Varios obispos están actuando como si fueran opositores. Y muchos otros guardan silencio como si estuvieran de acuerdo. Pero si es realmente así o no, carece de importancia. Las conductas no se definen sólo por nuestras intenciones recónditas, sino sobre todo por lo que efectivamente hacemos. En el plano de las intenciones, unos y otros pueden pensar sinceramente que están ejerciendo la opción preferencial por los pobres. Pero en el plano de la práctica, lo que están haciendo es una opción preferencial por el poder, es decir, por un determinado proyecto político cuyo fin es conquistar y mantener el poder. Por supuesto que si desean influir en el poder es con el fin de favorecer a los pobres, no hay por qué dudarlo. Pero el poder no es una herramienta que se toma y se deja. Una Iglesia del poder (presente o ambicionado) aun con las mejores intenciones es muy distinta a la Iglesia del Evangelio, como enseñó Jesús en el episodio de las tentaciones del desierto.
En buena medida el problema puede reconducirse a las confusiones que se generan en torno al principio de la opción preferencial por los pobres. Este principio tiene sentido en el plano de las motivaciones y los fines: consiste en participar de la caridad de Jesús hacia los pobres, lo cual en el Evangelio no significa la opción por una determinada clase social, sino la caridad hacia todos sin exclusiones. Pero este principio no tiene ningún contenido material, es decir, no indica qué es lo que hay que hacer para efectivizar dicha opción, y por lo tanto, no se identifica con ninguna opción político-partidaria. Los obispos, que en estos tiempos alegan de modo incansable su propia inocencia, no deberían tener dificultad en presumir a su vez la buena voluntad de los restantes sectores de la sociedad y de la política cuando expresan su preocupación por los pobres, aunque los caminos que postulan sean diversos. Y como ministros de la unidad no deben pretender “ungir” una propuesta sobre las restantes.
Los obispos pueden intentar convencer a la sociedad que no es esto lo que están haciendo, y que las apariencias engañan. Puede ser. Pero las apariencias no pueden engañar todo el tiempo, y no se puede desafiar por siempre el sentido común de la mayoría, que terminará aceptando la explicación más simple, sea cierta o no: que la Iglesia está teniendo un comportamiento opaco e intrigante, al estilo del que tira la piedra y esconde la mano.
De nuevo: no se trata de juzgar intenciones, sino de evaluar la objetividad de las conductas. Y lo que la Iglesia argentina está haciendo es prestarse a un juego que está muy por debajo de ella misma, que compromete su autoridad y su integridad moral, a cambio de una dudosa relevancia. Y a pesar de su buena voluntad, en vez de contribuir a la reconciliación de una sociedad lacerada como la nuestra, profundiza la grieta y la internaliza, abriendo nuevas heridas en el tejido social y eclesial que costará mucho tiempo restañar.

El autor es Doctor en Teología Moral.

7 Readers Commented

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  1. CA RG on 26 octubre, 2018

    Muy interesante para profundizar… El tema es que hay que hilar fino «con todo». Iglesia y poder son un binomio con todas las excusas «más santas» para funcionar simbólicamente muy bien en toda época histórica… La política es en gran parte un acto religioso… Con estructuras organizativo jerárquicas muy parecidas… Es un tema con mucha tela para cortar.

  2. Lucas Varela on 27 octubre, 2018

    Estimado Presbitero,
    La «Iglesia Argentina» somos todos, Usted, y quizás, hasta yo también. Da la impresión que su crítica es desde «la vereda de el frente». Su evaluación de objetividades tiene un inevitable, e indómito aroma político y «no opositor» (no quiero ofender con el adjetivo «partidario»).
    Usted siempre me sorprende con expresiones de una sinceridad «viceral». Es «viceral», porque no le es posible razonar, saber, y con-saber con su Iglesia, que la pobreza y la desocupación aumentan, empeoran, se agravan, y se sufre por culpa de las acciones del actual gobierno; que persiste en un camino que declara ser el correcto y único.
    Amigo Irralzábal, en su Iglesia la humildad es una virtud y la soberbia se tolera.

  3. Octavio on 28 octubre, 2018

    Brillante. Los cristianos deberíamos permitirnos la duda cuando fácilmente nos ponemos del lado de «los buenos». La autocomplacencia es mala consejera. Puede lavar nuestra conciencia, pero no nos hace mejores.

  4. horacio on 29 octubre, 2018

    el plan económico es contra los pobres los niños no deseados en el vientre de sus madres contra el trabajo contra la justicia por el robo usura INFANTICIDIO DESTRUCCIÓN DE PUEBLOS POBRES

  5. Guillermo Thomas on 1 noviembre, 2018

    Desde el siglo III, la gran tentación para la Iglesia ha sido la de aliarse con el poder temporal para garantizarse beneficios mutuos. Constantino dejó de perseguir a la Iglesia, restituyó los bienes confiscados e incorporó a los honestos cristianos en la burocracia del decadente Imperio Romano. Aquéllo que parecía un bien, conllevó demasiados riesgos para ser infiel al mandato del Maestro y Su Evangelio, a pesar de Sus Palabras «Mi Reino no es de este mundo» que pronunció frente a aquél que decidió aplicar el poder temporal para ajusticiarLo. Sin embargo, durante siglos los Papas coronaron reyes y emperadores de este mundo, como para garantizar la continuidad de la alianza entre lo temporal y lo Celestial. No todo fue malo, pero en varias ocasiones la Iglesia jerárquica omitió la denuncia profética de los mandamientos Divinos o, alentar fechorías ennombre de Dios. Temo estemos repitiendo prácticas nefastas del pasado

    • Lucas Varela on 2 noviembre, 2018

      Estimado Guillermo Thomas,
      Usted tiene razón, creo yo, independientemente del color con que uno mire nuestra realidad. Estamos repitiendo prácticas nefastas, tanto en política como en economía, y en la relación entre el Gobierno y la Iglesia. Las repeticiones en nuestra querida patria ocurren, a pesar de la Historia que nos enseña cómo vivieron y murieron tantos argentinos.
      Como ejemplo, valga recordar la quema de iglesias previo al alzamiento «libertador» del año 1955. También, y por el opuesto, recordemos los aviones «decorados» con el signo «Cristo vence» que avanzaron con alevosía sobre civiles indefenso, produciendo cientos de muertes.
      Amigo Guillermo Thomas, la Historia nos dice que para nuestra paz y conveniencia, debemos ser respetuosos de las instituciones de la patria, incluida «La Iglesia». Y esto va para algunos presbíteros y funcionarios de la Iglesia, que no respetan a su propia institución que los cobija.

  6. Guillermo Thomas on 2 noviembre, 2018

    Le agradezco, Sr. Lucas Varela, sus honestos y respetuosos comentarios. Admito que soy enfático en exigir fidelidad al Evangelio a algunos miembros visibles de la Iglesia (ñsin tener muy presente que yo también soy un pecador y arrastro incoherencias. Hace muchos años escuché a un sacerdote citar a San Agustín calificando a la iglesia como «Iusta meretrix», justa por Su fundador y por el Espíritu que la anima, y prostituta por los hombres y mujeres que la integramos. Reconozco que nunca pude corroborar que esa cita sea del Santo africano, pero merece serla por su exactitud y belleza. Tiene ud. razón, y creo también tenerla yo cuando pido posiciones menos ambiguas respecto del robo al Pueblo de Dios. Buenas noches, Sr. Lucas

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