Entretelones de Cuba y la Argentina

Un diplomático de carrera recupera algunos hitos poco conocidos en las relaciones políticas bilaterales.

En Cuba, “hacer botella” es el equivalente a nuestro “hacer dedo”. Allá suele ser indispensable para movilizarse por la ciudad y en tramos suburbanos, dadas las dificultades con el transporte. Yo ofrecí muchas veces mi auto en La Habana, si veía señoras mayores, embarazadas o con chicos. Nunca hablé con mis circunstanciales pasajeros de política o derechos humanos; ellos tampoco sacaban el tema. Hablaban de la situación económica local, me preguntaban por la Argentina y mencionaban al Che Guevara. A veces, sí, algunos decían conocer la controversia en torno a los derechos humanos en la isla pero subrayaban que lo que querían era irse para mejorar, vivir de su trabajo, tener un auto y conocer un poco el mundo.

En Cuba viven 11,1 millones de personas y se calcula la diáspora en alrededor de 2,5 millones, por lo general residentes en los Estados Unidos. No creo equivocarme si arriesgo que una mayoría abrumadora de los que emigraron no se fue de la isla por criticar al sistema o por la libertad de expresión sino que, con toda seguridad, por la situación económica. Esto no quita que yo desmerezca la controvertida situación de los derechos individuales. No sólo la conozco sino que adhiero con fervor al sistema político de mi país, una democracia republicana y pluralista con economía de mercado. Es más, creo que los derechos humanos contenidos en la Declaración de 1948 son universales, interdependientes e indivisibles, con lo que descreo de cualquier jerarquización entre “derechos sociales” y “derechos individuales”. No hace falta más.

Ese asunto me lleva a otra cuestión: las sanciones a Cuba, aplicadas por los Estados Unidos desde 1959, que integran el embargo o bloqueo, según quien lo nombre. Muchos quizá no lo saben y otros lo soslayan pero las medidas iniciales de Dwight Eisenhower (1959-1960) no se aplicaron a la isla por su sistema político, que en definitiva cambió recién en 1961 al adoptarse el marxismo-leninismo, sino como medida de retorsión ante las expropiaciones a bienes norteamericanos que dispuso Fidel y que nunca fueron indemnizadas; sí sucedió, por ejemplo, con bienes expropiados de Francia, Canadá, Italia y Suiza.

Luego de tres años de residencia en Cuba, a título particular y como encargado de la sección económica y comercial de la embajada argentina, puedo sostener que la delicada situación económica y social de la isla no se debe sólo al “bloqueo” norteamericano de 57 años, ni a la caída de la URSS y sus aliados de Europa Oriental entre 1989 y 1992. Ambos embates externos causaron graves perjuicios a la economía cubana, sobre todo “la caída del campo socialista”, como se la denomina en Cuba, y cuyos efectos más severos se padecieron con particular dureza en la primera mitad de la década de 1990, conocida como “período especial en tiempo de paz”. Los motivos de la grave situación deben buscarse en un entramado de razones externas y decisiones internas. Por lo pronto la respuesta de un país a los embates externos, cómo se adopta y con qué criterios, es una decisión soberana del Estado afectado.

Sin perjuicio de ello y como he señalado en otros artículos, no comparto el embargo o bloqueo por varios motivos. Primero y principal, porque el afán de cambiar el sistema unipartidista que no permite el disenso, si bien no es ético y supone un evidente doble discurso, Cuba no es el único país del mundo con ese sistema y no se bloquean otros países con sistemas similares. Segundo, las sanciones no afectan a la clase dirigente, cuyas decisiones son las que pretenden modificarse, sino al ciudadano de a pie. Tercero, los perjuicios comerciales, más que los financieros, son limitados ya que Cuba es un global trader que comercia con el resto del mundo. El problema cubano es más de efectivo, de financiamiento de importaciones. Y cuarto, el embargo o bloqueo no ha servido a los propósitos perseguidos durante 50 años por el país que dispuso las sanciones, que fue el que resultó aislado, según reconoció el propio presidente Barack Obama el 17 de diciembre de 2014.

Nuestro país ha pretendido, desde los comienzos de la Revolución, mantener un diálogo franco y constructivo con Cuba antes que una exclusión agresiva. Prueba de ello fue la actitud del presidente Arturo Frondizi en sus encuentros con Fidel Castro en 1959 y con el Che Guevara en 1961. Cuba todavía no había adoptado el marxismo-leninismo ni deseaba subordinarse al bloque soviético cuando Frondizi denunció operaciones tendientes a aislar al gobierno de Castro. Por eso recibió a sus máximos representantes, Fidel y el Che. En mayo de 1959, el primero visitó Buenos Aires para participar de una reunión de trabajo de la OEA. Dos años después, la reunión con el Che tuvo lugar durante otra conferencia interamericana, cuando Guevara atacó el intento de Kennedy de imponer la Alianza para el Progreso. El gobierno cubano buscaba evitar el cerco norteamericano y no quedar subordinado a Moscú. Para ello, la asistencia que pudiera recibir de la Argentina y Brasil era fundamental. Pero Frondizi exigía al Che que renunciara a propagar la revolución fuera de sus fronteras, apoyando a grupos guerrilleros en otros países. Evidentemente esa condición no fue cumplida: no se esperó para alentar a la guerrilla de los años ‘70 y el primer ataque fue contra Illia, en 1964, cuando se detectó el primer foco en el norte argentino. También conviene recordar que años después de finalizada la dictadura militar, en enero de 1989, durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín –que, dicho sea de paso, fue el primer presidente argentino que visitó a Fidel Castro en La Habana en 1986–, tuvo lugar el ataque al cuartel de La Tablada perpetrado por fuerzas residuales del ERP.

Hoy se sabe que durante los ‘70 ambos gobiernos se entendieron en Ginebra para acallar los crímenes de la Junta Militar encabezada por Videla. Sin embargo, a pesar de las diferencias, nuestra actitud bilateral siguió siendo comprensiva. Un memorioso embajador con destacada actuación en la Cancillería en tiempos de Guido Di Tella me recordaba que así como Cuba se mantenía solidaria con Malvinas, con los asuntos nucleares y con nuestras candidaturas en la ONU, nosotros agasajábamos oficiosamente a los líderes cubanos que nos visitaban. Fue el caso de Isidoro Malmierca, Ricardo Alarcón de Quesada y Roberto Robaina, con almuerzos en el Palacio San Martín de hasta 16 personas. Asimismo el canciller Di Tella incluyó en las bilaterales con los Estados Unidos levantar el embargo a Cuba. Ese apoyo a nuestro país en los foros internacionales evitó que la Argentina fuese condenada por la violación masiva de los derechos humanos, un hecho cuidadosamente ocultado por las izquierdas latinoamericanas.

Durante mi estadía en Cuba me tocaron dos hechos destacados de la agenda bilateral. El primero fue la segunda visita oficial de un jefe de Estado argentino a la isla. La señora Cristina Fernández de Kirchner llegó a La Habana el 18 de enero de 2009, bajo el gobierno de Raúl Castro. El último día de la ex presidente en la isla y tras un operativo cargado de misterio propio de las novelas de John Le Carré, Cristina Fernández mantuvo una reunión de 30 minutos con Fidel Castro. El líder de la Revolución se encontraba muy delicado de salud y no había recibido a otros dignatarios en los días anteriores. A mediodía la ex presidente desapareció mientras la esperábamos en la residencia de la embajada argentina, donde mantendría una reunión con representantes de la colonia argentina antes de regresar a Buenos Aires. Se encontraban en la residencia, entre otros con quienes conversé, Eduardo Aragonés, hijo de Emilio Aragonés Navarro, que fuera embajador cubano en Buenos Aires entre 1973 y 1983, y Alberto Granado, que acompañó al Che en su memorable viaje en motocicleta por América Latina en 1952. Luego de una hora nadie sabía el paradero de la señora de Kirchner. Pero en una casa cercana se había encontrado con Fidel. Recuerdo que apenas entró a la residencia argentina, la entonces jefa de Estado relató que “venía de ver a Fidel” y que éste le había hablado muy bien de Barack Obama, con mucha esperanza en quien asumía por esos días su primer mandato en Washington.

Cinco meses después de esa visita, se produjo el otro hito de la agenda bilateral de esa época: la neurocirujana cubana Hilda Molina fue finalmente autorizada a dejar la isla para reencontrarse con su hijo Roberto Quiñones, residente en Buenos Aires. Trece meses antes, en mayo de 2008, cuando me encontraba a cargo de la embajada, fue autorizada a viajar a Buenos Aires Hilda Morejón, madre de la doctora Molina, de 89 años. El caso no fue el de una disidente más sino un asunto humanitario de reencuentro familiar, aunque luego, ya en Buenos Aires, la doctora Molina publicó el libro autobiográfico Mi verdad, de fuerte contenido anticastrista. Como caso humanitario fue encarado por el matrimonio Kirchner durante sus presidencias, aunque con diferentes estrategias frente a Cuba.

Respecto del futuro de Cuba, los Estados Unidos son la gran incógnita, con Donald Trump a punto de asumir. A pesar de su opinión sobre Fidel Castro y el sistema cubano –como de muchas otras cosas dichas en la campaña–, considero prematuro aventurar escenarios y prefiero esperar a que el hombre de Estado se siente en la oficina oval asistido por su equipo de política exterior.

Escribo estas líneas el 6 de diciembre de 2016, cuando la Unión Europea, que en 2008 relanzó un diálogo constructivo con Cuba, declaró extinguida la “posición común” contraria al gobierno de la isla adoptada en 1996. La UE consolida así su cooperación con La Habana.

El presidente Macri visitará la isla en 2017. Seguramente la deuda de Cuba con nuestro país, iniciada con un préstamo de 200 millones de dólares en 1973 y consolidada meses después con la venta de bienes de capital durante la Misión Gelbard a La Habana (febrero 1974), que hoy superaría los 2.500 millones de dólares, estará en la agenda bilateral. Por lo demás, no hay razones para que la Argentina, a pesar de las diferencias ideológicas con La Habana, no se una al consenso latinoamericano de relaciones maduras con Cuba.

3 Readers Commented

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  1. Jose Cejas on 6 junio, 2017

    Hola..Muy buena la nota, real en los datos tanto históricos como actuales, Soy Argentino de la ciudad de Santa Fe, y estuve hace un mes allí, asi que pude ver esa realidad, dura muchas veces. Conoci una persona que mantengo una relación, y necesitaría información para saber que pasos seguir para que venga a Argentina. ;Muchas Gracias,,

  2. Adriana on 18 diciembre, 2017

    Hola, estoy en la misma situación. Puedes enviarme un email, te guiaré los pasos a seguir.
    Saludos
    anadria17@gmail.com

  3. Adriana on 18 diciembre, 2017

    José Cejas, te adelanto: que la persona vaya tramitando el pasaporte de lo contrario no obtendrá la Visa, aunque no es garantía que se la otorguen.
    Quedamos en contacto si lo deseas.
    Saludos, éxito!

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