Un novelista inglés, Robert Graves, puso en boca de uno de sus personajes históricos una frase penetrante: “History is an old man´s game” (La historia es un deporte para ancianos). Así me siento, desde mis ochenta años, al escribir sobre un hombre que no conocí personalmente, pero que aprendí a admirar por su lucidez y energía espiritual.
En otro lugar, he escrito sobre la historia intelectual de CRITERIO entre 1928 y 1968(1) y remito a los lectores a ese ensayo que resumía la tensión entre el orden y la libertad, como las fronteras en que la historia de la revista trazó los primeros cuarenta años de su destino.
Recuerdo que hace ya mucho, Michel de Certeau, de visita a la Argentina y a nuestra redacción –que estaba todavía en Alsina 840– habló de “milagro intelectual”. En boca de un distinguido jesuita, psicoanalista y teórico de la historia, no fue un pequeño halago el que recibimos, aunque captado con amable displicencia por Jorge Mejía, entonces director de la revista.
Pero ahora quiero ceñirme a un aspecto de la trayectoria intelectual de Franceschi: aquel que se refiere a su percepción del fenómeno totalitario nazi y fascista.
La revista rompe el fuego contra el régimen italiano el 16 de julio de 1931 con el editorial “Catolicismo y fascismo”, a propósito de la crisis entre Mussolini y la Iglesia, y del conflicto patente en la encíclica Non abbiamo bisogno del Papa Pío XI (2).
Resulta muy sugestiva para el lector actual la precisa atención que Franceschi presta a los rasgos simbólico-políticos del nazismo. En un editorial fechado en Munich el 20 de abril de 1933, el autor escribe: “Vi por primera vez en Munich en el frente del cuartel general hitleriano, la insignia completa de la organización…una suerte de lábaro constantiniano con el agregado de una cruz gamada, signo no de una reivindicación histórica sino de una reivindicación étnica… el fascismo ha respetado la bandera nacional; el hitlerismo la ha sustituido prácticamente con la partidista. Y esto tiene su hondo significado… la naturaleza misma del nacional socialismo, que ve en la raza el ideal supremo como lo ve Mussolini en la nación representada por el Estado es poco compatible con la doctrina católica sobre la primacía de lo espiritual”.
La finalización de la guerra impulsa a Franceschi a realizar una notable síntesis del totalitarismo de derecha, concluyendo que “el fascismo ha muerto, no de las iras populares sino de su propia constitucional insuficiencia”.
Durante la segunda quincena de 1945, la revista dedica tres editoriales a la caída del régimen nazi. Vuelven aquellos recuerdos que apelan a una memoria poderosa. Escribe Franceschi hablando de Hitler: “Lo he escuchado por radio en varias oportunidades, y directamente una en abril de 1933… Hallábame en el palacio de la Nunciatura de Munich, sita frente a la casa parda…Toda una multitud llegó hasta allí, pidiendo que el Führer hablara. Consintió en ello y pronunció un breve discurso. Su físico personalmente me desagradaba, mas comprendo que ante muchos ojos se justificaba el calificativo que corría en boca de sus admiradores, especialmente del sexo femenino der schöne Adolf, el hermoso Adolfo”.
El segundo editorial es un fino análisis psicológico de Hitler, que recorre desde su “magnificencia wagneriana” hasta el suicidio de su sobrina Ángela “Geli” Raubal. El tercer editorial es concluyente: ¿Murió Adolfo Hitler? y contesta “Creo que sí, no por razones documentarias sino psicológicas… Su sensibilidad enfermiza debía llevarlo a perecer en una apoteosis de escombros, envuelto en las llamas que consumieron simultáneamente el cadáver de Siegfried y el cuerpo de Brunhilda. Quiso entrar de esa manera en la leyenda de los héroes… pero creo que esto no impide terminar afirmando mi convicción de que el führer Adolf Hitler fue uno de los hombres más nefastos que la humanidad haya padecido”.
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La evidencia aportada revela una aguda apreciación política y una profunda repulsa cristiana al totalitarismo de derecha, simétrica del comunista al que Franceschi dedicó páginas brillantes. Al fin, no podemos resistir a una pregunta puramente conjetural: ¿Que escribiría hoy Franceschi ante la prepotencia de Trump, el autoritarismo de Putin, el resurgir de China, la corrupción casi universal y la pérdida de valores morales que parece conmover a Occidente?
Creemos que seguiría polemizando y defendiendo con solidez la verdad, más allá de cualquier insidiosa “posverdad”. Pero también creemos que la revista ha seguido su ejemplo y sigue luchando a su vera por la verdad del humanismo cristiano y la libertad de las conciencias. Quizás poco saben que una escuela primaria pública sita en pleno Colegiales lleva el nombre de Gustavo Franceschi, “como hombre de letras”, justo homenaje al sacerdote, al escritor y al ciudadano.
Notas
1- Marcelo Montserrat, “El orden y la libertad (una historia intelectual de CRITERIO entre 1928-1968)”, en el libro de N. Girbal- Blacha y De Quatrocchi- Woisson, Cuando opinar es actuar, Bs. As., ANH, 1999, pp. 151-191 y la bibliografía allí citada, a la que me permito añadir ahora la más reciente: Pierre Ayçoberry, La question nazie, Paris, Seuil, 1979. Michel Burleigh, El tercer Reich, Bs. As., 2003, y Sacred Causes, N.York, Harper, 2008.
R.J. Bosworth, Mussolini, Barcelona, Península, 2003.
Emilio Gentile, La via italiana al totalitarismo, Bs As., Siglo XXI, 2005 y El culto del littorio, Bs. As., Siglo XXI, 2007.
Toni Judt, Posguerra, Madrid, Taurus, 2015, dec. edición.
Ian Kershaw, La dictadura nazi, Bs. As., Siglo XXI, 2004 y Hitler, Barcelona Península, 1999-2000, 2 vols.
Ernst Nolte, La guerra civil europea, México, 1974.
Robert Paxton, Anatomía del fascismo, Bs. As., Península, 2005.
José A. Zanca, Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad, FCE-Udesa, 2006.
2- Marcelo Montserrat, “Hitler, Pío XI y el concordato”, y “En torno de los orígenes histórico-ideológicos del nacionalsocialismo alemán”, ambos en el libro del autor Usos de la memoria, Sudamericana-Udesa, 1996, pp.107-130.
Rosa Sala Rose, Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, Barcelona, Acantilado, 2004.
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Join discussionA pesar de todos sus defectos, (p.e., según Mons. Franceschi: «Su físico personalmente me desagradaba, «), al tomar el poder en dos años acabó con una de las mayores inflaciones de la historia y pasó de una desocupación de 6 millones a 2 millones. Y no fue por fabricación de armas,como sucedió en los EE UU donde al comenzar la 2da. guerra pudieron salir de una desocupación de más de 9 millones fabricando armas para Inglaterra