Aborto: Balance sobre la ley que no fue

La “ola verde” que promovía el reconocimiento de un derecho subjetivo al aborto prácticamente ilimitado (según el proyecto aprobado en Diputados, en cualquier momento del embarazo, hasta la víspera del parto, la mujer hubiera podido abortar diciendo al médico que el embarazo era fruto de una violación), su financiación irrestricta y la criminalización de los médicos e instituciones que pusiesen reparos a su práctica, se estrelló contra el Senado después de obtener media sanción. El proyecto de ley que produjo una inédita movilización social, a favor y en contra, era mucho más que la declamada despenalización del aborto. Si sólo hubiera sido eso, probablemente habría cosechado muchas más adhesiones y hoy sería ley.
El tema está lejos de haberse cerrado. Por lo pronto, la despenalización parcial de la mujer que aborta está incluida en el proyecto de un nuevo Código Penal que enviará el Poder Ejecutivo al Congreso en las próximas semanas. El texto incluye muchos temas importantes (por ejemplo, una sustancial reducción de la pena del homicidio en caso de eutanasia) pero que probable y lamentablemente quedarán opacados por esta cuestión.
Por otra parte, el aborto será crucial en la próxima campaña electoral, con resultados imprevisibles. Todos los partidos políticos quedaron fracturados en torno de esta cuestión, sin que ninguno (salvo la izquierda extrema) pueda reivindicarla como bandera. Pero los candidatos serán escrutados por su posición al respecto. ¿Tendrá esa postura fuerza suficiente para dirimir el sentido del voto, por ejemplo, de los católicos? En países como los Estados Unidos el voto católico está tironeado: algunos lo definen precisamente por la posición frente al aborto, olvidando cualquier otra cuestión (y votan al Partido Republicano aunque sea impiadoso con los pobres o los migrantes). Otros privilegian cuestiones sociales y votan a candidatos demócratas, aunque estén a favor del aborto. En la discusión argentina emergió un actor importante: las Iglesias evangélicas. Algunos en ellas se ilusionan con hacer de esta bandera el aglutinante que finalmente permita conformar el “partido evangélico”, lo que sería una novedad entre nosotros.
Muchos promotores del proyecto se empeñaron en argumentar que quienes se oponían (por más que hayan presentado argumentos sólidos tanto jurídicos como médicos y de otro orden) lo hacían por razones religiosas. Identificaron a la Iglesia católica como el “enemigo” a derrotar. Por eso, el próximo paso será mutar los pañuelos verdes por otros negros, o anaranjados, reclamando la “separación de la Iglesia y el Estado”. Hay aquí una falacia, porque lo que en verdad se pretende es la exclusión de las voces religiosas del debate público. El manual de ese embate laicista indica que hay que focalizar el ataque en la Iglesia católica (acusada con razón o sin ella de los crímenes más abominables), a pesar de que otras Iglesias –como dijimos– son tan o más activas que aquélla en la defensa de la vida. Para los evangélicos, que en la Argentina históricamente han sido aliados del laicismo en contra de la Iglesia católica, se plantea un dilema, porque en la medida en que ellos mismos adquieren relevancia social corren el riesgo de ser el siguiente objetivo. Algunos de sus templos fueron atacados en estos días.
El debate pasado deja muchas enseñanzas que habrá que meditar. Quedó de manifiesto que hay un problema de salud pública, más allá de que legalizar el aborto no sea su solución, y que requiere de políticas activas: la maternidad vulnerable, una tasa muy elevada de embarazo adolescente no buscado, educación sexual deficiente. Una verdadera defensa de la vida, de toda vida, exige dedicar atención y recursos a estas situaciones. En este como en otros temas cabe preguntarse si la ley debe legitimar lo que existe por el hecho de que exista, o debe cumplir una función docente y ejemplarizante. Más allá de las cifras que se discutieron, es claro que se producen miles de abortos clandestinos. Pero en realidad, cualquier ley, por amplia que sea, establecerá algún límite. Quienes no estén dispuestos a respetarlo, recurrirán a prácticas fuera de la ley, lo cual significa que la verdadera opción es cómo llegar a un equilibrio razonable entre los necesarios límites legales y las inevitables prácticas ilegales.
La discusión del aborto no solamente fracturó a los partidos: también a las familias, y a las generaciones. El apoyo a su legalización es mucho más significativo entre los jóvenes. También es mucho mayor en las grandes ciudades que en el interior (y en ese sentido, hay que reconocer que funcionó el federalismo, porque parte de los senadores debieron hacerse eco de sus representados más allá de sus preferencias personales). La sociedad está partida en mitades, al margen de una ligera mayoría de uno u otro lado. Esto da cuenta de un cambio cultural profundo, del crecimiento de una mentalidad que privilegia el deseo personal por sobre cualquier otra consideración.
Por último, más allá del resultado, el debate en sí mismo tuvo aspectos positivos, aunque la división en colores puso la discusión en un esquema binario, a todo o nada (error de ambas partes). El debate fue muy pobre en Diputados, donde apenas se sucedieron monólogos de valor dispar en las audiencias, y otro tanto en la sesión maratónica de la Cámara. Aprobado el proyecto en general, los diputados fueron incapaces de debatir con seriedad los artículos en particular de la ley, y así resultó un texto indigerible para el Senado. En esta Cámara hubo algún grado mayor de debate en las comisiones, y se pudieron plantear en el recinto aspectos ignorados antes (por ejemplo, el costo de generalizar la práctica de abortos que nunca son gratuitos, o la constitucionalidad de que el Congreso imponga a las provincias determinadas políticas de salud o asignaciones de recursos).
La movilización social que se logró fue muy interesante y saludable; y descolocó a los medios de comunicación, que en su mayoría jugaron a favor del aborto. Una solución política implica siempre compromisos, equilibrar reclamos y necesidades contrapuestos. La discusión, en definitiva, sigue abierta.

3 Readers Commented

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  1. Mario Castilla on 2 octubre, 2018

    Realmente de primera. Podría firmarla como propia. Me alegra que Criterio siga siendo refugio de opiniones mesuradas y sensatas.

  2. juan V on 20 octubre, 2018

    La verdad esta por encima de la ley y no es democrática
    “NADIE TIENE DERECHO A QUITAR LA VIDA A OTRO SER HUMANO” si queremos evitar toda esta problemática de Embarazos no deseados debemos empezar por una buena educación basada en la lógica de que la castidad bien entendida es necesaria en nuestro mundo actual

  3. Victor M. Bender on 24 agosto, 2021

    Tomar conciencia del regalo de la vida es un asombro. Interrumpir ese proceso es un pecado grave mortal. Tus ojos ven mis acciones , se escriben todo en tu libro. Vivamos cada dia como si fuera el ùltimo, no sabemos cuanto es el dia, la hora de nuestra muerte. Hay vida eterna.-

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