Una de las medidas inmediatas que tomaron muchos gobiernos del mundo ante la pandemia del Covid-19 fue la suspensión de clases presenciales en todos los niveles. Se dice fácil, pero esta medida afecta de maneras muy distintas a los estudiantes según su edad y nivel de estudios. En general, mientras más jóvenes son los estudiantes, más complicaciones surgen al momento de poner en práctica una cursada a distancia.
Los distintos ciclos de educación están pensados progresivamente, van preparando de a poco a los estudiantes para asumir más autonomía y responsabilidades año con año. En la educación primaria, en numerosas instituciones los alumnos tienen un docente que no sólo imparte todas las materias, sino que cumple (o debería cumplir) un rol de contención y acompañamiento personal en el nuevo y extraño mundo del conocimiento académico. El nivel secundario es una preparación para el nivel superior, donde los alumnos se enfrentan por primera vez a distintos profesores, con un nivel de estudio más especializado y mayor exigencia.
Cuando se llega a la educación universitaria –particularmente en el campo de las humanidades– ésta se reduce a una lectura autónoma de la bibliografía que la cátedra señale, y las clases, más que explicativas, buscan ser una guía o conversación donde se da por sentado que el estudiante tiene los elementos para enfrentarse con éxito a los textos teóricos. En este sentido, la universidad es la institución con mayor ventaja en el modelo de educación virtual; no parece descabellado un curso universitario que consista en el envío de lecturas por parte de los docentes y la habilitación de un encuentro sincrónico semanal. De hecho, es común que las universidades cuenten con modalidades de estudio a distancia.
Cuando se implementó el aislamiento social preventivo y obligatorio, la Universidad de Buenos Aires comenzó un acelerado proceso de reestructuración de sus plataformas virtuales y calendarios académicos. Cada Facultad adaptó el inicio de clases según las posibilidades de sus carreras. En el caso de Filosofía y Letras, se realizaron encuestas al interior del cuerpo docente para evaluar la posibilidad de iniciar el primer cuatrimestre a distancia. El 96% de las cátedras aceptaron el reto y se pusieron en contacto con los alumnos gracias al sistema de inscripción en línea a materias y el campus virtual de la Facultad, que le otorga un sentido de unidad y organización a la cursada y permite a los docentes enviar bibliografía, enlaces externos y actividades. Cada cátedra sugirió canales de comunicación adicionales como correo electrónico, Telegram, Youtube y aplicaciones de videollamada como Zoom o Google Meet. Además, los grupos de WhatsApp de alumnos cobraron una importancia especial como espacio de consulta y estudio, pero también de esparcimiento y apoyo emocional.
En un principio, esta modalidad se mantendría hasta junio, mes en el cual se pretendía avanzar a una modalidad semipresencial y se realizarían las evaluaciones correspondientes al primer cuatrimestre. Pero la extensión de la cuarentena obligó a la implementación de evaluaciones dentro del modelo virtual, ya fuera a través de trabajos prácticos, notas de concepto o parciales domiciliarios. Para muchas cátedras de la FFyL, este último tipo de evaluación no es una novedad, y en algunas suele ser la norma desde hace décadas. Las cátedras que están dictando clases tienen la obligación de contemplar los casos de alumnos que no cuenten con total disponibilidad horaria y/o acceso a internet, por lo que los encuentros sincrónicos son optativos. Todo esto está haciendo posible que los alumnos regularicen las materias (o sea, que aprueben la cursada) pero no que las acrediten. Al no poder cumplirse la instancia del mínimo de asistencia, todas las materias pasaron a ser de examen final obligatorio, y por ahora se mantiene la decisión de posponerlos hasta que termine el confinamiento.
En el contexto del aislamiento social suelen superarse los retos técnicos, pero muchas veces se ponen en evidencia otro tipo de limitantes. En primer lugar, es decisiva la disposición de los docentes, cómo y con qué constancia se acercan a los alumnos, cómo y con qué constancia responden estos últimos. Al principio de este artículo mencioné que una característica de los maestros y maestras de la educación primaria es que cumplen una función de contención y acompañamiento en un mundo de conocimiento nuevo. Y la crisis del Covid-19 es un mundo nuevo para todos, desde el preescolar hasta el posgrado.
A pesar de no tener la comunicación cara a cara, en este auge de la virtualidad uno va reconociendo la compleja red de un nuevo lenguaje no verbal: cuánto interés demuestra un docente ante las preocupaciones e inquietudes de su grupo a cargo, más allá de los contenidos de la materia; con qué nivel de precisión y detalle escribe los e-mails; cuánto tiempo se toma en responder a una consulta individual; con cuánta frecuencia proporciona materiales de apoyo para la comprensión de los temas: qué tanto promueve la participación en los encuentros virtuales. ¿O le basta leer un PowerPoint sin ninguna pausa durante el tiempo que dure la clase? ¿Realiza encuestas o sondeos sobre el avance de la cursada?, ¿Tiene en cuenta las sugerencias y peticiones de los alumnos?
Aunque ahora sea difícil de advertir, esta crisis puede suponer beneficios en el largo plazo. Salir adelante en la adversidad fortalece a los individuos, pero también a las instituciones. En primer lugar, la falta de presencialidad obliga a una mayor organización, tanto al interior de las cátedras como en los temas y materiales que se exponen al alumnado. En estos meses quedó en evidencia cuáles son las materias esquematizadas y cuáles las abstractas. Pero incluso las más caóticas se vieron obligadas a organizarse y a brindar herramientas para que los conocimientos se asimilaran lo mejor posible. Por otra parte, la posibilidad de evaluaciones domiciliarias permite un desarrollo más profundo de los temas y evalúa el plano analítico y asociativo de los alumnos, en vez de la memorización de conceptos. Además, reduce el margen de error producto de los nervios y la presión del momento, que a la mayoría de los estudiantes les juega en contra en las evaluaciones. Por último, la optimización del campus virtual y la costumbre de su uso permitirán que alumnos y docentes utilicen nuevos y fluidos canales de comunicación.
Todavía está por verse el devenir de la pandemia. Es fácil caer en el pensamiento de que se trata de una situación “atípica”, pero con un breve repaso de la historia podemos advertir que ha habido pocas cosas más típicas que la enfermedad y las plagas. Sin embargo, seguimos aquí, como prueba viviente de que la superación también es una constante. Mientras tanto, cada sector resiste desde su trinchera. Y qué trinchera más fructífera para hacer frente a las limitaciones que la del descubrimiento y la curiosidad.
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Join discussionEnorme el trabajo de los docentes de todas las áreas en este tiempo de pandemia, donde han tenido que utilizar herramientas diferentes que las habituales para poder llevar a cabo los procesos educativos. Está siendo un desafío muy grande, y ha puesto de manifiesto el valor y el estar «a la altura» de la circunstancia que han mostrado todos los que enseñan.
Por eso los docentes, en esta situación tan dramática y difícil que nos toca vivir como humanidad, merecen un ¡GRACIAS! de corazón, de toda la sociedad.