Las palabras que faltaban

La Voz de la Pibada es un cortometraje que busca posicionar a la niñez en la agenda política argentina, apelando a acortar las distancias entre las generaciones, los barrios y los diferentes sectores de la sociedad.

Los chicos necesitan ser protagonistas de su propia historia. Conocer sus derechos para poder ejercerlos. Entablar relaciones con los distintos ámbitos de los poderes económico, político y cultural y hacerse oir. Pero solos les cuesta mucho. A veces sólo se escucha el llanto, la desazón, la impotencia; pero otras veces, sobre todo cuando están con sus amigos, los sueños se convierten en buenas ideas y esas ideas transforman la realidad. El cortometraje La Voz de la Pibada, estrenado en octubre de 2019, nació como una expresión capaz de amplificar las palabras de las chicas y los chicos de los barrios, que en general no tienen posibilidad de acceder a los medios masivos ni a ser escuchados por interlocutores con poder de decisión para mejorar distintos aspectos que determinar su vida y su futuro.
La Asamblea de Organizaciones de la Niñez de La Plata, Berisso y Ensenada organizó en 2017 la Marcha “El hambre es un crimen”, el lema de los Chicos del Pueblo, y partir del texto que leyeron en esa oportunidad, Damián Demaro convocó a un equipo de colaboradores para producir el audiovisual que se filmó en catorce barrios: El Futuro, Malvinas, El Rincón, San Carlos, Villa Argüello, Villa Elvira, Villa Elisa, Olmos, Aeropuerto, Villa Garibaldi, El Molino, Villa Progreso, El Churrasco, El Retiro. La música fue grabada por la Orquesta Barrial en Movimiento en el auditorio de Bellas Artes.
“Recorriendo las calles de tierra, relacionándonos con los chicos y las organizaciones que los acompañan y los apoyan, ganando su confianza e invitándolos a reflexionar sobre sus problemáticas, buscamos que este material audiovisual sea un punto de partida para un intercambio que perdure en el tiempo. Que los chicos de unos y otros barrios descubran que no son tan distintos, que los interpelan las mismas situaciones cotidianas, que comparten intereses pero también preocupaciones, y que pueden hacer que su mundo sea más justo”, explica Ivana Romano, también realizadora del proyecto.
El punto de encuentro para invitarlos a participar fueron las organizaciones en las que las chicas y chicos participan habitualmente: talleres de lectura y escritura, futbol mixto, murga, festejos patrios… “Leíamos con ellos la carta, conversábamos, escuchábamos sus ideas y con qué fragmentos se identificaban más. Después elegían quiénes los iban a representar en el corto y empezábamos a grabar. Incluso ellos proponían la locación, por ejemplo, la esquina en la que se juntan”, contó Juan Catullo, uno de los camarógrafos participantes.
Para Ivana Romano uno de los aspectos más positivos de la experiencia fue trabajar con los chicos en los lugares en los que ellos se sienten cómodos, su lugar en el mundo: “Los hace muy felices contar qué cosas saben hacer, lo que han aprendido, lo que tienen para mostrar y para aportar a la sociedad. Por eso el proyecto continuará en 2020 con la exhibición del corto en cada uno de los barrios, para que puedan verse y ver a otros que, como ellos, tienen derechos y sueños por cumplir”.
La Voz de la Pibada se presentó en octubre en el Senado de la provincia de Buenos Aires, con la participación de una enorme cantidad de chicas y chicos, esta vez como público. Luego realizaron una marcha por la ciudad de La Plata que culminó en la Plaza San Martín. Completaron el equipo de filmación y edición Salvador Morera, Marco Catullo, Pedro Nales, Juan Zaldua, María E. Molinero, Jaime Tabares Rueda, Octavio Yain Romero, Laura Inés Saldaña, Nahuel Zabalza, Rosario Triana, Alexis Londero, Lucas Pérez u Vanesa Espinoza. Se sumaron y acompañaron algunos organismos dependientes de la Universidad Nacional de La Plata (Secretaría de Extensión de la Facultad de Bellas Artes y la Prosecretaría de Políticas Sociales y Centros Comunitarios de Extensión Universitaria) y la Comisión Provincial por la Memoria.
Implícitamente, La Voz de la Pibada también pretende ser un aporte en el camino de la desestigmatización de las comunidades que viven en los barrios alejados de las avenidas y las luminarias. “A diferencia de lo que muchas veces se piensa, tanto los niños como los adolescentes nos recibieron con los brazos abiertos, contentos de que estuviéramos ahí para escucharlos y proponerles ser protagonistas. Saben que merecen otra cosa pero no están resentidos por no tener los recursos económicos o materiales. Tienen sus felicidades e intentamos que también se vieran reflejadas en el documental”, agrega Catullo.

El hambre es un crimen

Retomando la consigna “El hambre es un crimen” que convocó en los años ’90 Alberto Morlachetti, Coordinador Nacional del Movimiento de los Chicos del Pueblo, y el padre Carlos Cajade en los años ’90, el corto retoma esos reclamos pero en la voz de los chicos, exigiendo el cumplimiento de sus derechos. El texto fue leído por primera vez en una jornada realizada en 2017 en la Plaza San Martín de La Plata.

“En nuestros barrios falta más y mejor trabajo, porque los servicios públicos funcionan mal, porque aumentan los precios de los alimentos y, con eso, nuestra pobreza y la desigualdad.
La policía abusa de su poder y nos etiqueta, y no queremos que nos saque de nuestras esquinas. En los barrios se consume mucha droga. Y los que se benefician a costa nuestra están arriba y son unos pocos.
Que haya mejor salud: mejor atención en los hospitales y las salitas.
En nuestro barrio muchas de nuestras casas están a medio terminar, somos varias personas en un mismo lugar, no nos llega el gas, faltan cloacas y agua para tomar. Nos gustaría tener una casa con un patio bien grande, para juntarnos con amigos y amigas.
¡Queremos vivir en un barrio sin basura!
Nos faltan más plazas para encontrarnos y canchitas para jugar, son esos los lugares donde nos sentimos cómodos y cómodas. ¿Saben por qué nos damos cuenta que no se interesan por nuestros barrios? Porque las plazas del centro están mejor cuidadas que las nuestras. Y en el centro siempre hay ferias y cosas para hacer.
Entiendan que necesitamos que haya más trabajo para nuestras familias. No trabajo en negro: que es sin contrato, donde el patrón paga lo que quiere, sin obra social, sin sueldo fijo y sin tener vacaciones. ¡Un trabajo piola!
Que nos reconozcan a los chicos y chicas que además de estudiar, salimos a trabajar para llevar un plato de comida a casa. Queremos que la escuela se adapte a nuestros horarios y a nuestra realidad.
Hay muchos pibes y pibas que no vamos a la escuela, a veces porque no tenemos zapatillas. Las escuelas están en mal estado y con frío no podemos pensar. La escuela es un lugar de contención zarpada, a muchos y muchas nos encanta nuestra escuela, pero algunas veces sentimos que no tenemos los aprendizajes que más nos gustan y disfrutamos más la educación que tenemos en nuestras organizaciones.
En nuestros comedores queremos recibir mercadería de calidad, y porque además necesitamos productos frescos.
Queremos lo que todo el mundo quiere: una mesa siempre llena, y también mucho más postre.
Los medios de comunicación muestran una realidad que no es, nos etiquetan, nos discriminan, nos muestran vagos, malos o delincuentes. Por eso después la gente te ve pasando en moto y dice ‘ese pibe va a robar’. O a los pibes grandes los ven fumando un cigarro y ya piensan ‘esos pibes se están drogando’.
¡Queremos que nuestras voces se escuchen también en los medios de comunicación!
Nadie nos tiene que decir cómo nos tenemos que vestir. Nos vestimos como queremos. A ustedes les molesta que seamos de barrio y que usemos visera, pero cada ropa pertenece a una época, la ropa es parte de nosotros y nosotras, y nos identifica.
Los grandes nos enseñan a competir desde muy temprano, sobre todo en la escuela y también en los juegos. Pero nosotros y nosotras descubrimos que podemos cambiar las reglas de los juegos. Los juegos no tienen género ni colores.
Basta de juegos para nenes y juegos para nenas. Un chico puede jugar a las muñecas y una chica a la pelota. Un chico puede usar el rosa y una chica el azul. Elegimos los colores que nos gustan.
Todas estas cosas que venimos a contar nos afectan, nos hacen sentir olvidados y olvidadas, inservibles, sin valor. A veces, nos sentimos con las manos atadas, sentimos que nos manipulan y nos usan. Todo esto nos da bronca y odio. Afecta nuestros vínculos, y a veces juntamos tanta rabia que nos maltratamos entre nosotros y nosotras, y hasta dejamos de valorar la vida. Pero hoy, no.
Todos y todas participamos en la política y nos gusta saber de qué se trata. Nos gusta hablar de qué vamos a hacer con los gobiernos que gobiernan para que estemos peor. Porque los gobiernos dicen que, como somos chiquitas y chiquitos, no tenemos derecho a saber de política. Y cuando vamos a los municipios a pedir para que hagan una plaza en el barrio, no nos dan bolilla.
Por eso es importante romper eso y defendernos resistiendo. Primero hablando y escuchando, que es como resolvemos los problemas. No a los golpes. Y si tenemos un problema nos tenemos que juntar, no tenemos que ir solos ni solas. Y si después de hablar no nos escuchan, tenemos que ir a hacer quilombo.
No queremos que nos manejen la vida ni que nos elijan el futuro. No queremos que los adultos nos culpen por todo, no queremos que nos encierren ni castiguen. Queremos que no nos griten, que no nos insulten, que no nos reten, que no nos juzguen y que no se enojen. Porque cuando hacemos las cosas bien, tampoco lo reconocen. Que nadie nos quiera explicar nada, mejor que nos pregunten, que nos escuchen, que nos apoyen, que nos alienten. Queremos que nos acompañen y que nos cuiden.
Si no abrís la cabeza, no te crece el corazón. El hambre es un crimen”.

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