Próximo encuentro de Macri y Trump en Washington

Los presidentes Mauricio Macri y Donald Trump se reunirán en Washington el 27 de abril.
El último encuentro entre jefes de Estado de los dos países tuvo lugar en Buenos Aires, cuando el presidente Obama nos visitó en el mes de marzo de 2016.
Macri será el segundo presidente latinoamericano que recibirá Trump desde que asumió la primera magistratura de su país. En febrero, Trump había recibido en Washington la visita del presidente Pedro Pablo Kuczynski del Perú. Antes de esa visita, había sido notorio el fallido encuentro entre los presidentes mexicano y norteamericano, cuando Peña Nieto anunció la cancelación de su visita oficial a los Estados Unidos, originalmente acordada para el día 31 de enero.
Por regla general, el encuentro entre dos jefes de Estado representa una oportunidad extraordinaria que aprovechan los países para promover la relación bilateral, procurar resolver los problemas que pudieran obstaculizarla y comparar sus respectivas lecturas sobre la agenda internacional. Ello supone una preparación exhaustiva por parte de las respectivas cancillerías, embajadas y asesores de confianza de los dos países, en tres áreas:
A. la logística del encuentro, que incluye los aspectos prácticos y protocolares que suelen estar a cargo del país anfitrión, pero con conocimiento y participación del visitante.
B. la confección de la agenda sobre la que ambos jefes de Estado habrán de conversar, donde se reflejan los intereses que cada uno negociará, buscando en lo posible puntos de interés común. Este es ciertamente el más relevante de los tres puntos.
C. La comunicación que ambos jefes de Estado harán ante la opinión pública, cuyo contenido podrá ser en parte acordado y común, pero también reflejará lo que cada uno de ellos decida trasmitir a la prensa propia e internacional.
Huelga decir que este esquema tripartito clásico está sujeto históricamente al colorido propio de las personalidades y sus respectivas psicologías, lo que comúnmente se denomina “la química”. Además, cada uno de ellos llega a la entrevista con una serie de condicionantes políticos derivados del apoyo que conservan, perdieron o acrecentaron desde que llegaron al poder y las dificultades que pueden encontrar para la promoción de las propias iniciativas.
En el caso del encuentro que se avecina, es notoria la diferencia de carácter de los dos presidentes. Por otra parte, Macri y Trump tienen en común el ser “outsiders” de los vericuetos de la política exterior. Por otra parte, un dato que no puede ser soslayado es que algo semejante puede decirse del Secretario de Estado Tillerson y de la Canciller Malcorra, ya que ambos poseen sin duda una visión internacional, pero no una gran experiencia específica en la política exterior de sus respectivos países. Ambos ministros, por otra parte, tienen a su cargo organismos maltrechos: uno, por el deterioro institucional provocado por la penosa gestión del canciller Timerman, y el otro, por el alejamiento de altos cuadros de un Departamento de Estado con presupuesto reducido desde la asunción de las nuevas autoridades en Washington. Es más: ambas embajadas están bajo la autoridad de encargados de negocios. La norteamericana en Buenos Aires, pues la nueva administración no ha designado aún al sucesor del embajador Noah Mamet; la argentina en Washington, por la incalificable renuncia de Martín Lousteau, a comienzos de abril, cuando ya se conocía la fecha del encuentro presidencial.
En la coyuntura actual, cuando por muy distintas razones el Brasil y México pueden representar un interrogante, la Argentina post K muestra una perspectiva potencialmente favorable no sólo para Washington sino también otros socios tradicionales de nuestro país.
Los temas que integran la agenda de trabajo están cubiertos por la reserva. Existe sin embargo un condicionante que deriva del hecho de que el uno representa una potencia mundial en acto y el otro un país con potencial a desarrollar. No obstante, cabe suponer que incluyan cuestiones del interés de cada parte en su relación bilateral con la otra, como la identificación de posibles progresos en áreas de cooperación educativa, científica y técnica, el régimen de visados o el turismo y el acceso de los productos de cada uno al mercado del otro.
Pero también es dable imaginar un intercambio de las respectivas visiones sobre la seguridad regional y global, en la perspectiva de la agenda del G20 que se reunirá el año próximo en la Argentina. La situación en Venezuela y la activa presencia de terceros países como China o Irán en nuestro continente podrían formar parte de la conversación. Pero el contexto vigente es mucho más amplio.
Cuando Francisco habla de una tercera guerra mundial en cuotas, tiene presentes los más de cuarenta conflictos armados con los que convivimos en el mundo. Descuella entre ellos la prolongada guerra civil (con activa presencia extranjera) en Siria, que se sobrepone a las ambiciones del Isis en ese país e Irak. Se suman los actos de terrorismo que en su nombre se multiplican en Europa, las amenazas del errático autarca de Norcorea y la tensa inestabilidad que persiste en Ucrania oriental y varios otros focos de tensión en África y Asia.
Cada uno de estos focos de violencia debería haber puesto en marcha el sistema de seguridad colectiva que se quiso crear después de la segunda guerra mundial. Pero sólo llegó a plasmar el remedo ineficaz de un Consejo de Seguridad donde reina la parálisis de los vetos cruzados entre sus miembros permanentes.
En este contexto de incertidumbre, la marea inmigratoria espera todavía una respuesta satisfactoria por parte de los Estados que cuentan con responsabilidades y medios para hacerle frente.
Sea que algo de todo esto se hable o no entre los presidentes, se trata de un contexto ineludible. Trump se ha pronunciado espontáneamente mediante una mezcla de tweets y decisiones, como el reciente bombardeo norteamericano a una base aérea siria, dispuesto mientras el máximo dirigente chino se encontraba visita oficial en los Estados Unidos.
Cabe interrogarse sobre la visión estratégica que sobre estas y otras cuestiones llevará nuestro presidente al encuentro. Un encuentro condicionado por la inexperiencia de gran parte de quienes tendrán a su cargo su preparación, comenzando por los propios interlocutores. Ello torna entonces impredecible su resultado y hace descansar el deseable éxito en la espontaneidad, creatividad e improvisación de los protagonistas.

2 Readers Commented

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  1. lucas varela on 12 abril, 2017

    Conociendo el comportamiento de nuestro Presidente, sospecho que existe en agenda, aunque de palabra, un tema adicional, a saber:
    poner en práctica, si fuera posible en forma inmediata, relaciones que otrora un expresidente calificó con orgullo: «relaciones carnales».

  2. horacio bottino on 25 abril, 2017

    ee uu no es socio nuestro es un competidor,el rescate con billones a los bancos que hizo obama es un escandalo igual que las guerras que promovio.en el 98-2001 nos hicieron mucho mal,el juez griessa tambien,sus capitales especulativos sus mineras sus petroleras¿cual es el pais que mas consume droga?

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