Andrzej Wajda (1926-2016). Símbolo de la cultura y la identidad polaca

El pasado 9 de octubre falleció Andrzej Wajda, uno de los máximos exponentes de la historia del cine polaco y figura central por devolver a través de su filmografía una identidad nacional prácticamente aniquilada, primero por el nazismo y luego por la invasión soviética que, en el ajetreado siglo XX, vivió con especial dramatismo Polonia.

Wajda fue padre del cine polaco de posguerra y retratista de la historia de su país casi hasta el final: Powidoki, sobre Wladyslaw Strzeminski, afamado pintor vanguardista polaco que vivió la encarnizada persecución de las autoridades comunistas, es su última película, que se conocerá en la Argentina en el próximo Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Parte importante de las obras de Strzeminski se integran al patrimonio del Muzeum Narodowe w Warszawie, el Museo Nacional que alberga lo más distintivo del arte polaco. Aquí, amalgamada a la reflexión sobre la creación artística, subyace una constante en la poética del director: la identidad individual o social en contraposición con los totalitarismos. Pero se intuye un detalle de su primera juventud ya que antes de ingresar en la Escuela de Cine de Lodz (donde conocería a Aleksander Ford, en buena medida su mentor en el cine), Wajda estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de Cracovia (ver recuadro). Otro atisbo de sus primeros años también están retratados en Kátyn, donde expuso con magistral rigor la masacre perpetrada por los invasores soviéticos en los bosques que dan título al film, cuando entre los miles de oficiales del ejército polaco encontró la muerte Jakub Wajda, padre del director.
Gracias al cine Lorraine en la avenida Corrientes, la temprana obra de Wajda encontró permanencia en nuestras pantallas desde su ópera prima (Generación), a las que añadiría Kanal (la patrulla de la muerte) y la magistral Cenizas y diamantes. Emblema del cine polaco también merced al rostro de su protagonista, el inolvidable Zbigniew Cybulski, inmerso en un escenario de contradicciones y con una herencia trágica que todo lo envuelve. El autor de estas líneas, invitado oficial del Departamento de Diplomacia Pública y Cultural del Ministerio de Asuntos Exteriores de la República de Polonia, fue testigo en Varsovia de la conmoción que causó la noticia de su fallecimiento. En su extensa filmografía no pueden dejar de anotarse títulos: Lotna (La flecha blanca), Lady Macbeth en Siberia, El bosque de los abedules, El hombre de mármol, La tierra prometida, Las señoritas de Wilko, Sin anestesia, El hombre de hierro, El director de orquesta, Dantón, Un amor en Alemania, Los poseídos… y otras que no tuvieron estreno en los cines argentinos y que forman parte de su última etapa como Pan Tadeusz, Tatarak y Walesa. Su contribución al cine es tan inmensa como el legado que significará su obra a través de los tiempos.
Wajda visitó sólo una vez la Argentina, invitado por el III Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en los tempranos años ’60, aunque siempre guardó especial cariño por este país, tal como testimonia el video casi desconocido que remitió el 9 de Julio pasado a la Embajada argentina saludando el bicentenario de la patria: “Hola Argentina; Andrzej Wajda en ocasión del bicentenario de la declaración de la Independencia, les deseo a los argentinos todo lo mejor, todo lo mejor, todo lo mejor”, dice a la cámara el inolvidable director polaco en un video de alrededor de 15 segundos de duración. La embajadora argentina en Polonia, Patricia Salas, confirmó la gestación de ese material sorprendente: “Cuando la Cancillería argentina propuso este año a todas las Embajadas en el mundo reunir testimonios de salutación de personalidades destacadas con motivo del 200° aniversario de nuestra independencia, no dudé, y Wajda aceptó inmediatamente. Nunca imaginé entonces que el cine lo perdería tan pronto”, y agrega con emoción de cinéfila: “Espero que su mensaje, por puro cariño hacia nuestro país, perdure entre nosotros, como su cine que ya se ganó la eternidad”, con una cercanía insospechada a una lejana tierra que hizo de su cine un suceso de culto.

CRACOVIA, UN LEGADO

Cierta vez bautizada como “capital espiritual de Polonia”, con el vibrante legado y la cotidiana presencia de Juan Pablo II (antes de ser papa, Wojtyla fue arzobispo de Cracovia y cerca de la estación de trenes se ubica la Basílica de San Florian, su parroquia en los años 1951-1958); con una ciudad vieja (Stare Miasto) que amalgama arquitectura renacentista, barroca y gótica; con el Castillo Real y la Catedral en la colina de Wawel, Cracovia es una de las ciudades más interesantes y bellas de Europa. Situada en la parte sur de Polonia, emerge como una sucesión maravillosa de iglesias y plazas, con la presencia de su centro histórico en la Plaza del Mercado, que remonta su origen a 1257 y que desde hace 750 años conserva su aspecto contemporáneo. Coronan su entorno la basílica gótica de Santa María, culminada en el 1300; la iglesia de San Adalberto, con su antiguo portal románico y, a metros del monumento a Adam Mickiewicz, el Mercado de los Paños y la Torre del Ayuntamiento contribuyen a un encantamiento que, cada hora, renueva su magia gracias al toque de trompeta desde lo alto de la basílica. Cabe destacar que a partir de la segunda mitad del siglo XI fue capital de Polonia y enclave de coronación de los reyes. Desde 1364 existe la Academia de Cracovia, actual Universidad Jagellónica, a la que Wajda donó todos sus premios –incluso el Oscar recibido en 2000–, siendo la ciudad elegida por el cineasta para su morada final.

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