Teatro: Almacenados

Comentario de la obra Almacenados, de David Desola (Teatro La Carpintería)

El catalán David Desola, «a quien se le da bien el contar historias», viene recorriendo, desde 1999, un camino jalonado por importantes reconocimientos teatrales, no solo en España sino también en México. Crítico y realizador cinematográfico, ingresó al mundo del teatro, sin saber demasiado de este género, con Baldosas, pieza escrita para presentarse al Premio Marqués de Bradomín que terminó obteniendo. En ella ya asoman algunas constantes de su ulterior producción: una crítica a la deshumanización que surge de los modelos económicos vigentes, abordando cuestiones problemáticas del momento – la aspiración por la vivienda propia en la época de la «burbuja inmobiliaria» en este texto- mediante el humor y el absurdo. El humor, porque aligera lo tremendo de las historias planteadas y el absurdo porque es parte de la vida misma, en opinión del autor. Un par de años más tarde, en plena crisis española de desempleo, surgirá Estamos, estamos – retitulada luego Almacenados (2002)- que recibió el premio Hermanos Machado 2003 y desde su estreno en Madrid ha sido montada en numerosos países, además de ser trasladada al cine, con guión del propio autor, por el cual se le concedió el Premio Ariel de México.
La búsqueda laboral desesperada, el trabajo como un sinsentido y una rutina vacua, la soledad, el choque generacional y los efectos de la desvinculación laboral por la jubilación son temas sobre los que Desola procura hacernos reflexionar sin bajar línea y procurando atraer al espectador de manera amable. Para ello coloca a dos personajes en un único espacio a lo largo de cinco días consecutivos, tiempo que dura el entrenamiento del joven Nin a cargo del Sr. Lino que se jubila después de 38 años en la empresa. Un espectador atento descubrirá puntos de contacto con Beckett y Kafka – la eterna espera de los protagonistas y la deshumanización laboral- y también con Cervantes,en ese afán «quijotesco» del protagonista por forjarse una realidad alternativa para sobrellevar la propia. La tensión de los opuestos, generada por el contraste inicial de los personajes, va disminuyendo a medida que la relación entre ambos va acercándolos afectivamente, para culminar con la inversión de roles con que se clausura el texto pero asumidos con una mirada empática y comprensiva.
La puesta en escena de la española Susana Hornos hace un uso eficaz de la música y el sonido para subrayar el ominoso paso del tiempo al que están sujetos los protagonistas en su jornada laboral. Una escenografía muy despojada enfatiza el vacío de actividad y sentido al que se enfrentan el empleado y su aprendiz. El experimentado Horacio Peña encarna al Sr. Lino con la sutileza de matices que lo caracteriza y que exige la evolución de su personaje, el más complejo de los dos. Juan Luppi logra una destacable interpretación como el inexperto pero pujante joven que viene a trastocar el orden del Sr. Lino para finalmente lograr integrarlo al suyo.
Es esta una propuesta que merece extender sus funciones a más días por semana –sólo va los domingos por la tarde- o a más meses.

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