontrar soluciones justas y una capacidad de empatía, de pasión, que nos ayude a la reacción frente al sufrimiento de los otros. Esto me da esperanza.

De hecho, por más que lográsemos las reducciones necesarias de CO2 en las próximas décadas, los efectos sobre el cambio de clima que estamos causando ahora y causaremos en los siguientes años durarán por mucho tiempo en la atmósfera (por lo menos 100 años más) y, por lo tanto, los beneficios no serán inmediatos.

Con esto quiero decir que la ciencia del clima nos dice que sí debemos cambiar el rumbo de nuestras culturas de sobreconsumo, de economías depredadoras y la manera en que pensamos el progreso, para que el desarrollo humano integral sea más en armonía con la resiliencia de la Tierra, con respeto a ella, y con justicia para el Sur Global. Estos cambios de comportamientos son primeramente humanos y sociales, y seguramente nos lleven mucho tiempo. No debemos dejar de trabajar para lograrlos. En esto consiste la nueva cultura Laudato Si’ que queremos vivir y compartir como creyentes.

Hermanas y hermanos, la ecología integral es un paradigma, una cosmovisión de cómo ha de ser la relación del ser humano con la Tierra, con Dios, con toda la realidad, en base a las Escrituras Sagradas de los cristianos. En ella, vemos que en la creación “todo está interconectado” y los seres también están ligados a la dimensión sagrada, que es Dios Creador. Los seres humanos necesitamos de cosmovisiones para desarrollar nuestra cultura, nuestras pautas sociales de convivencia, para entender lo que esperamos y los que otros esperan de nosotros.

En esta mirada integradora, los que le pasa a la Tierra o a mi hermana o hermano, me pasa a mí, y también le pasa a Dios, porque TODO está INTERCONECTADO. Esa es la sorprendente esencia ecoteológica de Laudato Si’, la carta pastoral del Papa Francisco[6].

Por tanto, crear una cultura de ecología integral, de Laudato Si’, es como una manera de comprender qué significa ser cristiano hoy por hoy. Un modo de predicar el Evangelio. Si eres creyente, si crees en la Resurrección, has de trabajar por el cuidado de la Tierra, el cuidado de los pobres, de las víctimas y vulnerables, en eso consiste la justicia social y ambiental que hoy llamamos justicia climática. No hay otra manera de ser creyentes si no es esforzándonos por sanar las relaciones humanas con el ambiente, con los demás y con la Presencia Sagrada.[7]

Por tanto, la ecología integral ha de ser una cosmovisión en la que la humanidad se siente solidaria, fraterna al resto de las criaturas, porque ha descubierto una relación profunda, espiritual, que la conecta con la Tierra y con su Creador. Ante la crisis climática, la lucha en esta COP26, y en las tantas otras luchas que seguirán viniendo, se trata de lograr cambios profundos para las generaciones futuras, para lo que puede ocurrir en 50, 100, 200 o 300 años. Hoy es en torno al cambio climático, en el futuro será en torno a otras transformaciones ecológicas que son necesarias para vivir en armonía.

De nada nos sirve lograr “exitosamente” la reducción de CO2 en las próximas décadas, si a costa de ello hemos cargado la Tierra y a las generaciones futuras con otros problemas tanto más graves como el cambio climático antropogénico (pienso en, por ejemplo, la “transición mediante energía nuclear”, o en la maltratada biodiversidad), y esto porque no hemos tocado el “centro” integral del problema ecológico, que es espiritual, cosmo-visional, de valores, respeto y resiliencia…

Si seguimos la actual locura mundial de un desarrollo insostenible, basado en la mera acumulación y dilapidación voraz de los bienes de la Tierra, sucumbiremos como civilización en ese lapso porque no nos sentimos parte de la Tierra y que somos tierra.

Eduardo Agosta Scarel, O. Carm. es teólogo, licenciado en Física, Doctor en Ciencias de la Atmósfera


[1] Cf. el Informe de Síntesis de los NCDs publicado por la Convención Marco de Cambio climático para la COP26, https://unfccc.int/news/cop26-update-to-the-ndc-synthesis-report

[2] No así en términos de cambio climático: los impactos de este son más evidentes que en el 2015.

[3] “Será imposible alcanzar las emisiones netas cero para 2050 sin un progreso significativo en muchas dimensiones para 2030. El progreso actual en las inversiones, tecnologías y políticas es demasiado lento para hacer factible un camino hacia las emisiones netas cero para 2050”, Energy Transitions Comission (20 de septiembre de 2020). Informe “Making Mission Possible. Delivering a Net-Zero Economy”. Reumen Ejecutivo, p. 26. Disponible en https://www.energy-transitions.org/wp-content/uploads/2020/09/Making-Mission-Possible-Executive-Summary-English.pdf

[4] En el idioma técnico del Informe Sexto del Panel de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) esto se dice así: “Los forzantes naturales y la variabilidad interna modularán los cambios provocados por el ser humano, especialmente a escala regional y a corto plazo, con poco efecto sobre el calentamiento global secular. Es importante tener en cuenta estas modulaciones a la hora de planificar toda la gama de posibles cambios.” Traducción personal del original en inglés: “Natural drivers and internal variability will modulate human-caused changes, especially at regional scales and in the near term, with little effect on centennial global warming. These modulations are important to consider in planning for the full range of possible changes”. Cf. IPCC (2021). Summary for Policymakers. En: Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Contribution of Working Group I to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Masson-Delmotte, V., P. Zhai, A. Pirani, S. L. Connors, C. Péan, S. Berger, N. Caud, Y. Chen, L. Goldfarb, M. I. Gomis, M. Huang, K. Leitzell, E. Lonnoy, J.B.R. Matthews, T. K. Maycock, T. Waterfield, O. Yelekçi, R. Yu and B. Zhou (eds.)]. Cambridge University Press. In Press, p. 31.

[5] Una primera versión de esta nota de opinión salió publicada en el sitio web de la ONG Carmelita (CarmeliteNGO.org) al finalizar COP26 (13/11/2021). Mi preocupación en este punto surgió por constatar en el ambiente que se respiraba dentro y fuera de la cumbre oficial de la COP26, y sobre todo entre las organizaciones de la sociedad civil presentes, cierto temor y desánimo, si no hasta desesperación, especialmente en los más jóvenes, por cómo se demoran las decisiones dentro de la cumbre. En los días previos al inicio de la COP26, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas lanzó la campaña “No elijáis la extinción” (https://dontchooseextinction-toolkit.undp.org/es/) con un vídeo corto, en el que se pudo ver a la dinosaurio Frankie se mete de lleno en la asamblea de la ONU para alertar a los negociadores del peligro de extinción al que nos estamos encaminando. En lo personal el mensaje temerario tuvo capacidad de impregnar pesimismo en el ambiente y la convivencia. Durante la misma COP comenzaban a circular publicaciones en redes sociales, o a escucharse conversaciones informales e incluso en programas de radio, cuestiones relacionadas con la catástrofe que se viene, en un ambiente apocalíptico. Por ejemplo, un programa de radio católica en Bogotá tuvo como tema el 9 de noviembre: “Ecoteología de la Extinción ¿Hay alternativa si fracasa la COP26?”, tema suscitado a partir de la campaña de la dinosaurio famosa, cf. https://www.facebook.com/EncuentroRadio/photos/a.831273716920785/4447255248655929/?type=3&theater.

Posteriormente, la revista católica inglesa “The Tablet”, en el número del 20 de noviembre del 2021, sacó como nota editorial, una comparación del cambio climático con el “apocalipsis” de Juan en la isla de Patmos. En ella se lee: “La palabra «apocalipsis» puede sonar exagerada, pero no está mal empleada en relación con el cambio climático…” también, “¿Ha asustado este jinete verdaderamente apocalíptico a la raza humana para que haga lo necesario para salvarse? ¿Fue Glasgow una revelación de lo que está por venir y un momento de conversión en el que el saqueo de los recursos naturales da paso a su cuidado?”. En el mismo número, la segunda nota de contenidos titulada “Glasgow, anfitriona del mundo”, en el copete se lee “Puede que la cumbre no haya hecho lo suficiente para evitar la catástrofe, pero tuvo un impacto que cambió la vida de los activistas que viajaron a Escocia y de los que los acogieron”. Con esto, pienso que queda evidenciado el ambiente apocalíptico y catastrófico poco esperanzador que ha imbuido a la experiencia global de la cumbre de Glasgow y que como creyentes no deberíamos alentar.

[6] Cf. Francisco (2015). Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común. La expresión “todo está conectado”, o similares, y sus consecuencias, aparece en los párrafos nº 16, 70, 91, 92, 117, 120, 137, 138, 142 y 240.

[7] Cf. Agosta Scarel, Eduardo (2021) [in press]. Climate Change in the light of Integral Ecology. Melita Theologica 71/2. ISSN 1012-9588 (print).

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