Reseña de Ser Santos en medio del mundo. El caso de Enrique Shaw, de Víctor Manuel Fernández (Buenos Aires, 2017, San Pablo) y de El rol social de la empresa. Encuentros con el mundo de la economía y del trabajo. Papa Francisco (Buenos Aires, 2017, Ciudad Nueva).
El breve libro de Monseñor Víctor Fernández sobre Enrique Shaw se divide en dos partes muy interesantes y complementarias. La primera es una síntesis de la vida del empresario en sus múltiples facetas, que muestran una consagración a Dios en el mundo de hoy: a través de su familia, a la que amaba entrañablemente; de la empresa, a la que comprendía como una comunidad en la que no había excluidos; y de la donación a los demás. Profundamente anclado en una sólida espiritualidad, pudo enfrentar de manera ejemplar la dura enfermedad que lo llevó a su temprana muerte, uniendo su sufrimiento al de Cristo y donando hasta el último aliento a los demás. Son circunstancias cruciales que no se improvisan; hace falta una vida de relación con Dios previa para poder vivirla de ese modo.
La segunda parte del libro es una novena que nos permite rezar junto a Enrique para que, desde nuestra oración, con textos de la Escritura y del propio Shaw, miremos nuestra vida y la confiemos al plan de Dios.
No es casual que hayamos elegido comentar también el libro El rol social de la empresa, que recoge textos del Papa que son, de alguna manera, un llamado a continuar el camino y la visión de Enrique Shaw sobre la empresa. Tampoco es casual que haya sido el entonces arzobispo Jorge Bergoglio el que impulsara el proceso de canonización del empresario argentino.
El compilador del texto traza un recorrido de cinco etapas fundamentales para los hombres y mujeres de empresa y luego se transcriben cinco discursos de Francisco a personas relacionadas con el mundo corporativo y del trabajo. El Papa define a los empresarios como “artífices del desarrollo para el bien común” y, en una frase a los empresarios italianos, resume algunos conceptos clave: “Ustedes tienen una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos. […]. Esto es verdaderamente posible con la condición de que la simple proclamación de la libertad económica no prevalezca sobre la concreta libertad del hombre y sus derechos; que el mercado no sea algo absoluto, sino que considere las exigencias de la justicia y la dignidad de la persona. Porque no hay libertad sin justicia y no hay justicia sin el respeto por la dignidad de cada uno”.