Escribir una vida

Reseña de Echeverría, de Martín Caparrós (Buenos Aires, 2016, Anagrama).

El tema de este libro, aunque su autor insista en que no se trata de una novela histórica, resulta interesante desde esa apasionante perspectiva: la vida de Esteban Echeverría, el primer escritor nacional, intelectual socialista y poeta romántico. Después de una juventud porteña, al parecer disipada según su propia confesión, entre 1826 y 1830 fue a París becado por Rivadavia. Supo entender que a la joven Argentina le faltaba su justificación literaria, como lo requirieron todas las patrias desde siempre. Con temor, con dudas, repartiendo sus energías entre las letras y la política, quien iba a ser el autor de La cautiva y El matadero regresó a su ciudad con calles de barro y olor a restos de pescados de río, a cueros y a hornos de ladrillos. Conoció los rigores del largo gobierno de Juan Manuel de Rosas, entabló amistad y polemizó con Alberdi, Gutiérrez, Sastre… y fue al exilio en Montevideo, donde murió pobre, a los 45 años, apenas trece meses antes de la batalla de Caseros, dejando inédita parte de su obra. Ni siquiera se sabe dónde acabaron sus huesos.
Además de presuntuoso orador y reconocido periodista, Martín Caparrós demuestra una vez más ser diestro cronista y notable novelista. En este caso se detiene no tanto en la obra de Echeverría, que sólo cita en algunas páginas, cuanto en las circunstancias de su vida, el carácter solitario y melancólico, los turbios amoríos, la débil salud, y sobre todo en la necesidad de comenzar una tradición literaria, en la amargura ante un país más propenso al caudillismo que al gobierno de la ley.
La falta de documentación de algunos períodos de la historia del protagonista le permite a Caparrós confiar a la imaginación y a las hipótesis las luchas interiores, los desconsuelos, los profundos interrogantes del personaje. Conviene recordar que la preocupación de Echeverría por un lenguaje argentino que tomara distancia del empleado en España era insistente. En el Dogma socialista escribe: «nos parece absurdo ser español en literatura y americano en política».
Hay en la novela páginas muy sugestivas, escritas con estilo y precisión, donde el autor ejerce su seducción. Sin embargo, los hallazgos se repiten, a veces desde diferentes voces, sobre todo en la primera parte, y le hacen perder ligereza a la prosa. Quizá los momentos más logrados de este recurso estén en el inicial intento de suicidio con la vieja pistola, en la recreación afectiva de sus padres, en la culpa que siente por la muerte de su prima. O, más adelante, en los enamorados versos que le dedica a la quinceañera Martina Agustina Dominga del Corazón de Jesús Ortiz de Rozas López de Osornio : «Si en tus ojos he visto sólo luces, / si en tu boca la boca de un abismo, / si no puedo sin ti ya ser yo mismo…».
Por otra parte, la estructura que domina de manera preestablecida los capítulos puede restarle encanto y sorpresa a la lectura. Ciertamente es meritorio tratar a un personaje histórico con esa original proporción de rigor y libertad, siempre respetuoso por los aportes de la historiografía aunque sean escasos. Domina la obra la misión que desde joven Esteban Echeverría decide adoptar como destino personal.
El lector se sentirá invitado a descubrir o redescubrir al hombre que da inicio al canon de nuestra literatura, donde estarán Domingo F. Sarmiento, Lucio V. Mansilla, José Hernández, Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Antonio Di Benedetto, Olga Orozco, Juan José Saer y Ricardo Piglia, entre otros.

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