La capacidad de generar confianza es una de las condiciones más significativas en las relaciones entre los Estados. La confianza se cimienta en la razonabilidad así como en la coherencia que guardan entre sí las decisiones que adopta un Estado en la orientación de su política exterior. Esto es así tanto en las relaciones bilaterales, como en el campo multilateral.
En este último caso, además, es preciso tener en cuenta que desde que existen las Naciones Unidas, la confianza guarda relación con el acatamiento de las disposiciones legítimas que han sido adoptadas por el Consejo de Seguridad.
No son muchas las instancias en las que se alcanzara el consenso unánime del Consejo de Seguridad, pero el caso de Jerusalén es uno de ellos. Existe en la ciudad santa una situación de hecho por cuanto el ejército victorioso ocupó en 1967 territorios sin que de ello derivaran derechos. Son más bien obligaciones las que el ocupante por la fuerza debe asumir. Es por tanto ilegítima la pretensión de declarar a Jerusalén la capital del Estado de Israel. Por la misma razón, la inmensa mayoría de los Estados que tienen relaciones diplomáticas con Israel, se han abstenido de instalar sus embajadas en aquella ciudad.
En este contexto la gran mayoría de la comunidad internacional reaccionó en contra del anuncio del presidente Trump por el que reconoce a Jerusalén como capital del Estado de Israel. Un proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad ratificando la doctrina internacional que hasta ahora había sido sostenida por los Estados Unidos, fue vetado el 18 de diciembre último por el delegado norteamericano.
La República Argentina, a lo largo de gobiernos de distinto signo político, ha mantenido en este punto una posición invariada en coherencia con las decisiones del Consejo de Seguridad respecto del status quo en Jerusalén.
Llama por tanto la atención la abstención de la delegación argentina, el 21 de diciembre de 2017, con ocasión del reciente voto en la Asamblea General, sobre el estatuto de la ciudad de Jerusalén. Dicha resolución, redactada en términos análogos al de la antes vetada en el Consejo de Seguridad, fue adoptada por una amplísima mayoría de países, a pesar de las amenazas políticas insinuadas por la representante permanente de los Estados Unidos. A excepción de la Argentina y el Paraguay, que se abstuvieron, todos nuestros vecinos y Alemania, Corea del Sur, España, Francia, Italia, Japón, Perú, el Reino Unido y Rusia se sumaron a los 128 países que aprobaron la resolución.
El pasado 8 de enero, con ocasión del saludo anual del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el papa Francisco hizo un “llamamiento a ponderar toda iniciativa para que se evite exacerbar las contradicciones, e invita a un compromiso por parte de todos para que se respete, en conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, el status quo de Jerusalén, ciudad sagrada para cristianos, judíos y musulmanes”.
No se está al tanto de las justificaciones que llevaron al gobierno argentino a decidir ese cambio de posición. Lo que en todo caso puede afirmarse, es que en nada se ha contribuido a generar confianza internacional.
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Join discussionEl pueblo quiere saber de qué se trata. El gobierno debe dar explicación de su voto, que modifica una de las pocas políticas de Estado que sustenta la Argentina en la comunidad internacional. Aquello que no se explica y fundamenta genera lo contrario de la confianza: la sospecha.