“Ese goce que el hombre de hoy ha perdido por esta civilización racionalista. Todo se ha separado: el cuerpo del alma, la emoción de la razón, el arte de la ciencia, el hombre del cosmos. Todo lo que tienda a reunificar al hombre es positivo y forma parte de lo que será la síntesis futura, cuando algo deba reemplazar a este mundo catastrófico”.
Han pasado 40 años desde estas palabras de Ernesto Sabato (1) y me recuerdan el refrán danés que se repite muy cerca de aquí en Tres arroyos: cuando soplan vientos de cambio unos construyen refugios y otros construyen molinos.
David Isacs, recordado pedagogo, tituló un libro Familias contracorriente. Con el afecto y respeto que el autor merece, su título sugiere la idea que los laicos debiéramos construir familias contracorriente, clubes, empresas y aldeas contracorriente, pero no es así. La carta a Diogneto nos habla de cómo vivían los cristianos con fidelidad a Cristo sin apartarse de las Ciudades ni la vida común (2).
Se trata de una cuestión muy amplia, y estas líneas se proponen enunciar una reflexión sobre las organizaciones de trabajo, que con prescindencia de su naturaleza jurídica y escala, sirva como referencia para ver, juzgar y gobernarlas, desde una sabiduría humanista cristiana, interior a las mismas, con una iluminación que quisiera entrever todo plazo.
Esta sabiduría de la creación, la encarnación y el Reino nos permite ver sin contradicción las realidades económicas, las sociales, las políticas y las teologales, los tiempos pasados y la Actualidad.

La nueva complejidad
Con la metáfora de la luz, nos referimos anteriormente al ser humano como un “amasijo” corporal, emocional y espiritual que necesita de otros, y en esta etapa de la historia, va optando por vivir en comederos y dormideros de proximidad a los que llama ciudad (4), sometido al arco de la ambigüedad de todo poder humano: desde el gobierno político hasta el gobierno despótico.
En este contexto el desarraigo de la crisis del Estado nacional moderno, la globalización y las migraciones masivas cambia las razones de arraigo que responden a su humana necesidad.
Desde que hay registros de seres humanos tenemos “raíces” que nos vinculan íntimamente a unos con otros, y también con lo humano. En un mundo en cambio, las fuerzas profundas del enraizamiento humano y la tensión a lo global son mucho más fuertes que las viejas ideologías.
Las personas, en nuestras burbujas de sentido, arraigamos hoy por el idioma, la religión y el país (paisaje); entre tanto, los principales desafíos, como el cambio climático, las migraciones masivas de quienes deben abandonar sus arraigos para sobrevivir, y las mafias del tráfico de drogas, de personas y armas, no son abordables desde los Estados nacionales.
Los gobiernos suponen que es una crisis de desigualdad a escalas nacionales, sin percibir que el problema es que no existen en el imaginario global modelos de desarrollo generalizables sin acabar con el planeta. Un “rico” de Buenos Aires tiene un ingreso mensual igual al de un pasante precarizado de Londres. Sin embargo ambos desperdician de modo semejante y los restantes sectores de sus sociedades/soledades, también insatisfechos, aspiran a desperdiciar más recursos como los “ricos y famosos” influenciantes en redes y medios.
Los populismos abren a cuestionamientos no al funcionamiento, sino la existencia del mercado, acercando a las poblaciones a ideologías inviables.
Movilizaciones sociales de enjambres auto convocados debilitan a los gobiernos y acrecientan el poder y por tanto la responsabilidad de quienes organizan el trabajo, la comunicación y la convivencia.
Las organizaciones de trabajo registran perfiles muy diversos, desde sociedades de capital que cotizan en bolsa hasta organizaciones de trabajo sin ninguna formalidad jurídica, pasando por cooperativas y fundaciones que, a veces, tiene un desarrollo del poder económico muy superior a sociedades de capital abiertas, sin estar sometidas a los controles que sí tienen los mercados de capitales y los Estados.
Por otra parte, el trabajo va de la precarización individual absoluta a la atadura total de la organización al conjunto productivo en la cadena de valor. Se trata de relaciones que recuerdan los vínculos privados feudales, conocidos como vasallaje, en un extremo y en otro del desarrollo.

Gobernarse y Gobernar supone valorar
Si no valoráramos, nada nos movería de nuestra indiferencia. Al analizar nuestros juicios, nos damos cuenta de que nuestra complejidad constitutiva requiere de una iluminación y de un esfuerzo:
• Luz que nos ayude a descubrir lo más valioso para nosotros, a veces para nuestra familia, la sociedad y la comunidad política;
• Fuerza que nos ayude a perseverar en el camino del valor percibido para procurar “lo que vale”.
Son los valores los que nos hacen maduros como personas y prudentes como gobierno. A partir de percepciones y actitudes en la familia, en la sociedad civil y en la comunidad política, vamos desarrollando valores como el amor, el autogobierno, la laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, sobriedad, ahorro, espíritu de servicio, fidelidad a las promesas; pero también la vitalidad, audacia, innovación, creatividad, entusiasmo, liberalidad; no menos que la belleza, el orden, la armonía; sin olvidar la compasión, la amistad y la confianza…(Juan Pablo II en la CEPAL, Santiago de Chile, 1987, n9).
Como se ve, en la autoridad no basta la luz de la fuerza/energía para movernos, sino que debe agregársele la intención, el asentimiento, y la oportunidad/fortuna para concretarlo (5).
Byung-Chul Han sostiene que en todo, también en la política, “está suprimida la distinción entre elegir y comprar… los electores se comportan como consumidores” (En el enjambre, Herder, BA, 2013, p.97); a lo cual agregamos nosotros que, en toda compra, hace mucho que la necesidad fue sustituida por el deseo, y el deseo humano es por sí mismo ilimitado. En la sociedad del rendimiento, el hombre “se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima”, dice Han (La sociedad del cansancio, Herder, BA, 2018, p.30).
Sin embargo la valoración, que se ha vuelto intención, nos mueve de nuestra indiferencia en tres círculos de nuestra personalidad: lo material o materializable, la expansión de nuestra emotividad y nuestro corazón –en el sentido de centro de nuestra personalidad–. Desde allí se abre interiormente una cuarta dimensión, reprimida por la modernidad tardía, de la inmanencia a la trascendencia, desde la temporalidad a la eternidad, de donde nace una cuarta valoración abierta y de gobierno: la relación de historias, de la temporalidad y de la eternidad en la temporalidad.
El reconocimiento de estas cuatro dimensiones , nos permite descubrir la existencia de cuatro poderes en el arte de gobernar personas –gobernarse y gobernar–: poder tener, poder crear, poder amar y poder creer. Cuatro fuentes de luz y fuerza para romper relaciones tóxicas y círculos viciosos, y para animarnos al desarrollo virtuoso, del que todos tenemos experiencia.

Naturaleza, límites y objetivos
La organización es un conjunto de acciones humanas que coordinan las personas fuente de esas acciones, para conseguir objetivos que a todos interesan, aunque ese interés pueda deberse a necesidades de naturaleza muy diferentes, por cuanto “hablan”, se expresan y se perciben desde distintas dimensiones humanas.
Los objetivos de una organización son satisfacer necesidades, desarrollar personas, administrar recursos y garantizar su propia continuidad, y los motivos de quienes brindan sus acciones y permiten que algunas de sus necesidades sean satisfechas van desde lo material y materializable hasta motivos de una gran trascendencia espiritual (7).

Qué y dónde: la empresa
Cualquier organización, sin importar su naturaleza jurídica, vista desde la satisfacción de necesidades, la administración de recurso y la creación y distribución de valor económico es una empresa.

Con quién: la comunidad
La empresa, vista desde el desarrollo de las capacidades de los que integran sus acciones a través de ella, creadora y modificadora de relaciones sociales, es una comunidad de trabajo.

Para qué: la institución
Cuando esa comunidad de trabajo ordena sus acciones y garantiza su continuidad en el tiempo, realizando (con otros) el Bien Común del entorno social al cual deben las acciones que la organización ha integrado, se convierte en una institución del sistema político, aunque el sistema jurídico la llame empresa, cooperativa, asociación o fundación.

Por qué: el Reino
Apenas hemos expresado estas tres realidades, pero ellas, ¿enuncian una realidad total de la empresa? ¿O casi sin darnos cuenta estamos ya saliendo de la empresa a horizontes reales más amplios? La inmanencia humana siempre estará abierta a la trascendencia. Aunque el lazo sea muy débil nunca se corta (8). La acción humana que es la organización constituye así un ámbito que trasciende lo físico y metafísico.
Lo sustancial es el hombre: todo caso particular de la organización, es un accidente de relación. La plenitud humana no se agota en las dimensiones que ninguna organización puede asimilar: todavía hay hombre fuera de la familia, de la empresa, del club de barrio y de la comunidad política, y hay poder del hombre que puede ser visto desde cualquiera de estas organizaciones.
En segundo lugar, la realidad teologal nos recuerda que no toda dimensión humana que pueda asimilar la empresa, la comunidad y la institución es legítimo que sea asimilada; existe una esfera privada y de interioridad que debe ser preservada. Si esta realidad no se reconoce, la organización se vuelve fascista, reduciendo al hombre que está fuera de ella a un ser pobre en dimensiones.
En tercer lugar, la realidad teologal nos recuerda que hay poder del hombre que debe ser visto en la empresa: el hombre que hay fuera de la empresa y el hombre que debe ser dejado fuera de ella completan (desde la empresa) un espacio existencial multidimensional que se introduce en dicha empresa con la creatividad de un espacio existencial de solidaridad para el bien y para el mal. No puede la empresa dejar de ver esa realidad que siendo temporal vincula con la eternidad (9). Dicho de otra forma, la acción humana de todo hombre de cada día, participa de la eternidad: lo que los cristianos llamaron Reino.
Al ser igualmente creaturas, cada uno y todos los seres humanos, somos partícipes de la humanidad asumida por Dios en Jesucristo, e igualmente llamados a la perfección de la creación en Reino. Lo que Jesucristo predicaba, como un ahora temporal, siempre precario e imperfecto, y un todavía no, en su cumplimiento escatológico . La experiencia temporal del Reino de Dios es, a la vez, su inauguración y su preparación para el cumplimiento definitivo (Cfr. Marcos 1, 15; Mateo 4, 17).
Desde su participación en la construcción del Reino, siempre precaria e imperfecta en la historia, pero que se realiza plenamente en la Eternidad, la organización se transforma en una invitación a que el trabajo sea parte de vivir dejando que el designio amoroso de Dios gobierne nuestras relaciones, con honradez a toda prueba, piedad sincera, solidaridad generosa y amor fraterno.

Los pájaros anidan en sus ramas
La acción humana, comprendida desde el humanismo cristiano, se refiere a un ser intermedio, metafóricamente como un árbol que ligado a la tierra tiende hacia lo alto. Debemos apoyar y hundir nuestras raíces en la tierra para poder tender al cielo.
Las personas reconocen autoridad en su trabajo. Quien tiene autoridad, ejerce su capacidad para ver, promover y defender con competencia unos valores que son buenos, en sí, y adecuados a un “ahora” y un aquí” concreto de esa organización. Hay así una autoridad empresaria, una autoridad comunitaria, una autoridad política e inclusive una autoridad salvífica, que no reprime o mutila la riqueza multidimensional de la persona que desarrolla en ella su acción, e incorpora el horizonte de que lo bueno que va a pasar no se corresponde necesariamente con nosotros como única causa.
Entonces se realiza lo registrado en Lucas 13, 18-19: “En aquel tiempo, decía Jesús: ‘¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas’”… y los pájaros anidan en sus ramas.

Problemas eclesiales
No es imposible imaginar en la Ciudad Actual, como lo hacía Jean Guitton, que una simplificación, interiorización y participación del cristianismo esté dando lugar a formas más adecuadas a la Actualidad.
Un mundo urbano en gestación busca nuevos paradigmas, nuevas reglas, pero sobre todo nuevas inspiraciones.
En el campo, y más aún en las Ciudades, parejas, matrimonios y familias, animadas por la participación en el Reino, que renunciaran al encierro sobre sí mismas y sus problemas, y se entregaran a ayudar en las grandes tareas comunes, se transformarían, por la propia dinámica del Evangelio –y de un modo nuevo, inédito–, en centros de creación e irradiación de nuevas síntesis culturales cristianas, como en pasado fueron los monasterios (11).
Surgen así diversos problemas eclesiales. Uno es la idea reaccionaria, sólo de un cristianismo contracorriente, que piensa como si el movimiento creador hubiera sido puesto “entre paréntesis” por nuestra época. Pero el impulso del amor creador inicial sigue vigente, al igual que el llamado final a participar del Reino. La corriente del río de la Gracia es desde Dios hasta Dios, el mismo Dios para un hombre nuevo (Efesios 4, 24), transformado en su plenitud posible.
La idea del “cristianismo contracorriente” propone en lo cotidiano gastar las energías de tal forma en nadar contra la corriente que ya no queda energía para vivir la alegría expansiva de la Gracia de Dios. Se olvida la capacidad de discernimiento del fiel, se pierde la creatividad frente a los nuevos desafíos y una sana laicidad sucumbe ante un clericalismo temeroso.
El segundo problema eclesial es que los generosos constructores del Reino desempeñan en sus comunidades de trabajo un valioso ministerio eclesial, pero este ministerio es difícil de valorar porque todavía perdura el dualismo clérigo-comunidad. (…) El doble elemento decisivo no es “sacerdocio-laicado” sino “ministerio (o servicio) y comunidad” (Y. Congar, Ministeres et communion ecclesiale. París, 1971).
El tercer problema es reconocer la subjetividad comunitaria eclesial de múltiples iniciativas que se desarrollan en la sociedad civil, o en la misma sociedad eclesial al margen de las instituciones clericales y que difícilmente podrán ser encasilladas geográficamente por los párrocos. No sólo porque la vida no respeta la cartografía, sino por la especificidad y complejidad de los mundos donde esos discípulos realizan su misión. “Sin embargo se mueve” (12).

NOTAS

1. Entrevista publicada en La Nación Revista, 5 de abril de 1981.
2. “Los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo”, extraído de http://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010522_diogneto_sp.html
3. “De colectivos y peatones: La naturaleza de la luz”, publicado por la revista CRITERIO en su número 2467, marzo de 2020, pp 8 a 11.
4. “De colectivos y peatones: Esconder la luz”, publicado por la revista CRITERIO en su número 2468, mayo de 2020, pp 64 a 67.
5. Hemos tomado la intención y la energía del aporte de Romano Guardini, la fuerza de Nicolás Maquiavelo, y el asentimiento de los desarrollos de Max Weber sobre los tipos ideales de dominación. Referimos a la oportunidad, o kairos, como un elemento externo, no necesariamente aleatorio, como si lo es la fortuna de Maquiavelo.
6. Los tres primeros puntos de partida de este desarrollo relacionan el modelo de «objetivos genéricos de la empresa» de Miguel Angel Gallo, la «teoría de la acción humana» de Juan Antonio Pérez López, las reflexiones de Miguel Gutiérrez («Una definición de empresa») y de Alejandro Carrera («Framework de la definición de negocio»), su vinculación entre si y el cuarto punto son nuestras.
7. Comencé estas ideas para el V Coloquio de Ética Empresarial y Económica, IESE, Barcelona, 1995, publicado como “Cuatro poderes en la Empresa”, Revista de Antiguos del IAE, Año II – Nº 13, 1995, y en el libro Comportamiento Humano y Valores, Editorial UNSTA, 2ª, San Miguel de Tucumán, 2005. Luego de más de veinte años de proponerlas y aplicarlas en diferentes organizaciones, las he retomado en este artículo y en el paper A Christian humanism framework to think the work units in the new complexity (The Future of Work: Human Dignity in an Era of Globalization and Autonomous Technology, John A. Ryan Institute (Minneapolis) y AESE Business School (Lisboa), 25 al 27 de junio 2020).
8. “El lazo es débil, sin duda, y puede quebrarse con facilidad. La vida del alma abierta a Dios, la espera, los períodos de aridez y monotonía, culpa y desaliento, contrición y arrepentimiento, de desamparo y de aferrarse a la esperanza, los estímulos silenciosos del amor y la gracia, temblando al borde de una certeza que se pierde si se gana: la fragilidad de tal entramado puede resultar una carga demasiado pesada a los hombres que aspiran a una experiencia posesiva” Voegelin, Eric; “El gnosticismo. La naturaleza de la modernidad”, en La nueva ciencia de la política, Katz Editores, Buenos Aires, 2006, págs 150 y 151.
9. Daniel 12:1: “En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro”. Filipenses, 4: 3 “Y a ti, mi fiel compañero, te pido que las ayudes, porque ellas lucharon conmigo en la predicación del Evangelio, junto con Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida”.
10. En el artículo “De colectivos y peatones: Iluminar”, publicado en CRITERIO (número 2469, junio de 2020) procuramos aclarar la dificultad de los propios discípulos para entender esta propuesta del Reino de Dios, y como “Múltiples proyectos verán en tal o cual iluminado (gnosis) la apertura de la era del Espíritu, la edad definitiva de la humanidad, el milenio de prosperidad, la paz perpetua. En definitiva, la Jerusalén celeste, el Reino definitivo realizado aquí en la historia”.
11. “Esconder la luz”, publicado por la revista CRITERIO, en su número 2468, mayo de 2020, pp 64 a 67.
12. Giuseppe Baretti afirmó que después de abjura de su enseñanza sobre la centralidad del sol, Galileo pronunció la frase “Eppur si muove” (y sin embargo se mueve) ante el tribunal del Santo Oficio que así se lo había requerido.

1 Readers Commented

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  1. HOLGER on 11 abril, 2021

    Excelente trabajo que puede incorporar
    Como bibliografia
    EL TALLER DE NAZARET de Holger Zenklussen
    Libro de doctrina simple y profunda sobre el mundo del trabajo de ayer, de hoy y de siempre que cuenta con el nihil obstat y el imprimatur de la Iglesia y que hoy debiera convertirse en libro de lectura de todos los emprendedores….
    Ejemplo: la definicion de empresa y el papel de los mandos medios…

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