La Fundación Sales presentó en la Academia Argentina de Letras su tercera antología poética, Poesía de las provincias. El fallecido poeta Jorge Andrés Paita inspiró la colección, por lo que la Fundación lo homenajeó y editó con Vinciguerra la antología Casa Mayor, que reúne su obra (1976-2012). Ambas antologías fueron presentadas, respectivamente, por los poetas Santiago Sylvester y Santiago Kovadloff.
En una reunión presidida por el titular de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, el director de la Fundación Sales, Arturo Prins, indicó que la colección incluye inicialmente a 25 poetas argentinos contemporáneos de poesía renovadora (su antólogo fue Osvaldo Svanascini), de poesía tradicional (antólogo: Antonio Requeni) y de poesía de las provincias y de argentinos en el exterior (antólogo: Sylvester). Luego se editará un segundo tomo con otros 25 poetas cada uno, por lo que la colección incluirá 200 autores.
Prins indicó que la Fundación Sales sostiene asimismo investigaciones científicas en los institutos creados por nuestros Premios Nobel Bernardo A. Houssay y Luis F. Leloir, ambos académicos de letras. Así, concluyó, “en la Fundación conviven las ‘dos culturas’ del recordado libro de Snow, que Pascal expresara como l´esprit de geometrie y l´esprit de finesse”.
El académico Santiago Kovadloff reflexionó sobre el valor y el sentido de la poesía, al presentar Casa Mayor, cuyo antólogo fue Rodolfo Godino, fallecido el año pasado. Luego Santiago Sylvester, salteño y también académico, presentó la antología de provincias de la que fue su antólogo. Trascribimos ambas presentaciones:
La poesía no puede ser sino releída
La tarea que lleva adelante la Fundación Sales implica un reconocimiento muy importante a la poesía, necesario de tomar en cuenta y reflexionar sobre él. Contamos con una fundación donde la poesía encuentra su casa.
¿Qué significa apoyar la poesía? Todo respaldo a la poesía lo es a una palabra que intenta sustraerse de la obviedad, que comparte las formas del pensamiento que aspiran a explorar el significado del lenguaje y sus posibilidades. Respaldo que va más allá de lo que implica el reconocimiento de las convenciones y de los significados convencionales. En un país como la Argentina, respaldar la palabra de esta manera es doblemente meritorio porque estamos amenazados por la obviedad en muchos órdenes, desde el político hasta el religioso.
Allí donde es indispensable realizar una tarea crítica mediante el lenguaje y los usos no convencionales, fundaciones como ésta toman una posición cívica: entiendo aquí el civismo como el respaldo a una identidad que intenta interrogarse a sí misma mediante la solidaridad, por esa forma mayor de la auto indagación personal y lingüística que es la poesía.
Por eso mi gratitud hacia esta labor que se lleva adelante y que, por lo que vemos, se seguirá llevando. Se realiza, no en el marco de la indiferencia, pues se han vendido mil ejemplares de algunas de estas obras, sino en un contexto en el cual la poesía sigue siendo objeto de incomprensión. La poesía plantea un desafío fundamental a las formas de conocimiento convencionales, aquellas que imperan en la vida diaria. Respaldar una iniciativa como ésta es contribuir a replantearse el modo de entender la función de la palabra; esto requiere coraje y decisión más allá de la repercusión que se alcance.
Estamos hoy aquí para hablar de Jorge Andrés Paita y del libro Casa Mayor que reúne su poesía y que editó la Fundación Sales con Vinciguerra, precedida de un estudio introductorio de Rafael Oteriño. De la selección que hizo Rodolfo Godino, cabe señalar un concepto imprescindible para hablar de la poesía en general y de Paita en particular: Godino dice que en esta antología hay páginas que siempre nos llamarán a la relectura.
Releer es convivir incesantemente con un texto, advertir hasta qué punto el texto no puede ser agotado por una lectura; que toda presunción de haber extenuado, en este caso, el alcance de un poema, o bien señala su fracaso o una ineptitud para leer. La poesía no puede ser sino releída. Se trata de una convivencia de la que dan indicio dos hechos importantes. Los libros de poemas suelen ser muy breves en relación a otros, sobre todo los de prosa. Uno puede pensar que son cortos o bien que la densidad de un poema exige a tal punto convivir con lo que dice, que no es posible agotar su lectura de una vez. En segundo lugar, no hay estrictamente hablando libros de poemas, no hay progreso en sus páginas, avanzar en unas no lleva más lejos que en las previas: cada poema constituye una totalidad y como son distintas las totalidades en un libro con, por ejemplo, 30 poemas, es suficiente para no llegar a ningún lado; la cantidad no determina nada esencial pues la línea argumental de un libro de poemas se agota y renace en cada poema.
Ello, como dice Godino, nos llama a la relectura. Es el triunfo de Paita; él triunfa en la medida en que se realiza como autor inagotable y requiere de quien lo lea el riesgo de advertir lo que hay de inagotable en él. Bien dice Oteriño que Paita es una de las voces más personales de la poesía argentina de la segunda mitad del siglo XX.
Paita pertenece a la familia de los Girri, Godino, Murena y muchos otros. Familia que hay que tener en cuenta si queremos entender por dónde pasan las necesidades líricas de la poesía de la segunda mitad del siglo XX en la Argentina, un lirismo que no se distingue por su efusividad sino por la atención interna con que el verso explora el mundo (lo dice Oteriño) con su mundo de enunciaciones.
Paita no viene a decir algo que sabe, habla para tratar de saber qué quiere decir y es ahí donde se juega ese núcleo esencial de lo que significa la calidad de un poeta; no escribe para transmitir lo que ha comprendido sino para tratar de comprender lo que quiere decir.
Ello se ve en Eros en Amazonia, del que transcribo un poema, El Pájaro:
Este amor que sabemos, mudable en odio, / el que evocan las brujas desdibujando / desdentadas sonrisas con un suspiro, / fue en un cielo muy negro de estrellas torvas / súbitamente un ave que se cernía, / ojo, pico y garra imantados / por el funesto, hipnótico resplandor / de tu garganta, un río de luna quieto. / Dormías en ese sueño que yo soñaba. / Y al despertar yo ansioso también dormías. / Y así dormimos ahora a la luz, sin ver / que ese pájaro oriundo de un reino ambiguo, / si en nuestros pechos Dios no lo regenera, / si una alquimia no lo convierte, / nos trampea al tender el tornasolado, / rumoroso cuello y comer / de nuestras manos diurnas semillas, frutos. / Oculta un perfil, acata la dieta dulce / como cura del carnicero festín de anoche.
Los títulos de Paita siempre son mansos, pero después destroza la obviedad, la aniquila, la parte, impide que podamos homologar su enunciación a los títulos que propone. ¿Para qué nos propone entonces? Lo hace para que sepamos compartir que una pipa no es una pipa y que un pájaro tiene el destino que le da su intérprete, y que su significación depende del eco alcanzado en la imaginación creadora del que escribe. En ese sentido, como poeta del pensamiento que es, Paita realiza una tarea que nuestra generación, a la que pertenecen Oteriño, Sylvester o yo mismo, encuentra en él no solamente a un poeta sino a un maestro que nos enseña a hacer bien nuestro trabajo.
Todo gran poeta nos enseña a desconocer primero y a intentar conocer después, con el mismo texto, con la misma palabra…
Santiago Kovadloff
El país amputado
Hablar de “poesía del interior” es incierto. En nuestro país, además de incierto es equívoco, ya que “interior” no se corresponde con “exterior” sino con Buenos Aires; y de esta dualidad se alimenta más de una contradicción que no hemos sabido resolver. Por eso me parece preferible hablar de “poesía de las provincias”; tiene la ventaja de que es una descripción más objetiva, aunque siempre quede algo por aclarar considerando que nuestra condición humana es migratoria, y por lo tanto un provinciano puede dejar de vivir en su territorio provincial o, por el contrario, quien no es de allí, integrarse a la vida provinciana sin demasiados contratiempos. De cualquier manera, el uso riesgoso de un calificativo es una de las tantas maneras de exponer esa materia inabarcable que es la poesía: hablar de poesía “de provincia” es como hablar de poesía “joven”, “barroca” o “social”, con el peligro latente de que el adjetivo termine siendo más importante que el sustantivo.
Uso ahora aquella calificación por comodidad, por costumbre y finalmente porque hay que designar de algún modo a esa poesía nacida, o desarrollada, más allá de la ciudad enorme, cosmopolita y devoradora que es Buenos Aires: en nuestro país, no sólo una ciudad sino un problema.
Una selección de 25 poetas no es, como se sabe, interminable. Por eso he elegido para esta primera selección (luego habrá otra, de igual número de autores de las provincias), voces nacidas en el siglo XX, ya asentadas, muchas de ellas obras terminadas o desplegadas con suficiente visibilidad.
La oportunidad de una antología como ésta, decidida con acierto por la Fundación Sales, se muestra en las dificultades que tiene la poesía de las provincias para ser considerada como parte de la poesía argentina, tanto en antologías generales como en historias de la literatura. Si se hace un repaso de dos siglos, desde la Independencia hasta la actualidad, puede verse que la mayoría de los estudios específicos, historias y antologías, se caracterizan por disminuir la importancia de la literatura del interior del país, cuando no por prescindir directamente de ella. En la remota Lira argentina, de 1824, quedó diseñado de ese modo nuestro mapa literario, y fue repetido hasta hoy por historias tan fundamentales como las de Ricardo Rojas o Rafael Alberto Arrieta, la aún inacabada que dirige Noé Jitrik o la más reciente de Martín Prieto: todas muy distintas entre sí, y sin embargo se parecen en la misma omisión. Expongo con más detalle esta situación en El país amputado , trabajo al que me remito para no abundar.
Santiago Sylvester
Publicado en La identidad como problema, de Santiago Sylvester; EUDEM y EUNSa, Mar del Plata, 2012.