Paula Hernández: “Las familias tienen algo maravilloso y algo patológico”

Conversamos con la directora Paula Hernández sobre su quinta película, Los sonámbulos, que después de competir en el Festival de Mar del Plata, llega a los cines. El elenco está conformado por Érica Rivas, Marilú Marini, Luis Ziembrowski y Daniel Hendler.

¿Cuán imprevistos pueden resultar unos días compartidos en familia para las fiestas? Los sonámbulos, la nueva y quinta película de la directora Paula Hernández, indaga en esos vínculos a partir de una historia en apariencia sencilla: un matrimonio (Érica Rivas y Luis Ziembrowski) con su hija (Ornella D’Elía) decide pasar las fiestas en una casa de campo con la familia del marido. Y aunque desde la superficie todo debería funcionar, como tantas veces antes, los conflictos emergen y se encaminan hacia el estallido. “Hay una toxicidad en esos vínculos que es violenta, y que se filtra desde el inicio”, explica la realizadora, aplaudida en el estreno en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y antes en Toronto y San Sebastián.
“Empecé a pensar en esta película cuando fui madre (tiene una hija de 7 años con el actor Luis Ziembrowski) y surgieron en mí una infinidad de preguntas e incertidumbres sobre ese vínculo amoroso, único e incomparable, que a la vez generó un gran cuestionamiento sobre mi identidad y la forma de relacionarme con el resto de la familia y del mundo. Y empecé a reflexionar sobre cómo funcionan las familias. Porque tienen algo maravilloso pero a la vez una carga histórica que en muchos casos está al borde de lo patológico”, explica la directora, que usa el sonambulismo de manera literal –la adolescente es sonámbula– y también como una metáfora de ese estado de seminconsciencia en el que viven esos vínculos familiares que se reproducen sin mucha reflexividad.

-Los sonámbulos indaga en los rituales familiares y también en la relación madre-hija. ¿Dónde estaba tu mirada?
-Observé lo que sucede alrededor, incluida la familia de la que provengo y soy parte. No hay familia exenta de sus propios rituales, tradiciones y conflictos. La que yo formé seguramente también tendrá sus neurosis y los hijos se ocuparán. Pero me cuestioné por qué uno queda encerrado en dinámicas que no se discuten y de las que no se puede salir.

-Y en medio de eso, educar a los hijos…
-Ayudar a los hijos a crecer es un gran desafío. No saber cómo relacionarse es angustiante, y no siempre se encuentran las herramientas. ¿Cómo hacer para dejar crecer, dar libertad y seguir cuidando sin invadir ese crecimiento?

-¿Cómo fue trabajar con una mirada feminista y abordar temas como la maternidad y el abuso sexual?
-Puedo encontrar puntos en común conmigo en esas cuatro mujeres: la abuela matriarca (Marilú Marini), la hija que es madre soltera (Valeria Lois), la nuera (Érica Rivas) –que llegó a la edad en que empieza a separarse de su hija adolescente y se enfrenta a la frustración de haber postergado su vocación y a la crisis matrimonial que sale a la superficie– y la hija adolescente (Ornella D’Elía). Son cuatro miradas, cuatro lugares. Y fue muy interesante el trabajo con ellas, porque los encuentros fueron enriquecedores para los personajes. Escribí la historia en 2015 y estos cuatro años fueron de una velocidad en los debates que ni yo preveía. Fui muy consciente sobre lo que estaba contando y cómo lo estaba haciendo. Hoy, a la luz de los debates sobre estos temas, es genial que la película llegue ahora, de otra manera.

-Hay un momento explosivo y muy bello con los adolescentes y el tema trap “Púrpura” de WOS; ¿por qué lo elegiste?
-Él fue mi alumno en un seminario para actores de cine hace unos años. Un día iba manejando y lo escuché en la radio, ya con la película en la cabeza, y sentí que la canción hablaba de lo mismo que la película. Y se lo pedí.

-¿Estás trabajando en un nuevo proyecto?
-Acabo de terminar de filmar otra película, con Rita Cortese y Valeria Lois, una madre y una hija que hacen un viaje al mar. Es un vínculo también complejo y la historia está basada en un cuento de Guillermo Saccomano, Las siamesas.

UNAS FIESTAS EN FAMILIA

En Los sonámbulos, Paula Hernández se mete en los vínculos familiares para cuestionar las obligaciones y los silencios que pueden explotar de la peor manera.
El sonambulismo es un trastorno del sueño. Quien lo padece desarrolla actividades motoras automáticas en estado de inconsciencia y sin probabilidad de comunicación. Aunque tengan los ojos abiertos, los sonámbulos no ven ni están despiertos.
Llamar Los sonámbulos a una película centrada en la historia y los vínculos de una familia es casi avisarle al espectador que, esta vez, no verá una oda a una de las instituciones centrales de la sociedad. “Más bien lo contrario: lo que me propuse fue indagar en lo patológico que puede haber en esa relación tan central en la que todos estamos inmersos”, dice Paula Hernández, directora también de Herencia, Lluvia y Un amor.
Casi toda la historia sucede en una sola locación y en apenas cuatro días. Es suficiente para que lo que parece ser una familia estable y feliz, explote. Y la fecha elegida para que suceda son las fiestas, con su tradición casi obligada de reuniones y reencuentros con los afectos. La trama está centrada en un matrimonio y su hija de 14 años que, en pleno despertar adolescente y siendo sonámbula, va a ser la que despierte a sus padres y a la familia extendida de esa especie de letargo de costumbres incuestionables y cómodas en la superficie, pero que están repletas de incomodidades que empiezan a aflorar entre risas y vínculos de confianza.
Hernández describe ese ambiente en el que crece la historia como “una toxicidad que existe y se tolera, pero que esconde mucha violencia y que empieza a filtrarse en ese momento crítico hasta desintegrar los vínculos”. Desde el comienzo se sostiene una tensión que parece aliviarse con momentos casi idílicos de una gran familia en una hermosa casa de campo y con una abuela matriarca muy canchera que interpreta Marilú Marini, y unos tíos a cargo de los actores Valeria Lois y Daniel Hendler.
Salir de la ensoñación
Hace siete años, cuando fue madre, Hernández empezó a cuestionar esos vínculos que de alguna manera u otra tenía por obligación. “La maternidad es un mundo lleno de preguntas inciertas pero además cargado de mandatos y de idealizaciones. Hay una frase del escritor Fabián Casas que es ‘una patología llamada familia’. Y no puedo estar más de acuerdo”, dice Hernández.
Sin embargo, aclara, eso no la hizo renunciar ni a la suya ni a la extendida. Pero sí la hizo construir una historia que toma lo mejor de ese género que los franceses hacen muy bien –el de los dramas/comedias familiares– pero que en Argentina no tiene mucha tradición, y conseguir ir más allá hasta llevarla al thriller.
“Esta película tiene un pequeño argumento pero se concentra especialmente en los estados que genera en los personajes. Hay una acumulación de estados anímicos que se manifiesta de forma explícita pero también plagada de silencios, de negaciones, de omisiones con mucha toxicidad. ¿De dónde viene la amenaza? ¿De afuera? ¿O está creciendo en el seno de esta familia que no ve lo que ocurre?”, se pregunta.

Una mirada femenina
La madre y la hija de la película están en momentos de reordenamientos personales. Es el desprendimiento. Ana está en la bisagra entre la infancia y la adolescencia, siente pudor con su nuevo cuerpo, además de curiosidad, deseos de libertad y una opinión propia sobre lo que la rodea. Ese crecimiento deja a Luisa, la madre, perdida con relación a su maternidad, y pone en evidencia su propia crisis de identidad: su matrimonio, la familia, su profesión olvidada, su edad, pero especialmente lo desconcertante del vínculo nuevo con Ana.
Todo se relata con poca música y mucho sonido ambiente. “Desde el inicio estuvo la decisión de que el sonido ambiente funcionara como banda sonora principal. La historia transcurre en una casona de campo, aislada y rodeada de naturaleza, y me interesaba presentar esa espacialidad no de forma bucólica, sino amenazante, cruda. El desconcierto y la tensión que atraviesan los personajes no sólo se cuenta desde lo vincular, sino también desde el espacio que habitan. El pensamiento idealizado sobre la plenitud de ‘estar al aire libre’, en este caso, funciona de manera opuesta. El aire libre acá es encierro, amenaza y peligrosidad”, dice.

TRES CORALES EN LA HABANA

Después de su estreno mundial en la competencia Platform del Festival Internacional de Cine de Toronto, Los sonámbulos se presentó en la sección Horizontes Latinos del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde fue ovacionada. Lo mismo sucedió en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y, a principios de diciembre, se coronó en simultáneo con su estreno en salas argentinas como la gran ganadora del Festival Internacional de La Habana, con tres premios: obtuvo los “corales” a Mejor Guión, Mejor Largometraje y Mejor Interpretación Femenina para Érica Rivas.

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