Los años y la experiencia de vida aconsejan recordar los episodios en los que los acuerdos superaron a las desavenencias. Esta reflexión es válida, también, en el ámbito de las relaciones internacionales. Parecería que es algo así como una constante que las tratativas, las negociaciones llevadas a cabo sin repercusión mediática, con prescindencia del posible aprovechamiento coyuntural de las partes, tienen mucha mayor posibilidad de llegar a acuerdos duraderos y fortalecen los vínculos bilaterales.
Ejemplo de ello fue la solución que en los años noventa del siglo pasado se le dio a más de 40 casos controversiales que se daban en la frontera de miles de kilómetros entre Chile y la Argentina.
Se trató de una negociación entre las respectivas cancillerías inspirada por el patriotismo de los cuerpos diplomáticos profesionales empeñados en clausurar esos riesgosos focos de conflicto y así asegurar el vínculo fraterno de ambos países, mérito que fue lógicamente apreciado por ambos gobiernos.
Hoy nos encontramos nuevamente ante la oportunidad y la necesidad de ser fieles a esta valiosísima tradición que nos une a chilenos y argentinos.