La economía argentina se encuentra en 2016 ante un año de transición, donde el producto interno bruto caería entre 1% y 1.5%, y la inflación minorista nacional –no sólo la del área metropolitana de Buenos Aires– sería del orden del 30% anual. Luego de la recesión registrada hasta mediados de año, el tercer trimestre está mostrando el punto de inflexión, y la expectativa es que a fines de este 2016 comience a percibirse el crecimiento de la actividad económica.
En los primeros diez meses del nuevo gobierno se han encarado una serie de reformas económicas iniciales de shock, con otras estructurales más graduales. La salida del cepo cambiario y el acuerdo con los holdouts fueron realizados a velocidad relámpago. La política monetaria viene induciendo una menor inflación, y la política fiscal se ha enfrentado con una herencia pesada y un déficit fiscal elevado, sin bien con un nivel de deuda pública relativamente bajo. En materia tributaria hubo grandes avances comenzando a quitar distorsiones, como la suba del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias de Personas Físicas, la reducción de alícuota e incremento de base mínima en Bienes Personales, la eliminación de Derechos de Exportación excepto para el complejo sojero, la devolución del IVA para beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo y jubilados de ingreso mínimo por compras con tarjeta de débito, y aumentos de gastos sociales, como la extensión de la AUH a monotributistas y el incremento de asignaciones familiares, entre otros. Por el lado del gasto y los subsidios, la difícil corrección de tarifas energéticas con atrasos de hasta trece años se ha enfrentado con problemas por el lado de reclamos judiciales, en un proceso que parece encaminarse, post-audiencias, a lograr precios internacionales en un proceso de tres años. Todo en una sociedad que prioriza un alto nivel de gasto público, y a la vez reclama una menor presión tributaria.
El esquema económico parece conllevar, entonces, a un nuevo paradigma de reformas graduales con sostenibilidad social. Se trata de correcciones fiscales graduales, intertemporales, tanto de gasto público como de impuestos distorsivos, ambos hacia la baja, a la vez que la nueva deuda pública permite financiar una transición que promete, de la mano de una mayor integración económica al mundo, un shock de inversiones privadas que motorizarán el crecimiento económico, el empleo y mejorarán la recaudación tributaria en el futuro –incluyendo mayor formalización y menor evasión–, reduciéndose el ratio deuda /producto en un plazo posterior.
El Secretario del Tesoro norteamericano ha respaldado el plan económico de la Argentina en su reciente visita al país a fines de septiembre, sorprendiendo más a extraños que a propios, al apoyar la estrategia de consolidar un sendero de reformas graduales con equilibrios sociales.
Lejos quedaron los ajustes fiscales del Fondo Monetario Internacional, enfocados en la ortodoxia económica, y más alineados al shock que al gradualismo. La reducción del gasto público y el aumento de la presión tributaria, para reducir el déficit fiscal o la relación deuda/producto, y así mejorar el riesgo país y lograr la confianza internacional, son hoy recetas inadecuadas, en un mundo donde sobran capitales, la tasa de interés internacional es baja, existen pocos países emergentes atractivos para las inversiones, la inequidad es un tema central, y el riesgo de los populismos, una realidad.
En la Argentina, algunas señales adicionales de política económica de este enfoque son el sinceramiento fiscal o la reparación histórica a jubilados. El sinceramiento incentiva o induce a blanquear ingresos no declarados bajo apercibimiento de penas mayores. Los secretos fiscales en más de 50 países del mundo se verán liberados, entre ellos Suiza y Uruguay, y la promesa del Secretario del Tesoro norteamericano es que los Estados Unidos también abrirán información, con lo cual los márgenes y los incentivos del no sinceramiento se han reducido. Por el lado de los jubilados, se busca solucionar deudas pendientes para una población en riesgo que, a su vez, tiene capacidad de incrementar la demanda agregada.
Con un sinceramiento fiscal exitoso en montos –que implica inversiones en diversos fondos comunes, más un ingreso tributario extra relevante para la Nación–, inflación en descenso con respecto a la de 2015 y 2016, consumo privado –con salario real que, paritarias mediante, le ganaría a la inflación–, y el dinamismo inversor del sector agropecuario, la obra pública, las inversiones privadas en energía renovable, resto de energía y transporte, y, como suele ocurrir en estos casos, un alto nivel de la construcción y de las inversiones inmobiliarias, la economía podría crecer hasta 5% anual en 2017.
Para los detractores, la estrategia puede caminar “por el filo de la navaja” si el crecimiento económico no se consolida de manera intertemporal, pues los problemas de sostenibilidad de la deuda podrían aparecer en un futuro mediato. Pero si el círculo virtuoso de inversiones privadas se consolida, de la mano de políticas de competitividad e integración mundial, como la apertura de nuevos mercados de exportación, la firma de tratados de libre comercio y la apertura a la entrada de inversión extranjera directa, el crecimiento y el empleo formal privado podrían seguir en la senda favorable desde 2018, sin problemas de credibilidad asociados a la dinámica de la deuda, consolidando la equidad.
La economía global se encuentra amenazada por una creciente ralentización del crecimiento, baja creación de empleos de calidad para los trabajadores no calificados, y creciente descontento con la globalización en muchos países desarrollados. En este contexto se enmarcan los problemas de España para formar un nuevo gobierno, el avance –lento por ahora– de los movimientos o partidos nacionalistas en Europa, y buena parte del relativo éxito de Donald Trump, que lo ha llevado a ganar la interna republicana.
América latina, por su parte, se encuentra ante un momento de transición, donde los logros en materia de bienestar de los últimos diez o quince años, impulsados por aquel shock favorable de los commodities y el alto nivel de actividad mundial hasta la crisis de las hipotecas, generaron un nivel de gasto público en dólares que se hace difícil de sostener. Dentro de esas erogaciones, el gasto público social ocupa un espacio central, y la sostenibilidad política y las necesidades sociales hacen casi imposible reducirlo. América latina, y la Argentina, tienen margen para introducir reformas pro-competitividad en sus estructuras económicas, de modo de recuperar productividad y empleo formal privado, a la vez que financiar y sostener bienes públicos sociales a partir de un mayor –pero razonable– endeudamiento público.
Así, el gradualismo fiscal con sustentabilidad social parece una opción ante un mundo donde la globalización financiera y productiva sin mecanismos de contención ha generado una mayor inequidad, más concentración de ingresos por parte de los más ricos –salvo en los países de Asia Pacifico de alto desarrollo reciente–, y creciente descontento social y político hacia las democracias republicanas. Este gradualismo fiscal con sustentabilidad social, en marcha en la Argentina actual, podría ser, entonces –nada menos–, una experiencia aleccionadora para otros países del mundo, donde la amenaza de los populismos de extrema derecha o izquierda ponen a veces en duda el futuro socio-político.
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Join discussionEstimados, tengo 74 años, o sea algunos años vividos y con ingerencia social, no conosco al artículista, pero me da toda la impresión de que su artículo se basa en más en deseos de que pasen las cosas que espera que sobre realidades existenciales. Creo que los que escriben en una revista como Criterio, con concepción cristiana, debería tener en cuenta que cualquier plan socio-político debe tener en cuenta que se aplica sobre las espaldas de personas y nadie está autorizado a sacrificar a ningún ser humano en el hoy, para que vivan mejor los de mañana.
Totalmente de acuerdo.
Me trae Usted a la memoria, las frases (o más bien escusas):
«estamos mal, pero vamos bien», o
«estamos en un túnel, pero ya se ve una luz…chiquitita» o
«hay que pasar el invierno»
Genial! Los mismos ladrones asesinos del dio-dinero argentina colonia del los ladrones mundiales fabricantes de guerras destructores de la Creación de Dios,argentina de rodillas a la plutocracia masacradora
Estimado Ernesto OConnor,
Con todo respeto, debo hacer una observación de forma, que por serlo, no modifica el fondo de su exposición, pero sí su estilo.
Usted dice, por ejemplo: “La economía global se encuentra amenazada por una creciente ralentización del crecimiento”
Yo diría: “La economía global decrece”
Estamos diciendo lo mismo, aunque, hay una diferencia sustancial.
Lo suyo es: muchas palabras y ningún índices que describa el estado real de la economía.
Presumo que esto ocurre porque Usted es optimista. Yo no, yo soy pesimista.
Los argentinos podríamos clasificarnos hoy como optimistas o pesimistas, aunque no sepamos realmente lo que esto signifique. Sobre todo, porque hay un optimismo oficial que ordena sancionar la mentira. Un optimismo oficial es hoy la gran mentira, la mentira de orden superior, la oficial.
Mientras endeudan a nuestra Argentina, los pobres son más, y más pobres, pero los ricos son menos, y más ricos; y la mentira crece. La mentira se hace tan grande, que los optimistas no saben el porqué de la realidad que los acosa.
Los intereses deciden de todo, disfrazando la incurable avidez del egoísmo. El espectáculo político de la patria es desolador y da tristeza. Es una especie de despotismo ilustrado, que intenta conjugar el interés de los poderosos con el desinterés y resignación de los gobernados.
Soy pesimista, señor OConnor. Dudo sobre la inteligencia y el patriotismo de quienes gobiernan.
Frente a una gran mentira política que paraliza las fuerzas que pudieran salvarnos, me desilusiona la incapacidad de rebeldía de los representantes del pueblo argentino. Y peor aún, es la resignación casi animal a tan desalmada injusticia organizada. Y dudo que esto continúe así, porque siempre vino consecuente, el otro régimen; el régimen policíaco, el de la represión arbitraria.
Mirando al pasado de la patria durante el llamado menemismo, me temo que nuestro porvenir se repetirá en su decadencia y debilidad. Lo veo inevitable, mientras no cambie el alma mendiga que abrigan muchos argentinos. Este gobierno mendaz, busca argentinos que aspiran vivir a merced. Mendicidad inevitable de pobres y esclavos de corazón, frente a la amenaza terrorífica del desempleo.
La historia argentina da vueltas alrededor de un quicio. Cambia, pero todo se repite. La falta de valores cívicos, nos hace repetir la historia.
La historia no es un fatalismo,para eso Dios nos dio la libertad y el pueblo argentino no se marea como bien dice el Papa Francisco,tiene conciencia de su dignidad y nosotros vamos a defender con paciencia y firmeza nuestra dignidad,no no es como los 90 la resistencia a esta economía asesina que ya laudato si denuncia ,nos hace fuertes en la verdad de nuestra dignidad de pueblo
Aumento de pobreza disminución del salrio real aumento de la desocupación,aumento de las ganancias de los oligopolios de las grndes trasnacionales sojeras y mineras y grandes ganancias de grandes empresaurios rurales.Usted es ciego o traidor a la Patria?
¿Qué sabe ee uu ,competidor nuestros que defiende sus intereses en contra nuestro,sobre lo bueno para nuestro pueblo y nuestra Patria?
Bien dicho, amigo Horacio¡
No vale la pena detenerse en las innumerables afirmaciones optimistas, aspiracionales y sorprendentes del artículo: después de todo «las respalda el Secretario del Tesoro norteamericano», nada menos!! Toda una garantía… pobre país!
Su propósito es simple y responde a la vieja estrategia que en «El miedo» – comentado en este número – nos recuerda Patrick Boucheron: “Hacer temer, en vez de hacer creer –sin hacer comprender nunca nada–, esa es seguramente la mejor forma de hacerse obedecer”.
O, como dijo Kicillof recordando a Jauretche: «Si no entiendes lo que los economistas están diciendo, es porque ellos te están mintiendo».
Estimado Ernesto O¨Connor y amigos,
A tres días del fin del año 2016, es justo y vale hacer precisiones del INDEC:
1) Producto bruto interno (PBI), durante el tercer trimestre del 2016, con respecto a igual período del 2015: ¡CAYÓ 3,8%¡
2) La actividad industrial, durante el tercer trimestre del 2016, con respecto a igual período del 2015: ¡CAYÓ 8,0%¡
3) La industria de la construcción, durante el tercer trimestre del 2016, con respecto a igual período del 2015: ¡CAYÓ 12,9%¡
4) El comercio en general, durante el tercer trimestre del 2016, con respecto a igual período del 2015: ¡CAYÓ 5,0%¡
5) La formación bruta de capital fijo (entendido esto como una forma de medir inversiones): ¡CAYÓ 8,3%¡ en términos interanuales.
6) En estos 11 meses de gobierno, la deuda externa de Argentina se incrementó en más de 40 mil millones de dólares, alcanzando los 200 mil millones (30% del PBI). Parte de ésta deuda, financió el persistente déficit fiscal.
Al ministro de economía Prat Gay ¡lo echaron¡; y ahora, los desafíos del 2017 son mucho más difíciles y dramáticos:
Fuerte crecimiento del déficit fiscal, y de la deuda pública.
No hay inversión productiva. Los inversores dicen que Argentina es caso difícil.
La presión tributaria es récord.
El mercado de divisas está atrasado.
La inflación sigue muy alta.
Dios nos asista e ilumine al “equipo” para que actúen con sabiduría, y para bien del país, si fuera posible.
Estimado Ernesto O´Connor y amigos,
Cuando hablamos de gradualismo fiscal y sustentabilidad social, nos referimos a la probable “política economía” del gobierno de Mauricio. Pero, a pesar de los malos resultados de éste año que termina, Mauricio es optimista y redobla la apuesta; confirma que “el rumbo no se cambia” en el año 2017.
La cruda realidad que me toca vivir como jubilado, y el miedo, me obligan a pensar en la economía a secas:
Si sigo gastando como hasta ahora, tendré que sacar un “préstamo barato”, pero ya estoy pagando dos préstamos anteriores. Además, las políticas restrictivas de Maricio no me auguran un ingreso holgado para el año 2017. Me veré obligado a excederme en mi capacidad de pago.
Tendré que reducir el gasto, y comeré una vez al día. Si “tengo suerte” podría conseguir un préstamo de “última instancia”. Pero perderé los pocos grados de libertad que me quedan, quedaré a merced del prestamista, que además tiene cara de buitre.
Falto “de hoya”, sin actividad productiva, y en cesación de pagos, presumo que perderé hasta la confianza de mis hijas.
Pero yo soy un pobre jubilado. Es imposible que la Argentina, mi país, le pase algo similar. Aunque observo que la economía de mi país es un poco más compleja que la mía.
Además del gasto y de la deuda, observo que la paridad cambiaria está a merced de los exportadores de granos. El peso argentino se aprecia persistentemente (fenómeno conocido como la enfermedad holandesa), porque Mauricio ha dejado “flotar” el tipo de cambio a merced del “mercado” de divisas. No hay control de los dineros especulativos, y la política económica se desangra.