Algunas de las más de 160 delegaciones que asistieron a la conferencia ministerial de la OMC no eran de miembros de la organización, sino observadores acreditados. Entre estos últimos se encontraba la delegación de la Santa Sede, encabezada por Monseñor Ivan Jurkovic, representante permanente ante los organismos internacionales en Ginebra.
El discurso del observador vaticano fue pronunciado antes de que pudiera conocerse el magro resultado alcanzado por la conferencia. Sin embargo, vale la pena rescatar elementos de su contenido, ya que mantendrán vigencia en los futuros pasos que encare la OMC.
El representante pontificio expresó que, si bien existe una desigual distribución de recursos y oportunidades, hoy en día se está en mejores condiciones para llevar a cabo acciones concretas orientadas a superar la desigualdad entre países y pueblos.
El sistema multilateral de comercio, dijo, no debe ser debilitado. Los más pobres pueden sufrir las consecuencias si a mediano plazo declina el comercio y se busca solamente el interés particular diseñando una economía cerrada. Por el contrario, el enfoque multilateral ofrece un marco más amplio y seguro, dentro del cual los países más pequeños y más débiles pueden estar más protegidos que en un cuadro regional o bilateral, donde la situación asimétrica inevitablemente favorece las economías más grandes y más fuertes.
Jurcovic prosiguió afirmando que en el mundo hay más de 800 millones de personas con hambre y desnutrición. Ello configura un desafío permanente, en particular para los países en desarrollo. La Agenda 2030 postula la promoción de la agricultura autosustentable para eliminar la inseguridad alimentaria y la malnutrición. La Santa Sede considera de importancia crucial asegurar una solución permanente al problema de la inseguridad alimentaria. Ello supone mejorar la productividad de la agricultura de pequeña escala, el incremento de la producción de alimentos básicos para el consumo familiar y el mercado, mediante la mejora de las infraestructuras.
El papel de la mujer ocupó un importante espacio en el discurso del delegado vaticano. Los efectos favorables del comercio pueden incrementarse con políticas que aseguren la mayor participación de la mujer en la sociedad. Las mujeres no sólo son importantes en la familia sino también en el desarrollo del sistema económico, afirmó. La cuestión excede la mera igualdad de oportunidades. La Santa Sede alienta decididamente la promoción del trabajo femenino mediante la capacitación y el entrenamiento.
En materia de pesca, al reconocer la existencia de los grandes obstáculos que encuentran las negociaciones en curso, la Santa Sede apoya la adopción de un enfoque pragmático que permita al menos consolidar los avances que hasta ahora ha sido posible alcanzar. Como afirmó el papa Francisco: “Es cada vez más difícil encontrar soluciones locales para los enormes problemas globales que agobian la población local…en el debido respeto de la soberanía de cada nación, debe asegurarse el bienestar económico de todos los países, no solamente de unos pocos”.
Al concluir las deliberaciones, la gran mayoría de las delegaciones podría estar decepcionada por los limitados resultados de esta conferencia y los efectos perniciosos de la política de “cortarse solos” y de “mi país primero” a los que se asiste en estos días.
Sin embargo, en el lenguaje moderado propio de su investidura, el representante pontificio pasó mensajes claros a favor de de la corresponsabilidad que conlleva el multilateralismo y la necesidad de seguir negociando en el marco de la OMC.
La posición puesta de manifiesto por la delegación de la Santa Sede ante la OMC, es un caso más de aplicación de la doctrina de la Iglesia sobre las relaciones internacionales.