A favor de las vacunas

Compartimos la opinión del cardenal Séan O’Malley sobre las implicancias morales de la vacuna del COVID-19 desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia. Se trata de su exposición en el marco de la Conferencia Internacional de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos que se realizó en enero de este año.

Queridos hermanos y hermanas, paz y bien. En primer lugar deseo expresar mi agradecimiento a la Academia de Líderes Católicos por haber organizado esta Jornada sobre un tema tan importante como es la vacuna contra el COVID. Escucharán a expertos muchos más competentes que yo, pero me gustaría compartir con ustedes mis reflexiones de pastor, consciente de que muchos de nuestros fieles católicos están debatiéndose con las difíciles cuestiones morales relacionadas con la vacuna. Estoy aquí para asegurarles que la Iglesia está observando con mucho cuidado las implicancias éticas de esta vacuna y quiere asegurarnos a todos que vacunarse es una decisión ética, y que debemos alentar a la gente a hacer uso de esta arma tan importante en la lucha contra la pandemia.
Permítanme comenzar contándoles una de mis historias favoritas sobre un hombre que estaba muy enfermo y fue al médico para hacerse una serie de estudios. En un momento el médico pidió hablar con la mujer del hombre a solas y le dijo: “Señora, su marido está muy enfermo. Solo sobrevivirá si lo cuida muy, muy bien”. Ella le dijo: “¿Qué quiere decir, doctor?”, y el médico respondió: “Preparale sus comidas favoritas, no discutas con él, dejalo ir a pescar con sus amigos, no le pidas que corte el césped o que saque la basura, no dejes que los niños lo molesten, que tenga a mano el control remoto de la televisión y no invite a su suegra con demasiada frecuencia. Si hace todo esto, su esposo probablemente va a sobrevivir. Depende de usted”. Después, de regreso a su casa, el hombre, muy nervioso, le preguntó a la mujer: “¿Qué te dijo el doctor?”. Y ella respondió: “Cariño, el médico ha dicho que vas a morir”.
El papa Francisco, desde el comienzo de su pontificado, ha enseñado claramente que Dios nos ha puesto en esta Tierra para cuidarnos unos a otros, y a veces esto significa que tendremos que ofrecer la otra mejilla, dar nuestro manto junto con la túnica, y en un mundo que es tan individualista y competitivo, las demandas del amor nunca parecen razonables. Pero si no nos cuidamos unos a otros muy bien, “el paciente morirá”. De hecho, el planeta morirá. El Santo Padre quiere que todos seamos muy conscientes de que aunque vacunarse es una elección personal, tiene consecuencias que afectan no sólo al individuo sino también de manera más amplia a nuestros vecinos más vulnerables.
Hay personas que no pueden recibir la vacuna o aún no tienen acceso a ella, y pueden verse afectadas por quienes se niegan a vacunarse. El principio general del bien común se reduce a la benevolencia, el amor, el cuidado de los demás, el establecimiento de prioridades personales para el servicio de los otros. Recientemente el Santo Padre afirmó muy claramente: “Creo que éticamente todos deberían vacunarse, es una elección ética porque estás jugando con tu salud, con tu vida, pero también estás jugando con la vida de los demás”.
La semana pasada, tanto el papa Francisco como el papa Benedicto recibieron la vacuna. Espero que su ejemplo anime a todos a hacer lo mismo y a darse cuenta de que la opción ética es de hecho vacunarse.
Los expertos en salud pública han afirmado claramente que el efecto de inmunidad de rebaño será más difícil de logar si un número considerable de personas se resiste a vacunarse. La Organización Mundial de la Salud estima que entre 65 y 70 por ciento de una población determinada debe vacunarse para detener la propagación de enfermedades. Una vez que se cruce ese umbral, el virus reducirá drásticamente las tasas de transmisión. El proceso para lograrlo es bastante simple en teoría, pero laborioso, porque requiere muy tiempo en la práctica. Debido a que la inmunidad proporcionada por la vacuna no durará para siempre, es importante poder detener la pandemia antes de que el virus mute a una forma que sea resistente a la vacuna.
En los Estados Unidos, el escepticismo acerca de la vacuna está alimentado por el miedo que genera el movimiento anti vacunas o por grupos minoritarios, en particular, a nuestros norteamericanos negros, que han sufrido una larga historia de negligencia en nombre de la medicina. Incluso, en un triste pasado, muchos negros fueron usados como conejillos de indias en experimentos brutales practicados por científicos sin escrúpulos. Se necesitará un esfuerzo concentrado, liderado por figuras públicas creíbles y líderes comunitarios para reparar el daño que está profundamente arraigado y desalienta a muchas personas a aceptar la vacuna.
La vacuna es una adición fundamental a nuestras defensas contra el COVID-19. Pero nuestra capacidad para lograr la inmunidad de grupo inducida por la vacunación es muy difícil, si bien eso no debería impedirnos intentarlo. Tampoco debería impedirnos practicar y promover las pautas de seguridad que realmente pueden contener la enfermedad. Si el COVID-19 es un incendio forestal furioso y la vacuna es el bombero enviado para sofocarlo, las medidas de prevención probadas y verdaderas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y pruebas rápidas, entre otras, son las formas de protegernos hasta que lleguen los camiones.
A una velocidad sin precedentes, y gracias a los recursos humanos y financieros, casi ilimitados, dedicados a este proyecto de colaboración global, tenemos la fortuna de disponer de tres vacunas desarrollados escrupulosamente para combatir el coronavirus responsable de la pandemia global que arrasó el mundo en 2020 y continúa este año.
Detrás de estas tres vacunas hay otras tres docenas de productos que están desarrollándose rápidamente a través de las mismas fases. Con anterioridad a la disponibilidad de cualquiera de estos productos, la Iglesia, a través de las múltiples fuentes de su magisterio, ha abordado las preocupaciones morales de aquellos que serán vacunados y de aquellos que proporcionarán las vacunas, incluidos los profesionales de la salud, los centros de salud y los sistemas de atención médica.
Si bien hay ocasiones en las que la diseminación y la explicación de las enseñanzas de la Iglesia en todos sus temas no han sido siempre consistentes y claras, es muy importante que todos sepan que en el caso de las vacunas producidas en respuesta al nuevo coronavirus las principales fuentes de la enseñanza de la Iglesia sobre vacunas están en completa armonía. La Congregación para la Doctrina de la Fe ha emitido una nota firmada por el prefecto cardenal Luis Ladaria Ferrer, aprobada por el papa Francisco el 17 diciembre del año pasado. Este documento se basa en las recientes enseñanzas sobre vacunas que fueron articuladas por primera vez en 2005 por la Pontificia Academia para la Vida y reiteradas por la propia Congregación para la Doctrina de la Fe en su exhortación Dignitas Personae, en 2008, así como en una Declaración posterior de la Pontificia Academia para la Vida en 2017. Cada uno de estos documentos referencia al que lo precedió, reforzando así el mismo razonamiento y análisis moral, lo que lo hace más accesible para quienes intenten asimilar la enseñanza de la Iglesia en 2021, en lo que respecta a las nuevas vacunas COVID.
En los Estados Unidos, la Conferencia de obispos católicos emitió un memorando en diciembre que también se hizo eco de las fuentes utilizadas por el Vaticano. El memorando aborda la moralidad de las vacunas así como la obligación de salvar vidas y proteger y promover el bien común. Con fecha de 20 de diciembre de 2020, los obispos resumieron así las enseñanzas específicas sobre las vacunas de COVID-19: “Ni la vacuna de Pfizer ni la de Moderna involucraron el uso de líneas celulares que se originaron en tejido fetal extraído de bebés abortados en ninguno nivel de su diseño, desarrollo o producción. Sin embargo, no están completamente libres de conexión con el aborto, ya que tanto Pfizer como Moderna hicieron uso de una línea celular contaminada para una de las pruebas de laboratorio de confirmación de sus productos. Por tanto, existe una conexión pero es relativamente remota. Debido a la actual y por el momento la incontrolable naturaleza de la enfermedad, la Congregación de la Doctrina a del Fe en su nota del 17 del mes pasado, establece que pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces, con conciencia cierta de que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas, más bien –dice la Congregación–, recibir la vacuna es moralmente permisible porque la cooperación de receptor de la vacuna es remota, y por tanto, el deber moral de evitar tal cooperación material pasiva no es obligatorio porque existe un grave peligro por la pandemia de COVID-19”.
Finalmente, en un documento escrito en colaboración con la Comisión Vaticana de Vacunación, la Academia Pontifica para la Vida continúa con el tema de la vacunación obligatoria desde una perspectiva de justicia social, y aborda la necesidad y obligación de garantizar el acceso y disponibilidad de la vacuna para aquellos que son a menudo olvidados o ignorados. Así como esta pandemia ha puesto de relieve las disparidades sociales de salud en nuestras propias comunidades, también lo ha hecho en todo el mundo. El Vaticano hace hincapié en el deber que tenemos de que los olvidados sean recordados e incluidos en el reparto de medidas preventivas como son las vacunas, así como de los tratamientos para el COVID-19 cuando estén disponibles.
El hecho de que se pueda éticamente hacer uso de estas vacunas no debiera dar la impresión de que la Iglesia es indiferente frente al crimen del aborto, que no sólo destruye un ser humano inconsciente sino que también insensibiliza a la sociedad y causa escándalo. Así, a la Iglesia le corresponde la urgente tarea de manifestar su oposición al uso de líneas celulares de fetos abortados en la investigación médica y de instar a que las vacunas se produzcan de manera ética.
En 1973 se estrenó una película de ciencia ficción de culto protagonizada por Charlton Heston, llamada Cuando el destino nos alcance. Curiosamente la película pretende describir el mundo en el año 2022, y sufre los efectos acumulativos de la sobrepoblación, la contaminación y una aparente catástrofe climática que ha causado una grave escasez mundial de alimentos, agua y vivienda. En la trama de la película, las industrias Soylent Green suministran alimentos a la mitad de la población (el nombre deriva de soja y lentejas) y dicen que se produce a partir del plancton oceánico. Paralelamente, la sociedad futurista promueve la eutanasia y el suicidio asistido médicamente, que se lleva a cabo en un entorno de música suave y en escenarios visuales de bosques, animales salvajes, ríos y vida marina ya desaparecidos. El héroe, un detective de la policía de Nueva York, Robert Thorn, hace le terrible descubrimiento de que Soylent Green se produce a partir de los cuerpos de miles de personas sacrificadas en las clínicas gubernamentales. La película termina con la dramática escena en que la policía se lleva a Thorn detenido, mientras él grita a la multitud que lo rodea: “Soylent Green es gente”. En 2021, a un año del escenario de la película, tenemos que preguntarnos si a la gente le importa que el Soylent Green sea gente, que los bebes abortados sean personas. El movimiento Pro Vida tiene mucho que ver con promover cambios en la gestación, pero aún más con cambiar los corazones de la gente.
La ley es importante porque educa a las personas sobre los valores y la moral. Frecuentemente se piensa que si es legal, está bien. Por ejemplo, creo que sólo estamos comenzando a ver el daño ocasionado por la legalización de una droga de iniciación como es la marihuana. La legalización a menudo se traduce en una invitación a aceptar comportamientos peligrosos y deshumanizantes. El mensaje de la Iglesia sobre el carácter cerrado de la vida y nuestra obligación de protegerla debe ser la pieza central de nuestro Evangelio de la vida. Nuestro compromiso con los niños en el útero debe manifestarse en nuestro compromiso de ayudar a las mujeres en embarazos difíciles. Sólo salvaremos a los niños si salvamos a las madres.
El papa Francisco nos ha dado Fratelli Tutti, una poderosa encíclica en la que nos desafía a trabajar por un mundo post pandémico donde las personas realmente se cuiden unas a otras. La epidemia del coronavirus ha desenmascarado grandes injusticias sociales y desigualdad tanto en los países ricos como en los que están en vías de desarrollo. Conforme nos apresuramos a satisfacer las necesidades de las personas en los Estados Unidos y en Europa, no debemos olvidar que existe una hipoteca social sobre la riqueza, y tenemos la obligación de compartirla con el resto del mundo. La difícil situación de los refugiados, el abandono de los ancianos, la escasez de alimentos y de suministros médicos exigen que dejemos de lado la globalización de la indiferencia y construyamos un nuevo orden mundial basado en la solidaridad y la fraternidad.
Muchos de los aquí presentes aspiran a ser líderes y servidores públicos en los países de Latinoamérica. Deben ser constructores de una sociedad más justa basada en la defensa inquebrantable de la vida humana cuando es más vulnerable. Es un compromiso de trabajar para el bien común, defendiendo aquellos valores que nos ayudarán a ser verdaderamente humanos, a imagen y semejanza de Dios. Hacer esto requiere gran coraje, el apoyo de personas con ideas afines, que comparten los ideales del Evangelio y están comprometidos a trabajar para superar la pobreza, la injusticia, el racismo y la violencia, y a rechazar la corrupción, la codicia y las soluciones fáciles a los problemas sociales mundiales. La mejor preparación que existe para cumplir su misión será nutrir su vida espiritual a través de la oración y los sacramentos, y aprender más sobre la fe católica y nuestra rica doctrina social.
Como ha dicho el papa Francisco, el camino hacia la santidad pasa por la oración y la comunidad. Más que maestros, el mundo necesita testigos. Debemos esforzarnos para llevar una vida coherente que haga que nuestro testimonio sea creíble.
En Evangelii Gaudium, el papa Francisco nos dice que el mundo necesita el testimonio de hombres y mujeres que vivan con alegría las desafiantes demandas del Evangelio. Que el Señor los bendiga a todos. Gracias.

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