Van a la escuela pero no aprenden nada

Las tomas de colegios porteños han concluido. Es tiempo, ahora que las pasiones se han aquietado, de volver a poner sobre la mesa los problemas de fondo que hacen a nuestra realidad educativa.
¿Inclusión o calidad? Una vieja y absurda disputa. La respuesta es obvia: inclusión con calidad. Sin embargo, el problema es de mayor complejidad: aún inclusión y calidad no son suficientes si los niños que concurren a la escuela y reciben educación de calidad son incapaces de asimilarla.
El pasado 3 de octubre, BBC News publicó una interesante nota que, aunque extrema, resulta de relevancia para ayudarnos a comprender el tema. Se señala que una investigación del Instituto de Estadística de la UNESCO advierte la falta de calidad en las escuelas, reportando que más de 600 millones de niños en edad escolar no tienen destrezas básicas en matemáticas y lectura. “Muchos de estos niños no dejan de concurrir a las escuelas sino por el contrario están sentados en las aulas”, señaló Silvia Montoya, directora del mencionado Instituto. Es claro que la sola inclusión resulta insuficiente.
BBC News también reporta que el fenómeno de concurrir a la escuela sin lograr un real aprendizaje es resaltado por un informe del Banco Mundial hecho público en la última semana de septiembre, el cual sugiere posibles causales. Examina los factores que atentan contra el aprendizaje de los niños, entre ellos la calidad de la enseñanza impartida, señalando que muchos maestros no se encuentran adecuadamente calificados. A la vez advierte sobre el alto ausentismo docente. Al respecto, el economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer, es contundente al indicar que “tiene que haber una admisión más honesta de que el hecho de que un niño concurra a la escuela no significa que tome lecciones que valgan la pena”. Es evidente que la calidad también importa.
El informe hace mención a que un gran número de niños inicia su escolaridad en condiciones inadecuadas para adquirir conocimientos. Muchos, señala el Banco Mundial, han sufrido desnutrición, y la privación y la pobreza de sus vidas podría significar que empezaron la escuela física y mentalmente subdesarrollados. Por ello, menciona Romer que “el progreso dependerá de reconocer que los hechos acerca de la educación revelan una verdad dolorosa”. Está en lo correcto. Mal podemos hablar de igualdad de oportunidades si no contamos con un niño cuyo cerebro sea capaz de recibir educación y ello es imposible si no ha tenido una adecuada alimentación durante sus primeros años de vida.
Enfrentar la desnutrición infantil debe convertirse en una política de Estado. Al no hacerlo, hablar de inclusión y calidad educativa carece de fundamento, si efectivamente lo que deseamos es otorgar a los niños que menos tienen acceso a una vida mejor.

El autor es Miembro de la Academia Nacional de Educación y Vicerrector de la Universidad del CEMA.

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