Con diferencia de apenas siete días, entre el viernes 19 y el viernes 26 de mayo, distintos medios se refirieron a la vacancia de la representación diplomática argentina ante la Casa Blanca. El viernes 19 una breve nota daba cuenta de que finalmente se había develado el misterio sobre el sucesor de Martín Lousteau al frente de la embajada en Washington DC. El elegido sería el actual vicecanciller, Pedro Villagra Delgado, un destacado diplomático con casi 40 años de carrera y una trayectoria importante en el país y en el exterior. Sin embargo esta versión no pudo ser confirmada y sonó bastante a operación de prensa destinada a disminuir, en realidad, las posibilidades de un candidato idóneo pero que no se habrá sentido cómodo con el trascendido.
Debe coincidirse que resultó desafortunada la renuncia del anterior embajador en ese país a pocas semanas de producirse el encuentro de los presidentes Macri y Trump, asunto de la mayor relevancia para la actual política exterior argentina. Un experimentado diplomático opinó que quien quiera que sea designado embajador en Washington, debe conocer y tratar a todo el mundo, antes que estar pendiente de los vaivenes de la política interna de su país y de su propia carrera política.
Un memorioso recuerda que a pocos años de iniciado este milenio, el entonces canciller de Brasil –perteneciente a la carrera diplomática– terminó de convencer al presidente Lula da Silva de que ya no designara a embajadores políticos luego de un sonado papelón producido por una persona de extracción política en un país del Caribe. En nuestro medio, aparte del desafortunado caso de Lousteau, se puede recordar la pretendida designación como embajador en Suiza, a principios de 2016, de un médico mediático que era, además, ciudadano y senador de la República Italiana.
Aquí hay otra cuestión que no debería pasar desapercibida –y se tiene muy en cuenta donde corresponde– en la controversia sobre embajadores políticos vs. de carrera, en especial para un puesto como el de Washington: el acuerdo del Senado. Un embajador político requiere, como un juez y un militar desde el grado de coronel, el acuerdo de un Senado cuya composición política, hoy, no favorece al gobierno, mientras que un embajador de carrera, cuyo acuerdo ya pasó por el Senado al habérselo ascendido a esa categoría, no lo requiere. Su designación se produce con un simple decreto.
Cuando se terminan de escribir estas líneas, lunes 29 de mayo a la tarde, se toma conocimiento público de la renuncia de la canciller Susana Malcorra y la designación de un embajador de carrera, Jorge Faurie, actual representante diplomático en Francia, como nuevo Ministro de Relaciones Exteriores. Es el segundo canciller que provine de la carrera diplomática desde el retorno a la democracia, después de la gestión de Susana Ruiz Cerutti al final del gobierno de Raúl Alfonsín.
Faurie es santafesino y justicialista. Diplomático desde 1976, fue director nacional de ceremonial con el presidente Carlos Menem, vicecanciller de Carlos Ruckhauf en 2002-2003 y embajador en Portugal con el anterior gobierno. Se espera de él que no sólo ponga en movimiento y en una dirección correcta la administración interna de la Cancillería, sino que además ayude a conducir la política exterior de la Argentina, particularmente necesaria en la incierta coyuntura latinoamericana e internacional actual.
4 Readers Commented
Join discussionMe parece deplorable el comentario que el Embajador Faurie es «santafesino y justicialista». Siendo embajador de carrera, no interesa si es liberal, conservador, radical o cualquier otra afiliación politica.
Interesante Curriculum el del embajador, quizás por espacio o tiempo olvidaron incluir en el mismo que , el Ministro Faurie tuvo su paso por Tribunales. Fue en septiembre de 2002, cuando la Oficina Anticorrupción lo denunció ante el Poder Judicial por haber ocultado en su declaración jurada, por un lado que era socio del secretario privado de Menem, Ramón Hernández, en la empresa Costes SRL y, por otro, que tenía varios campos en Santa Fe. Nada del otro mundo…
Estimado Sr Luis Wetzler y amigos,
El anonimato es, entre otras cosas, utilitario; existe una finalidad difícil de confesar.
En éste caso, que no es el primero, es obvio que el objetivo es descalificar al funcionario de carrera sin herir el concepto de la «diplomacia de carrera». Tarea difícil, por contradictoria.
Es que, el anónimo es quizás, un «diplomático sin carrera». O podría ser un «diplomático de carrera» y «anti justicialista de carrera». ¡Vaya uno a saber!
No es la primera vez, y dudo que sea la última, que la Revista Criterio es usada para éstos menesteres.
Lo de justicialista y santafesino es, imagino, para brindar más datos sobre el funcionario. De minguna manera lo veo descalificatorio. La cancillería y todos los ministerios están llenos de servidores públicos justicialistas y santafesinos brillantes como Jorge Faurie.