La película Spotlight (En primera plana fue su título en la Argentina) recrea la investigación de un grupo de periodistas vinculada a los casos de pedofilia en la diócesis de Boston. La historia, muy bien actuada, es estremecedora. No sólo porque describe de manera muy cruda los casos de abuso y los perfiles de los curas pedófilos, sino porque muestra la manera en que la Iglesia intentó lidiar con el problema.
Los periodistas descubren alrededor de setenta abusadores y confirman algunos casos relevantes. Luego de que la historia fuera publicada en la primera plana del Boston Globe, los casos ascendieron a más de mil. La escena en la que los teléfonos comienzan a sonar en la redacción es conmovedora.
Producto de la investigación, el Arzobispo Law renuncia y es designado por el Papa Juan Pablo II como capellán de la iglesia de Santa María Maggiore, una de las basílicas más importantes de Roma.
Hasta acá, una muy breve descripción del argumento. Oprime el alma observar a una gran cantidad de adultos refiriendo que fueron abusados por sacerdotes sin otra razón que una profunda patología perversa. Chicos y chicas con problemas, a veces con padres ausentes, o también varones que descubrían su homosexualidad, eran alentados a tener relaciones con sacerdotes.
Spotlight muestra con mucha claridad un argumento de fines. La protección de la institución es más fuerte que las personas acusadas. Un informe emitido por las BBC respecto a casos de abusos en otras organizaciones deja claro que este espíritu de cuerpo no es exclusivo de la Iglesia, sino de muchas estructuras que tienen como punto en común la jerarquía, cierto verticalismo o personajes con grandes cuotas de poder.
Los argumentos de quienes defendían a la Iglesia, y sobre todo a su “sistema”, eran simples: es una institución que hacía demasiado bien como para que unas pocas “manzanas podridas” afectaran toda esa cantidad de bien que día a día se producía en la sociedad bostoniana. Se trataba de un esquema en donde autoridades, abogados y laicos comprometidos ocultaron durante mucho tiempo una “estructura de pecado”, siguiendo el concepto que tan bien desarrolló Pablo VI en la encíclica Populorum Progressio. Corresponde decir también que en la época en que se desarrollaron los hechos, no existía una clara conciencia de la problemática de los abusos ni sus consecuencias. Había también cierto voluntarismo en la jerarquía, cuando sostenía que un “sincero arrepentimiento” bastaba para modificar las conductas de los sacerdotes abusadores.
La película muestra una estadística: aparentemente alrededor del seis por ciento del clero cometió esta clase de atrocidades. No parece un gran número. Siguiendo el argumento esbozado más arriba, no serían más que unas pocas manzanas podridas en un grupo mucho más grande de sacerdotes que llevan adelante su ministerio con vocación. Pero cualquier argumento de fines, en un punto, pierde de vista a las personas y su dignidad. Hubo más de mil casos comprobados de chicos y chicas que fueron abusados sexualmente, por ese supuesto seis por ciento.
Manzanas podridas hay en todos lados y en muchas organizaciones. Eso es tan viejo como la humanidad. Lo que refleja Spotlight de manera muy lograda, es la gradualidad con que la sociedad fue tomando conciencia de estas cuestiones. Personas relevantes en la sociedad de Boston, de un modo u otro consintieron el esquema de opacidad en materia de pedofilia, probablemente por desconocimiento, miedo u otras razones que no conocemos. Y en esta falta de juicio crítico también cayeron los periodistas del Globe, ya que originalmente no habían impulsado denuncias, dejando pasar los hechos. Esto también demuestra que la real comprensión del tema fue creciendo poco a poco.
Es relevante detenerse sobre aquello que fue el agente de cambio y permitió cambiar el paradigma: actores sociales que no dejaron de luchar para que se supiera la verdad, hasta que la prensa asumió un rol de denuncia. Libertad de prensa, autonomía y dignidad de la persona, cierta ambición del editor responsable del Boston Globe y héroes anónimos son la combinación que permitió que esto saliera a la luz. En definitiva, lo que pensaron quienes idearon la democracia y la república. Cuando la Declaración de los Derechos del Hombre sostiene que somos creados libres e iguales, está diciendo ni más ni menos que la dignidad de la persona no puede ser afectada sin razón y menos aún por el ejercicio del poder (cualquiera sea su forma). Este, en definitiva, es el argumento más potente para comprender la importancia fundamental que la prensa libre tiene en la sociedad. Quienes tienen parcelas de poder, cualquiera sea, deben percibir que tienen una luz que intenta iluminar los recovecos más oscuros de su accionar.
La Iglesia seguirá su camino en esta tierra a pesar de este y otros muchos problemas y desafíos. También está clara la postura actual de “tolerancia cero” en la materia que lleva adelante el Papa Francisco, necesaria y destacable. No obstante, quizá Spotlight muestra que el esquema actual de gobierno de la Iglesia, de características monárquicas, y consolidado mediante ciertas analogías con lo que en el pasado era la manera de ejercer el poder en el mundo, debiera ser modificado. En este sentido, y parafraseando a Juan XXIII, un aggiornamiento resulta necesario. Un gobierno eclesiástico abierto, republicano, con esquemas de control que no dependan de la voluntad de pocos, parece la analogía necesaria para los tiempos que corren.
Diego Botana
El escándalo en Chile
Después de la impactante película El Club, de Pablo Larraín, que ganara el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín 2015, con El bosque de Karadima, de Matías Lira, la sociedad chilena volvió a estremecerse ante la cuestión de la pedofilia en la Iglesia. El sacerdote Fernando Karadima fue párroco durante años de El Bosque, en el acomodado barrio Providencia de Santiago de Chile. Allí reunió a muchos jóvenes y encaminó al sacerdocio a no pocos. Algunos obispos actuales fueron discípulos suyos. El escándalo surgió tarde a través de denuncias de personas que en su juventud no se habían atrevido a delatar.
En 2010 se dieron a conocer los primeros testimonios. “Si yo caigo, caerá conmigo toda la Iglesia chilena”, habría dicho Karadima al ser notificado por el nuncio de que su caso estaba siendo investigado por la Santa Sede. En el proceso canónico, Karadima fue declarado culpable de abusos sexuales contra menores con violencia y abuso de su potestad eclesiástica y la Santa Sede rechazó la última apelación, confirmando su culpabilidad. Fue sancionado a una vida de retiro en oración y penitencia, la prohibición perpetua del ejercicio público de cualquier acto del ministerio y de asumir cualquier encargo en la Unión Sacerdotal, que fuera controlada por él.
Para el jesuita chileno Eduardo Silva, rector de la Universidad Alberto Hurtado, según escribe en la revista Mensaje, “él cayó y, condenado por Roma, demostrados sus abusos sexuales, de poder y conciencia, se encuentra desprestigiado y recluido, sin siquiera poder ser visitado por amigos ni discípulos. Fue disuelta también la Unión Sacerdotal, que albergaba a los numerosos sacerdotes que salieron de la Parroquia de El Bosque y que hoy intentan reconstruir sus vidas, comprender lo que vivieron y tratar de mirar lo que en otros momentos los tuvo ciegos. Ellos y muchos fieles de ese templo también se descubren víctimas de una personalidad abusiva que, como otros dictadores, parecía también ufanarse de que ‘no se movía una hoja’ sin que él lo supiera o controlara. Pero el asunto ha afectado no sólo a Karadima y su círculo, sino también a toda la Iglesia chilena, particularmente a su jerarquía”.
La película en cuestión, independientemente de su calidad cinematográfica, tuvo un impacto enorme en la sociedad del país trasandino. Escribe el crítico Fernando López en La Nación: “La intención de asociar el bosque con la alarmante posibilidad de un lobo al acecho está apenas insinuada. El mismo tenue carácter alcanza la mención de un trágico hecho del pasado familiar como clave para comprender el carácter del protagonista. La audacia del film reside en el hecho de haber abordado un caso tan espinoso y crudo más que en la manera de exponerlo, sólo ilustrando el abundante material a que dio origen el caso y con escasa voluntad de profundizar en sus raíces: el abuso del poder y la manipulación apoyados en una presumible autoridad moral”.
José María Poirier