La tierra en movimiento

El cine de animación no es sólo el de dibujos animados. En un tallercito de Humahuaca, Aldana Loiseau hizo animación con arcilla casi cruda, formando un juego de bajorrelieves en movimiento. El método presenta muchas dificultades, pero, dice ella, “decidí hacer algo muy rústico, primario, con las cosas que están en la mismísima tierra; era como respetar más lo que nos da la naturaleza”, para así contar costumbres y creencias de la cultura andina. Pacha, barro somos se llama el trabajo, resuelto en capítulos breves, hermosos, que dan ganas de seguir viendo. Para mayor belleza, los acompaña una música de instrumentos autóctonos. ¿Pero cómo llegó Loiseau a realizar estas joyitas? Y aún más, ¿cómo llegó a aquerenciarse en la Quebrada de Humahuaca esta joven crecida en el segundo cordón del Conurbano?     Hay algunas explicaciones: en la casa siempre se escuchaba folklore; su padre era Carlos Loiseau, más conocido como Caloi, un dibujante de arraigados sentimientos argentinos; y una de las familias más amigas de su familia era la de don Jaime Torres, el virtuoso del charango, creador en 1974 de ese encuentro primaveral de músicos regionales llamado Tantanakuy, “encuentro entre semejantes”, en lengua quechua. Lo acompañó en esa creación un poeta, el salteño Jaime Dávalos, también músico y cantante de voz grave.       Con el tiempo, Aldana se hizo fotógrafa, estudió cine, ayudó a su padre en el recordado programa Caloi en su tinta, y empezó a colaborar en otra idea luminosa, el Tantanakuy Infantil. Luego sumó funciones de cine ambulante en los pueblos de la región, y pequeños talleres. Se hizo docente no formal, alentando a los niños en el cultivo de las artes y aprendiendo de ellos al mismo tiempo, y se fue quedando.

Pero se nos pasó mencionar otra razón de su mudanza; Juan Cruz, hijo de Jaime. “De chica no le prestaba atención, porque él jugaba con mis hermanos y yo con sus hermanas. Hasta que, ya jovencita, fui a un recital de Jaime y él estaba tocando con su padre. Ahí nos reconocimos, y nos acercamos. Nos acercamos mucho. Desde entonces, casi que no nos separamos”.

Entre ambos impulsaron el Centro Cultural Casa del Tantanakuy, muy activo, y una salita de cine que llamaron Jorge Preloran en memoria de aquel documentalista enorme de nuestra tierra. Para lograr todo esto siguieron un consejo de oro: “Si querés hacer algo cultural,  solidario, sólido y permanente, buscá que sea sustentable”. “Papá me dijo esto, y creo que después se arrepintió, porque cuando logramos hacer sustentable nuestro proyecto dejé la casa paterna y me instalé definitivamente en Humahuaca”. 

Una de las actividades empezó con un televisor viejo, viendo y analizando películas en grupos de niños y de jóvenes que luego volcaban sus impresiones en pinturas, plastilinas o fotos. “Cuando pudimos concursar en el primer encuentro para chicos que se nos cruzó, ellos hicieron un corto con una filmadora prestada y se ganaron una cámara. Así fuimos avanzando. Y un día, Rodríguez Jáuregui llegó para darnos un taller de animación y me mostró que con muy pocos elementos se puede hacer algo maravilloso. Entonces nos volcamos a experimentar animación, y yo aprendí junto a mis alumnos. Experimentaba un poco antes y después lo practicaba con ellos”.                                                         Hoy pueden verse cortos muy agradables de los chicos, y otros, notables, de la maestra, y que han logrado aplausos en más de 20 países de tres continentes. “Siempre mostrando la cosmovisión andina, desde el dibujo La piedra y el rayo, que hice con Soledad Fernández y música de Jaime Torres y Tukuta Gordillo, hasta los cuatro capítulos de Pacha, barro somos, que Pablo Mar y yo hicimos con arcilla y música de Juan Cruz y Lucas Gordillo, el hijo de Tukuta, y que tuvo mucha repercusión en un montón de lugares, incluso en Irak, Georgia, Indonesia y Dubai, lo que me llamaba mucho la atención”.                                                                                 De todas maneras, hay una explicación: “Creo que ver la tierra en movimiento, expresando cosas, es muy hipnótico, y a la vez es universal, habla un poquito de todos, quizá porque la cultura andina tiene algo en común con tantas otras culturas del mundo. Claro, la mayor repercusión fue en Jujuy, lo que me pone muy feliz. Un capítulo, La Pacha y las almas, se hizo especialmente viral el Día de las Almas, que es como el Día de los Muertos, pero los muertos nuestros. Ese día se espera la bajada de las almas y se rinde homenaje a los ancestros, esperando que a la noche nos acompañen”.                           Pero hay algo más, en esos cortos andinos, algo relacionado con sus años de aprendizaje junto al padre. “Precisamente, lo que me inspiró para trabajar con la arcilla fue la obra de unos artistas que mi padre dio a conocer en su programa, como Jan Svankmajer, el de Dimensiones del diálogo, trabajo hecho en volumen, y Aleksandr Petrov, que pintaba al óleo sobre un vidrio. Me impactaba su resumen de El viejo y el mar, y mirándolo supe que, si el óleo podía moverse, la arcilla también podía moverse”. 

Otro artista aparece en su mejor recuerdo: “Hay un dibujo que me dedicó mi papá, una animación hermosísima de Dudok de Wit, Padre e hija. Para mí hacer este trabajo en arcilla fue como hacerlo junto a mi viejo, fue una cosa hermosa. El siempre estuvo viendo cómo ayudarme, pero cuidaba que fuera yo la que resolvía las cosas, no él”.           Ahora está haciendo un videominuto en barro, Pausa, sobre la temática del encierro, y elaborando su primer largometraje, un documental dedicado a su suegro: “Se llamará Jaime Torres, charango en flor, porque cuando la Madre Tierra abre una flor es porque está en su momento más hermoso, y él hizo que el charango floreciera, no sólo para nosotros sino para mucha gente en gran parte del mundo. Y creo que esa sutileza que tiene la flor, es la misma que él alcanzó con el sonido de su instrumento. Pero el homenaje no estaría enfocado tanto en su virtuosismo sino en los caminos que él abrió, y las luchas que batalló. Poniendo el pecho, con un instrumento muy pequeño, fue haciéndose lugar, mostró un pueblo, un paisaje, y una forma de ver la vida quizá distinta a la que tenemos en las grandes ciudades”. Eso es cierto. En las ciudades vivimos apurados. Ya mismo tenemos apuro por ver, y escuchar, esa película.

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