La noticia del nombramiento de una mujer como jefa de oficina de la Comisión para América Latina (CAL) del Vaticano sorprendió a los católicos y sobre todo a las mujeres. Si bien el papa Francisco ha nombrado a varias para cargos importantes, la Comisión para América Latina es una oficina importante y al mismo tiempo delicada en el conjunto eclesiástico. En tiempos pasados ha sido presidida por el cardenal Angelo Sodano, que en muchos aspectos disentía con la línea más progresista de la Iglesia en el continente. Después tuvo como cabeza al laico uruguayo Guzmán Carriquiry, que permaneció muchos años.
La profesora Cuda será, entonces, la primera laica en ocupar un cargo de liderazgo en la CAL. En un continente aún marcado por el machismo y donde las mujeres tienen poco protagonismo, sobre todo en el ámbito eclesial, la presencia de la teóloga argentina es una clara señal de los nuevos vientos que soplan desde Roma.
Emilce Cuda nació en Buenos Aires y allí recibió su formación. Obtuvo su título en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, seguida de un MBA en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Obtuvo su doctorado en Teología moral en la Pontificia Universidad Católica Argentina, siendo la primera mujer en obtener un doctorado pontificio de esa naturaleza.
Es profesora de la UCA de Buenos Aires, así como profesora invitada y visitante en numerosos espacios académicos y eclesiales internacionales, en América Latina y los Estados Unidos. Su área de especialidad es la Teología política, sobre la que ha publicado libros y numerosos artículos, sobre todo sobre democracia y catolicismo, sindicalismo y movimientos populares.
Su más reconocida publicación es el libro Para leer a Francisco. Teología, Ética y Política, del año 2016, donde propone una interpretación del magisterio del Papa a través de la Teología del Pueblo, que ha asimilado y practicado tras su larga convivencia, amistad y trabajo conjunto con el ilustre teólogo jesuita argentino Juan Carlos Scannone, recientemente fallecido.
Después, siguió una intensa actividad en torno a temas como la economía de Francisco, la opción preferencial por los pobres y las líneas maestras de los documentos sociales del actual pontificado. Es miembro de la red mundial Catholic Theological Ethics in the World Church (CTEWC), donde asumió la coordinación para América Latina y el Caribe entre 2016 y 2018. Y es miembro fundadora de la Red Ecclesia in America, fundada en 2019, que reúne a teólogos latinoamericanos y latinos de los Estados Unidos.
Por su formación y recorrido, la doctora Cuda tiene capacidad y sobradas calificaciones para ocupar el cargo para el cual fue nombrada. Lo que impacta en su elección es el hecho de que en nuestra sociedad –sin excluir la comunidad eclesial– no es costumbre reconocer atributos evidentes en mujeres y nombrarlas para cargos de decisión e importancia. En una larga tradición de silencio e invisibilidad, por lo tanto, un hecho como este nos llena de esperanza.
En las bases pastorales de la Iglesia latinoamericana es notable la participación y liderazgo de las mujeres, reconocido ampliamente incluso por obispos, religiosas o laicos, ya que componen la gran mayoría del pueblo de Dios y tejen los fundamentos del edificio eclesial desde siempre. Sin embargo, su reconocimiento y visibilidad tiene poco más que cinco décadas. Después del gran evento del Concilio Vaticano II, la voz femenina empezó a hacerse oír más, reivindicando la ocupación de espacios dentro de la Iglesia y asumiendo una presencia efectiva en su acción pastoral.
Ya sea en la coordinación de comunidades en distintos niveles o por el camino de producción de una reflexión teórica sobre la experiencia religiosa y los contenidos doctrinarios de la fe desde su propia perspectiva, el hecho es que hoy no es posible pensar y hablar sobre Dios, y actuar en nombre de la comunidad eclesial, sin tener en cuenta la contribución femenina. Las pioneras de este proceso empezaron a frecuentar los cursos de Teología y a atreverse en servicios pastorales creativos y exigentes. En nuestro continente, ese despertar de la mujer nació en estrecha conexión con las opciones de las conferencias de Medellín y Puebla, hecho eclesial en el rostro femenino que ha empezado a hacerse visible en la comunidad.
La palabra “empoderamiento” ha entrado recientemente en el universo cristiano. Pero parece haber llegado para quedarse. Cuando se habla de delegar poder, capacitar para actuar con más autoridad, descentralizar, no se puede menos que pensar en la mujer. El dar poder a la mujer es cada vez más un hecho en la sociedad, las ciencias humanas y sociales han reflexionado y dado voz a este fenómeno, y en la Iglesia se está incorporando en igual medida. Específicamente la teología le presta atención, en su pensar y su discurso. Hablar teológicamente de poder en términos de Iglesia y sociedad implicará necesariamente hablar de la cuestión de la mujer, de abrirle espacios en la Iglesia y franquearle el acceso a los puestos de decisión.
La cuestión de los ministerios es crucial para los cristianos comprometidos de hoy. Entre estos, particularmente la mujer –siempre y necesariamente laica, ya que no tiene acceso a los ministerios ordenados– se sitúa en el epicentro de esa interpelación. Por un lado, está la pertenencia a una Iglesia que no proyecta abrir los ministerios ordenados a sus fieles femeninas. Por otro, están las enormes necesidades de las comunidades, a las que muchas mujeres dedican sus vidas y que las reconocen en su carisma y en su servicio.
El paradigma eclesial post conciliar, que sustituye una Iglesia centrada en la contraposición clero-laicado por una comunidad constantemente reinventada y redimensionada por los carismas y ministerios abundantemente suscitados por el Espíritu, va permitiendo que las mujeres puedan caminar en el deseo y en la realización de un verdadero y mayor servicio al pueblo de Dios.
Muchas mujeres, religiosas o no, fueron asumiendo progresivamente ministerios varios en las comunidades. Desde su coordinación hasta las celebraciones litúrgicas de la Palabra, son incontables los servicios prestados, viviendo un modelo de Iglesia donde el poder es más libremente compartido y las decisiones se toman en conjunto, colegialmente. El documento de Aparecida menciona la importancia que tiene la mujer en los diferentes servicios eclesiales, declarando por primera vez en la historia de los documentos eclesiales que ella debe acceder a los niveles de decisión en la Iglesia.
Coherente con sus orígenes, el movimiento de mujeres que actúa y sirve a la Iglesia en América Latina integra experiencia de Dios y práctica liberadora, contemplación y compromiso histórico. En un contexto marcado por la conflictividad y la injusticia, esa presencia femenina no podrá menos que ser configurada por una eclesialidad inseparable de una ciudadanía que siempre e incansablemente une el binomio fe y justicia y entiende teología como palabra humana iluminada por la Palabra de Dios, a fin de contribuir a un mundo más humanitario, en donde los derechos humanos sean más respetados y vividos.
El nombramiento de la profesora Emilce Cuda como jefa de oficina de la Comisión para América Latina del Vaticano ofrece un perfil privilegiado de esa integración. Profundamente comprometida con los movimientos populares y las luchas de los pobres, y con una honda y consistente formación teológica, seguramente será una portavoz ideal para el cargo que le toca ocupar.
Maria Clara Lucchetti Bingemer es teóloga y escritora brasileña, profesora en la Universidad Católica de Río de Janeiro