El momento pone en evidencia la realidad incontrastable de que la Argentina es un país empobrecido y fracasado, con una debilidad estructural que puede amenazar su supervivencia. No ganamos nada con negarlo.

Habiendo sido líder en Sudamérica, se ha estancado y retrocedido y hoy es aventajado por sus vecinos. En palabras de Tomás Abraham, es el único país en el mundo que, en dos décadas, entre 1972 y 1990, se comió sus riquezas. Y hoy muestra una imagen deplorable, especialmente por su derrumbe económico, su conflictividad social, su estatismo fenomenalmente ineficiente, su desintegración cultural y su fracaso educativo. Basta una muestra: el “conurbano infinito” es nuestra perpetua pesadilla trágica

Luego del proceso eleccionario, ¿volveremos a repetir nuestros errores? ¿Seguiremos con nuestras decisiones superficiales, improvisaciones y soluciones cosméticas circunstanciales?  

Habitualmente los partidos se enfrascan en ganar las elecciones y luego, si lo logran, en medio de la sorpresa, el desconcierto y la imprevisión, optan por el “vamos a ir viendo qué hacemos”. Así no se reconstruye un país. Y así los “ensayos” resultan catastróficos.

Se trata de un momento decisivo, una oportunidad en que la Historia nos interpela para una opción irrenunciable: la insensatez de siempre o la reflexión madura. Es esencial detener la marcha un instante y pensar. La serenidad puede darnos la Sabiduría que la hora requiere.

Responsabilidad programática1

Las experiencias del pasado muestran que, al asumir, los gobiernos no estuvieron preparados para responder a las necesidades de las circunstancias.

Se hace necesaria la elaboración de un programa con una plataforma común, consensuado y diseñado para el “país actual”, de alta productividad, de reordenamiento substancial del Estado, y donde los más débiles sean realmente fortalecidos y estimulados a superar su situación.

Aquí cobran relevancia la lucidez y la seriedad de quienes tengan la responsabilidad de gobernar. Es que en la arquitectura de un nuevo país tiene tanta importancia la idoneidad y la eficiencia de los “técnicos” como la base moral del proyecto. Son imprescindibles tanto la renovación ética como la experiencia de la praxis social, cualidades que no abundan. La ciencia del buen político no se adquiere de la noche a la mañana.

Y aquí podemos mencionar un hecho curioso: los gobiernos vienen acostumbrándose a quejarse. Pero precisamente la queja es lo que no tienen permitido y a lo que no tienen derecho. El que gobierna no se queja. De alguna manera es cierta la paradoja que alguno expresó así: “El que gana la elección, se…” porque carga con las consecuencias.

¿La tarea es trabajosa? Para eso se postuló. Nadie le dijo que era fácil. Acción política supone compromiso y fortaleza tanto en el gobierno como en la población.

Pautas para la organización y la acción política                                                              

Las instituciones políticas están sujetas a las mismas pautas para su organización y su acción que el resto (empresariales, sindicales, etc.). Y para ellas también valen algunos criterios que la experiencia ha demostrado válidos en toda actividad humana compartida.2

No hacer nada sin un plan. Un plan significa un conjunto de acciones con un objetivo común. Y los objetivos deben ser problemas específicos a resolver, no metas indefinidas o abstractas.

En toda realidad siempre hay mucho por hacer. De modo que se trata de identificar y distinguir lo que es importante y lo urgente y abocarse a eso. Y luego se requiere contenido para el plan, darle especificidad y concreción: qué hacer, cómo, con quién, cuándo, con qué medios; los planes genéricos o abstractos son estériles. E imaginarse problemas y prever acciones.

Pasar a la acción. Se trata de actuar eficazmente. Son las convicciones las que movilizan las acciones, y son las personas las que hacen que las metas se logren. Para ello, se trata de reclutar gente que se identifique con los proyectos y trabaje con dedicación y compromiso.

Siempre es válida la expresión del Dr. Miguel Ángel Espeche Gil: “Se necesita fuerza política y sólo se puede apoyar en un consenso de la población, que tiene que estar imbuida de un concepto, creer algo en serio”.3                                                                               

Seleccionar gente que reúna determinadas condiciones. En lenguaje barrial, que sean “buenos tipos”. No vale el número sino la calidad de nuestros seguidores.

Que sean personas que posean capacidad conceptual: que distingan lo esencial y lo accidental, que sepan ver el todo o no sólo las partes. Que muestren capacidad de relación con otros (saber comunicarse y saber compartir). Que conozcan el tema que tratan porque en política hay muchos que saben poco y hablan demasiado. No desperdiciar a la gente valiosa porque aseguran el futuro de una organización. Son demasiados los buenos elementos, capaces y bien intencionados, que muchas instituciones pierden por no saber darles cabida en ellas o por no haber encontrado ellos la recepción que legítimamente esperaban.

Capacitar a las personas no significa más y más cursos: la mentalidad no se modifica sólo con cursos sino con experiencias compartidas.

Aprender no sólo es adquirir conocimientos, sino entender los por qué de las situaciones y las razones por las cuales las personas actúan de determinada manera. Es pensar por sí, con autonomía ante la ambigüedad de las realidades. Es pensar sistémicamente, desarrollar empatía, poseer autorrespeto y respeto por el otro, sentido ético, y ser responsables de las decisiones (no “salir corriendo cuando se arma la podrida” o las cosas fracasan). Estas son las claves de toda capacitación, formación y educación.

Gobernar es conducir. Todos conducimos en alguna manera. Todos influimos en los otros. Para que un programa realmente se cumpla (es decir: se concrete en conductas y se consolide como cultura), las creencias auténticas de los que tienen el poder real (las autoridades) debe ser coincidentes con el plan y tener la decisión efectiva de construir una organización con esos valores (ejercitados cada día, con coherencia, en cada decisión). Es la autenticidad, la convicción y la coherencia entre lo que se cree y lo que se dice y hace. Es un verdadero “apostolado”, una genuina y comprometida adhesión a la Causa.

De ahí la responsabilidad de los que conducen. Deben ser los mejores; esto significa poseer “sabiduría”. Los que conducen son modelos. “El ejemplo no es el mejor medio de influir… Es el único” (A. Schweitzer). Ese es el valor y el poder de la ejemplaridad.

Un líder debe ser “buen tipo”, sano, transparente, comprometido, responsable, que respete los medios a usar en la búsqueda de los objetivos (no cualquier medio está permitido). En todas las organizaciones hay líderes canarios (vistosos) y líderes gorriones (efectivos). Tememos que en política sobren los primeros y escaseen los segundos. Al parecer, en la práctica, abundan los que, con apuro y a los codazos, ocupan la primera fila.

Acaso la descripción que el escritor e ilustrador Howard Pyle hizo de Robin Hood puede ser una buena síntesis (no exhaustiva) de las condiciones de un buen líder: energía, iniciativa y simpatía.

Finalmente: con los adversarios se ha de mostrar cuáles son nuestras reglas de juego y que somos coherentes. Ser respetuosos con ellos, con firmeza y autovaloración. Y reconocer sus logros (también ellos tienen un rol legítimo a cumplir). El camino, siempre que sea posible, es el diálogo, con el que llegamos a acuerdos y nos enriquecemos todos. Todo de pierde con la guerra, todo se gana con la paz.

La concientización como condición de un cambio sólido

El cambio del país resulta imprescindible, y al mismo tiempo debe ser auténtico.

Si un cambio social no logra impregnar la conducta de los individuos, es efímero. Si las relaciones humanas en la vida cotidiana quedan igual que antes, en realidad no hay cambio.

En la Argentina se impone una desestructuración de los esquemas mentales de las últimas décadas y la instalación de un modo de vida, internalizado en la valoración ética de los ciudadanos, y que se convierta en moral colectiva. Los criterios que son fundamentales para una vida democrática deben ser sentidos como tales por la población. De ahí la necesidad de la concientización, de una auténtica “conversión”, un cambio de mentalidad que los griegos llamaron “metanoia”.

NOTAS

1. Ver: Espeche Gil, M. A. y Polcan, H.; Política para todos, SB, 2011, pág. 141-148.

2. Muchos de los conceptos y expresiones que siguen provienen del destacado experto Bernardo Poblet Martínez, en su obra Recursos Humanos, Dunken, 2008.

3. Entrevista en el diario La Mañana de Montevideo, 4/2/2021.

1 Readers Commented

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  1. María on 23 febrero, 2023

    Excelente y complejo ! Gracias por pensar la realidad que nos preocupa Cordiales saludos

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