Un inmigrante que hizo patria

Reseña del libro Vida de William Wheelwright, de Juan Bautista Alberdi. Prefacio de Horacio C. Reggini. Ediciones Galápago y Eudeba. Buenos Aires, 2016.

Juan Bautista Alberdi escribe en París (1876) La vida y obra en América del Sud de William Wheelwright (1798-1873) y lo pone como ejemplo de “cómo a veces un extranjero puede ser más benemérito de la patria que un patriota”. Este libro ha sido reeditado por el ingeniero y académico Horacio C. Reggini, y es un homenaje a un empresario genial que transformó las comunicaciones en nuestras latitudes gracias a la introducción de la navegación a vapor, a los ferrocarriles y a la telegrafía, al inaugurar entre Santiago y Valparaíso la primera conexión telegráfica en América Latina en 1853.
Esta historia merece conocerse mejor. Reggini ha dedicado varios libros a las telecomunicaciones como instrumentos de unión entre las personas y los pueblos, comenzando por la educación. Podríamos resumir esta inquietud, siempre actual, diciendo que todos tenemos derecho a estar conectados.
Wheelwright lo entendió muy bien y dedicó su vida a conectar a los países de América del Sud entre sí y con el mundo cuando avanzaban penosamente como naciones independientes. Se inició como navegante y arribó en uno de sus viajes a Buenos Aires, su barco naufragó frente a la costa. De allí siguió a Chile y se radicó en Valparaíso con la voluntad de convertirla en un puerto abierto al mundo, como paso obligado de las naves comerciales que arribaban desde el Atlántico. Para ello fundó la primera Compañía de Vapores del Pacífico, lo que lo obligó a incursionar por la costa del Pacífico para habilitar puertos operables con este nuevo tipo de transporte marítimo que revolucionaría el comercio internacional, entre ellos, el Callao en Perú y Guayaquil en Ecuador.
Pero su ambición era establecer una comunicación fluida entre los países del Atlántico y del Pacífico, en particular entre Inglaterra y Australia. Alberdi lo explicó diciendo que “los puertos son los anillos que unen a las líneas de vapores con los ferrocarriles”. Imaginó la manera de hacerlo mediante líneas ferroviarias que unirían la costa este, desde el puerto de Ensenada, en la provincia de Buenos Aires, hasta el de Calderas, cercano a Copiapó, en la provincia de Atacama en Chile. El Ferrocarril Central Argentino, que uniría Rosario con Córdoba, fue otro de sus proyectos, pero no logró concretar el cruce de los Andes.
Wheelwright conoció a muchos hombres ilustres argentinos: Rivadavia, Urquiza, Sarmiento, Rawson, Vélez Sarsfield y Mitre, entre otros. Murió en Londres y sus restos reposan en su tierra natal, Nueva Inglaterra, Estados Unidos.
Alberdi concluye con un elogio a la inmigración: la influencia (social y política) de las obras de Wheelwright “caracteriza y define el papel civilizador de la inmigración en la América Latina”. Esta reedición del libro de Alberdi es un buen ejemplo de la vigencia de las ideas fuerza en la historia de la humanidad, en su caso el de “conectividad”, que hoy se extiende al mundo digital, que ya no tiene fronteras en el espacio y en el tiempo.

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