Con profunda alegría recibimos hace unos días la noticia de que Francisco, el Papa argentino, ha declarado venerable a Enrique Shaw. Entonces, la pregunta que suele hacerse frente al testimonio de vida de una persona valiosa cobró una nueva dimensión: ¿Qué significa hoy para nuestro país, para los empresarios, para la familia? Y dado que se lo propone al mundo cristiano, ¿qué tiene para decirle al hombre de buena voluntad?
Estamos en tiempos turbulentos, difíciles. Trataré de marcar algunos rasgos de la vida del fundador de ACDE con el fin de ayudar en el amado de una hoja de ruta para que empresarios y dirigentes, políticos y civiles, puedan encontrar la salida al drama que ya lleva varias décadas entre nosotros. No sin antes plantar la cuestión de la humildad y decir que él no aprobaría ponerse como ejemplo o modelo de conducta. Pero como decía Santa Teresa, se trata de andar en verdades, y ahora desde el cielo comprenderá que así funcionamos mejor los terrenales, mirando lo que hicieron los pasados para aprender y ganar experiencia. Es que su mirada humana de la empresa, su visión cristiana de la economía y el papel de los dirigentes y la dimensión de tarea personal, comienza en estos tiempos de pandemia a convertirse en eje para la reconstrucción.
Determinación y esfuerzo por hacer las cosas bien
Desde muy joven, Enrique decidió avanzar en el camino de la santidad. Los cristianos sabemos que todos estamos llamados; ser santos implica una decisión, un trabajo personal, no es algo espontáneo, no depende de la buena suerte o de circunstancias externas. Poner de nuestra parte la entrega y la fatiga y esperar la gracia de Dios que va empujando… A los 18 años quedó impactado por un libro sobre la Doctrina Social de la Iglesia y se entusiasmó, fue el inicio de una definida vocación. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se dirigió al Episcopado para ofrecerse como voluntario. Le pidieron que organice el envío de alimentos a la Europa devastada y hambrienta. Hizo una convocatoria a empresarios y varios respondieron con mucha generosidad. El grupo que había llevado a cabo esa intensa tarea logró consolidarse y decidieron seguir trabajando juntos y organizar una asociación. Así fue la etapa fundacional de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa. En 1952 se consolidó ACDE y Shaw fue nombrado primer presidente, un hecho muy relevante en su vida. La organización nació con el objetivo de conectar la Doctrina Social de la Iglesia con los empresarios, tener una visión cristiana de la economía y una mirada más humana en la cultura moderna.
Diálogo, escucha, comprensión y acuerdos posibles
Más de 400 testimonios de personas que lo conocieron y que se relacionaron, describieron episodios muy ilustrativos sobre su modo de pensar y de actuar. Enrique era un ferviente defensor del diálogo social, de los derechos del trabajador, del progreso y la movilidad ascendente. Fue el gran impulsor del salario familiar y ello se logró después de numerosas reuniones para construir consensos entre sindicalistas, cámaras empresariales, funcionarios, economistas y juristas. Siempre interesado por la realidad y la cuestión social, el mundo del trabajo y la gestión compartida; la responsabilidad era de todos.
El valor de la libertad
Enrique tenía, sin embargo, muy en claro el rol dinamizador de la empresa privada para la economía, la iniciativa y el principio de subsidiariedad; y estaba alejado de estatismos improductivos o regulaciones irrazonables que ahogaban la generación de empleo digno. Shaw decía:
“Desde un punto de vista económico, nada es más necesario para la prosperidad de un país que dejar un gran campo libre a la libertad y a las iniciativas de los hombres que tienen el coraje de asumir grandes responsabilidades personales y de poseer empresarios capaces, activos y honrados (…) La empresa privada es inmejorable para producir bienes, y lo que mejor se acuerda a la dignidad del hombre. Pero que no vaya contra el bien común. Que sea bien distribuido el fruto. Una patronal que no busca más que defender su posición es incapaz de mantener la paz social”.
La primera tarea empresarial es multiplicar el empleo
Enrique predicó con el ejemplo, dejó testimonios concretos de estas ideas y las llevó adelante pese a las dificultades, al ocupar un alto cargo directivo en la fábrica Rigolleau, en Berazategui, donde trabajaban cerca de 4.000 personas. En 1961 llegó una orden de la empresa Corning Glass Works, dueños de la mayoría accionaria, de despedir alrededor de 1.200 empleados; Enrique Shaw se opuso y escribió a los accionistas una carta afirmando que si esto se implementaba, él renunciaba. Sabía que estaba muy enfermo y que arriesgaba el futuro de su familia. Sin embargo, viajó a Nueva York para defender su postura. Explicó a los directivos que la falta de pedidos a la fábrica se debía a una situación transitoria y defendió la continuidad de los puestos de trabajo. Los accionistas aceptaron la propuesta y al poco tiempo llegaron pedidos. Gracias a que los operarios calificados estaban en la planta, pudieron cumplir.
En el prematuro final de su vida necesitó una transfusión de sangre y más de 200 empleados de la fábrica hicieron fila para donarla. Enrique valoraba la unidad y la camaradería. Antes de morir pudo agradecerles diciéndoles que estaba tan unido a ellos, que hasta por sus venas corría la misma sangre.
En Laudato Si, Francisco recupera el célebre discurso de Benedicto XVI de 2008 al College des Bernardins, en París. Su predecesor mostró que el cristianismo posee la clave para comprender el sentido del trabajo, al afirmar que el hombre está llamado a prolongar la obra creadora de Dios con su labor, y que debe perfeccionar la creación trabajando con libertad, guiado por la sabiduría y el amor. El mismo Hijo de Dios hecho hombre ha trabajado muchos años en Nazaret, y ‘así santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración’”.
Un llamado a poner en práctica los valores cristianos
El 26 de febrero se cumplieron 100 años del nacimiento de Enrique Shaw. Vemos con entusiasmo que su testimonio, su profundo conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia enriquecida por su experiencia empresarial y dirigencial, es el corazón de un camino posible, un consenso que se vislumbra y que puede poner de una vez por todas de pie a la Argentina. La dignidad de la persona en el centro del pensamiento económico y social. Pero sin ideologías extrañas que coartan la iniciativa, limitan el espíritu emprendedor natural a la empresa, destruyen empleos y atrasan el crecimiento. Somos hombres y mujeres de fe. Rezamos todos los días para que sus ideas puedan configurar una sociedad más justa, inclusiva y pujante.
Gonzalo Tanoira es Presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)