Adán servidor y custodio del Paraíso

Vocación y misión del varón en la Sagrada Escritura.

Hace unos meses, iniciamos un viaje imaginario por el interior del libro del Génesis con la idea de aproximarnos al designio original de Dios para el varón y la mujer. Este itinerario que atraviesa la antropología bíblica, nos hizo (1) reflexionar acerca del significado de que varón y mujer sean creados a imagen de la Trinidad; (2) detenernos en el pasaje bíblico que trata sobre la creación de la mujer y su misión y, por último (3) asomarnos, brevemente, al matrimonio –alianza entre el primer hombre y la primer mujer. En un próximo artículo trataremos el matrimonio en profundidad. Sin embargo, antes de bucear en las aguas misteriosas de esta alianza nos llega, por fin, el momento de hablar de Adán en tanto varón y del designio original de Dios para él.

Este orden que le hemos dado a estas notas –primero la mujer y luego el varón– tiene, por supuesto, una intención: despejar desde el vamos la sospecha –anacrónica, pero sospecha al fin– de machismo que pesa en nuestros días sobre la antropología bíblica. Por el contrario, hemos intentado mostrar que la mujer, creada en un plano de igualdad con el varón es, desde el primer momento, objeto de amor y predilección tanto por parte del varón como de Dios. Si hemos conseguido ese objetivo de mostrar la igualdad entre varón y mujer lo dirá el lector…

Adán: vocación y misión
Concentrémonos ahora en el hombre-varón, Adán. Recordemos que tal como vimos en nuestra primera entrega, en Génesis 1, ādām hace referencia al género humano, sin distinción de sexo. Por el contrario, en el contexto de Gn 2, Ādām significa específicamente el hombre varón ya que la mujer será creada a partir de él.

Génesis 2 comienza con una descripción de los primeros momentos de la creación y de la constatación de que –aún– no había allí ningún hombre para cultivar el suelo. Dios pone remedio a esta situación:

Entonces el Señor Dios modeló al hombre (ādām) con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol del conocimiento del bien y del mal.

La Biblia nos dice que Adán es un compuesto. En parte está hecho de arcilla del suelo (ádámah) pero recibe su principio de vida del aliento del mismo Dios. Desde el primer instante el texto muestra el cuidado y la delicadeza por parte de Dios hacia el hombre. El Señor le participa su propia vida (gracia) y lo coloca en un hermoso jardín donde Él mismo planta toda clase de árboles a la vez bellos y nutritivos para el hombre. Anotemos algo importante: el hecho de que Dios provea de alimento al hombre contrasta vivamente con el pensamiento religioso de la Mesopotamia donde por el contrario, los hombres son creados para proveer de alimentos a los dioses.(1)

El texto sigue diciendo que “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara (’abad) y lo cuidara (samar)”(Gn 2,15). Por lo general este texto se interpreta en el sentido de que Dios pide a Adán que trabaje la tierra, que sea un jardinero en el Paraíso. Por supuesto que como el lenguaje es simbólico y por lo tanto polivalente, esta interpretación tiene su cabida. En este sentido, hay que señalar que en la perspectiva bíblica el trabajo no es un castigo por el pecado –que aún no se produjo– sino que, por el contrario, el trabajo tiene un signo positivo y dignifica al hombre, hace al hombre más hombre.

Ahora bien, ya en Génesis 1,28, cuando Dios habla por primera vez al varón y a la mujer, les pide que «sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra». La intención de Dios no es que sea exclusivamente el varón el que “trabaje” –y por contraste, la mujer no– ya que ese designio es compartido también por la mujer. Por lo tanto, esta interpretación de Adán- jardinero es válida pero no aporta demasiado a lo ya dicho por Génesis 1.

Por el contrario, si profundizamos en el texto hebreo comprobamos que en la intención de Dios hay algo más que el designio de un varón jardinero. La clave está en las palabras usadas para explicar el trabajo de Adán: cultivar (’abad) y cuidar (samar). Si recorremos la Sagrada Escritura comprobamos que estas dos palabras aparecen juntas en un contexto sacerdotal.(2) Usados conjuntamente, estos términos siempre refieren el trabajo de “servicio” a Dios y están en relación con las tareas que desempeñan los levitas(3) en el cuidado del Tabernáculo- Templo. La Sagrada Escritura llama “guardias” a los levitas(4), siendo su tarea ’abad y samar el recinto del templo evitando la entrada y contacto con cualquier impureza.

¿Que tiene que ver el trabajo de los levitas en el Templo con el de Adán en el Paraíso? La respuesta a este interrogante es que Dios ordena a Adán ser el custodio del Paraíso porque el Paraíso es un santuario, es decir un templo(5).  ¿En qué sentido? En el sentido más importante de un templo: el lugar donde se produce el encuentro entre el cielo y la tierra, entre tiempo y eternidad, entre Dios y el hombre. El Jardín es un templo, es decir, un lugar apto para el encuentro cara a cara con el Señor, simbólicamente representado por el poético pasaje donde se dice que el Señor Dios se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa buscando conversar con el varón y la mujer ( cfr. Gn 3,8).

Al hacer al hombre (varón-mujer) a su imagen y semejanza, Dios hace posible que el hombre entre en comunión con Él, que la corriente de vida que llamamos gracia pueda fluir entre Él y el hombre.6 Pero para que esto ocurra, ese espacio sagrado debe ser “custodiado y cuidado”. Y si bien tanto el varón como la mujer son concebidos como homo-liturgicus/capax Dei y ambos son invitados a entrar en comunión con Dios, la tarea de custodiar el espacio sagrado es asignada específicamente a Adán. Adán es propiamente el sacerdote de este templo primordial que es la creación. Más aún: Adán es el arquetipo del sacerdote.

¿Que significa para la antropología bíblica? ¿Qué tiene que ver esto con el matrimonio, con la vida familiar, con ser varón? Como veremos, posee múltiples derivaciones. En primer lugar, es el varón quien pone el “clima” cultual, el encargado de “cuidar y custodiar” que su familia pueda entrar en comunión con Dios. El varón es quien debe cuidar que estén dadas las condiciones para que su mujer –primero– y luego sus hijos –si los hay– puedan ser homo-liturgicus. Y esto es necesario porque Dios es SANTO y el acercamiento a Dios puede darse sólo en un clima de pureza y santidad. La Biblia afirma esto una y otra vez. Así lo expresa, por ejemplo, el salmista: ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón (Sal. 24:3-4).

El encargado de que reine este clima de pureza y santidad es el varón. Y no es que la mujer no tenga nada que hacer. Ella deberá ser “una ayuda adecuada” ((ézer kenégdô) para el varón, su tarea en este caso es ayudarlo a cumplir su misión de cuidar el recinto sagrado. El drama que está por acontecer en el Paraíso es que Adán no cumplirá con su tarea de “cuidar y guardar” este espacio sagrado y a causa de ello varón y mujer terminarán expulsados del mismo.

¿Podemos traducir esto que venimos diciendo a un lenguaje más contemporáneo? Para ello vamos a recurrir a la teoría moderna de las organizaciones. Allí se afirma que la cultura y salud organizacional, el clima o tono moral, “baja de la cabeza”. Estudios demuestran que los valores e ideales de una organización deben ser irradiados y vividos en primer lugar por los que ejercen la dirección, por sus jefes, y desde allí inspiran al corazón motivando desde adentro al resto de la organización. El liderazgo es ético o no lo es.

Adán, el varón, entonces es el que pone el clima moral en la familia. La mujer ((ézer) lo ayuda. Y si alguno de los dos no cumple su misión, la familia naufraga… Notemos también que este pasaje es el que ilumina con una luz profunda y nueva la tan incomprendida y vilipendiada expresión de San Pablo: el varón es cabeza de la mujer (Ef 5,23). Ya volveremos sobre esto en un futuro.

Una segunda derivación muy importante de este pasaje es que en la tradición bíblica, el sacerdocio será exclusivamente masculino. Y esto se mantuvo así, a pesar de que muchas de las religiones que rodearon a Israel tuvieron algún tipo de sacerdocio femenino. Luego de la expulsión del Paraíso, en los principios de la historia de salvación, será simplemente el padre de familia el que oficie de sacerdote, de mediador entre Dios y los hombres. Así lo vemos, por ejemplo, en los relatos patriarcales donde los mismos patriarcas son los que ofrecen sacrificios a Dios y guían y bendicen a la familia, es decir que llevan a cabo tareas sacerdotales estableciendo el clima cultual, moral, “organizacional”. Luego del episodio del becerro de oro, Dios asignará a una tribu, la de Leví, las tareas sacerdotales7 pero el padre de familia nunca perderá del todo su rol sacerdotal.8

Con estas notas que dan cuenta de la misión y vocación específica del varón, nos despedimos hasta la próxima entrega.

 

La autora es teóloga.

NOTAS

1 cfr. Gordon J. Wenham, Genesis 1–15, vol. 1, Word Biblical Commentary.
2 De hecho cuando estos dos términos aparezcan juntos en un rango de unas quince palabras siempre hacen referencia al servicio sacerdotal. (cfr. Nm 3,7-8; 8,26)
3 A partir de Ex 32 los miembros de la tribu de Leví serán la tribu a la que Dios le asigna con
exclusividad tareas sacerdotales y el cuidado de su Tabernáculo y luego del Templo.
4 Cfr. Ez 40,45; 44,14; Neh 12,45. El término técnico para “guardias” es mišmárôt cfr. 1 Cró. 9:23.
5 L. Michael Morales, The Tabernacle Pre-Figured, Peeters, Leuven, 2012, 76-88.
6 cfr. Claus Westerman, The Genesis Accounts of Creation, Philadelphia, Fortress Press, 1964, 24.
7 cfr. Ex 32, 25-29
8 cfr. Luisa Zorraquin, ¿Podemos llamar Padre a Dios?, Communio Argentina, diciembre 2015.

4 Readers Commented

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  1. Graciela Moranchel on 1 enero, 2017

    Sin dudas la señora Luisa Zorraquin está haciendo una lectura de los textos bíblicos que pretende perpetuar la cultura patriarcal que originó dichos escritos, pero en pleno siglo XXI.
    Así es como, según su interpretación, es el varón quien debe ser «cabeza» de la mujer y de la sociedad, mantener el clima moral y la pureza de la familia, ser «sacerdote» del culto, etc. La mujer es simplemente un «ayudante». Y Zorraquin piensa así porque tiene una idea «esencialista» el ser humano. Esto es: la misión y función que mujeres y varones pueden cumplir en la sociedad están dados por su aparato reproductor, y no por sus propios carismas.
    Sinceramente, creo que deben dejar de promoverse este tipo de discursos que no hacen más que abonar y promover aún más la subordinación de las mujeres con respecto a los varones. Tomar conciencia del daño social que provocan estos decires a tantas mujeres sometidas, maltratadas, discriminadas será útil para rever ciertas «teologías» que presentan un serio viso de peligrosidad.
    Saludo cordial.

  2. NORBERTO PADILLA on 23 febrero, 2017

    Permítanme decir que me ha parecido extraordinario el aporte de Luisa Zorraquín. Es curioso pero no suele hablarse del varón, con una misión y vocación específica. Y es necesario hacerlo para encontrarle en estos tiempos y en todo tiempo, lo que hay para él en ese «lo creó varón y mujer». Gracias, Luisa`Zorraquín, y espero que este trabajo se estudie y reflexione en las facultades de teología, congregaciones religiosas y laicos y laicas. Y no se tenga dudas que en la medida que el varón sea más consciente de ese designio de Dios para él, más amará y respetará a la mujer, y a la inversa por supuesto. Posiblemente sea «politically incorrect», pero ya le pasaba a Jesús; «Duras son estas palabras, quién podrá soportarlas».

  3. lucas varela on 23 marzo, 2017

    !El varón es cabeza de la mujer¡¡
    Ciertamente, ésta expresión es de fácil comprensión, pero de muy difícil aceptación.
    Estimada Luisa Zorraquín, si yo le pido a Usted una lista de diez mujeres públicas con su nombre y apellido a quienes ni siquiera se animaría a preguntarles si están de acuerdo con ésta expresión, seguramente completa ésta lista rápidamente.

  4. horacio bottino on 26 abril, 2017

    ya san pablo dice no hay varon ni mujer para ser buenos cristianos ademas ¡CCuantas santas hay! canonizadas o no

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