De las muchas cosas, gratas e ingratas, que nos sucedieron el año pasado, y que orientan nuestra vida para el año que empieza, hay una en especial que quisiéramos compartir. Se trata de un viaje al pie de la cordillera, para ver una película junto a sus protagonistas: una familia de arrieros, sus amigos y vecinos. La obra se llama, simplemente, Arreo.
Ese pedazo de aire puro llegó a verse casi secretamente en Buenos Aires. “Emociona desde el comienzo”, dijimos, con esa majada enorme que aparece de golpe en medio del camino, y no termina nunca de pasar, y esa cabra que se detiene y se pone a mirar a la cámara, entre curiosa y desconfiada. Así empieza este documental y sigue, muy acertadamente, con la parición de los cabritos en la primavera. Que es algo hermoso pero lleva su trabajo, para la madre y para los crianceros. “Se muestra la vida y la rutina de don Eliseo Parada, su esposa y su hijo mayor, del departamento Malargüe, ahí en la cordillera, con sus 500 cabras, cuatro perros arrieros, los caballos, la mula, y los tres puestos: el de invernada en Bardas Blancas, uno intermedio, y el de veranada casi a 3.000 metros de altura, donde está el pastito de engorde. Hasta que empiezan las primeras nieves y hay que ir bajando”. El turista que goza del confort de Las Leñas no lo sabe, pero ese puesto de veranada está detrás de las montañas que tanta admiración le causan. Comentamos también la participación del hijo menor, que cada tanto viene de la ciudad para dar una mano y renovar sus raíces. Y el mantenimiento de las tradiciones, aunque quién sabe hasta cuándo. La Ley de Arraigo tiene sus bemoles, y el creciente tránsito de camiones afecta el de los animales. “Mientras se pueda, ellos van a seguir con la vida que aman. (…) Y don Eliseo va cantando, o haciendo versos, mientras trabaja. Coplas, décimas, rancheras, que él mismo compone con alegría y orgullo de paisano. Suyos son los temas que se escuchan”. Vale la pena transcribir uno de esos versos improvisados arriba del caballo:
Ahora el arriero llega
donde la china lo espera.
Abierta está la tranquera
del corral para encerrar.
Esperaremos que venga
el comprador a cargar.
Del precio no voy a hablar
porque no sé cuánto pagan.
Pero el bolsillo está vacío
y eso es lo que a mí me amarga.
Pero este problema tiene
todo aquel que es productor.
Tener que vender barato
lo que le costó sudor.
Hermosa película, de verdades eternas sencillamente dichas. Quienes aman la vida rural están emocionados casi todo el tiempo. Otros aprenderían a quererla. Y todos han de terminar admirados, porque esa familia es admirable. Lo mismo, el trabajo de Tato Moreno, malargüino que se fue a estudiar a California, trabaja en una cadena televisiva de Florida, y tiene su propia productora de documentales, como De idas y vueltas, sobre los niños de una escuelita albergue de Ranquil Norte. Hizo Arreo enteramente a pulmón, con un equipo más que reducido, sin pedir subsidio, y tomándose sus tiempos, a la manera del recordado maestro Jorge Prelorán. Primero cultivó con total franqueza la amistad de la gente, mucho después pidió permiso para traer la cámara, filmó a lo largo de dos años, se tomó otros dos para armar la película, pidió permiso para mostrarla. Así se hacen las cosas. La obra, ya lo dijimos, se vio muy poco en Buenos Aires. Pero llenó salas en las localidades cordilleranas, y se ganó sus buenos premios en festivales específicos, como el 22° de cine de montaña de Della Lessinia, en Bosco Chiesanuova, Verona. Y ahora tuvimos ocasión de verla en el mismísimo Bardas Blancas, junto a Don Eliseo, su señora, el suegro, los hijos y los amigos y vecinos, varios de los cuales también son arrieros. Bardas Blancas es un caserío cerca del Río Grande, camino al paso fronterizo de Pehuenche. Tiene una hostería de viejo estilo provinciano, un par de almacenes, casas bastante separadas, corrales, una iglesia en construcción y, lo más interesante, una hermosa escuela-albergue, amplia, completa, de educación primaria y secundaria, donde los chicos de la zona viven, estudian y se recrean.
En las cercanías, camino de ripio, están los restos de un bosque petrificado, y más allá una gruta de estalactitas y estalagmitas dignas de cuento. Caverna de Las Brujas, le dicen con ilusión de novela, y hay que pedir turno para verla. Pero sin turno, apenas llegada la noche, basta alejarse muy pocos kilómetros del pueblo para ver el cielo enormemente estrellado, y la Vía Láctea en toda su bellísima riqueza. Quienes crecimos en ciudades chicas de provincia podíamos verla bastante bien, hace añares, pero esto es todavía más hermoso. Por algo se ha instalado un observatorio astronómico en Malargüe, y un planetario. Bardas Blancas, que así se llama por unos vallados de piedra caliza, tiene la Fiesta del Veranador, cuando los arrieros vuelven de la montaña. Ahí ya se había dado la película, pero esta vez la excusa era la apertura del salón de usos múltiples del lugar, moderno edificio que no choca para nada con las casas cercanas. Pero la proyección fue al aire libre, algo mucho más lindo. Criollo de cuerpo mediano y fuerte, habla cordial y mirada ágil, Don Eliseo estaba de botas, con pañuelo bordado de símbolos nacionales, recibiendo los aplausos junto a los suyos. Luego, durante la cena, sugirió algunas ideas para los próximos documentales de Tato Moreno: la invernada, el entusiasta regreso de los cabríos, los verdaderos cantores de pueblo del interior cuyano, en fin, hay tantos temas, pero tan difícil ayuda, y tan escasa difusión. Esta experiencia pudo concretarse gracias al sistema de cine-móviles impuesto 20 años atrás por don Julio Márbiz. Con esos cine-móviles, Cultura de Mendoza expandió por toda la provincia un valioso festival, Mirada Oeste, donde predominan las creaciones regionales. Sería muy bueno que esas obras pudieran expandirse al resto del país. Hay vías alternativas, como el Festival de Cine con Vecinos, de Saladillo. Y hay también bastante displicencia entre los programadores de los Espacios Incaa y otros funcionarios públicos. En resumen: hay tanto para hacer.
1 Readers Commented
Join discussionEstimado Daniel Sendrós;
Muchas gracias, lindísimo comentario.