Hace nueve años, cuando mi primer nieto fue bautizado en una parroquia de Norwich, a la salida de la ceremonia tomé un ejemplar de la revista Catholic Life.
A los pocos días, en un solitario viaje en tren a Ely para visitar la catedral, leí el artículo de Lionel Gracey “La Última Cena y la Eucaristía en el arte”.
No por primera vez me sentí profundamente identificado con el apóstol Pedro cuando Jesús le dijo «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!“(Lc 24, 25)
Mi epifanía fue el entendimiento repentino y deslumbrante de cómo Jesús cumple en su carne lo anticipado en los libros del Antiguo Testamento y lo reafirma y transforma para nosotros los Gentiles encarnando Él mismo al cordero del Génesis.
Después de ese entendimiento no pude concentrarme demasiado en la imponente belleza de la catedral ni he podido sosegar desde entonces esta maravilla que me urge compartir.
El doctorGracey, comentando una obra de SigerKorder,explica la Pasión como una transmutación del significado de aquella salida que incluyó el sacrificio del cordero y su representación en la ceremonia Judía del Seder del Pesaj, cena ritualque hoy en día sigue exactamente las pautas establecidas en el Génesis, donde las cuatropartes de la ceremonia son puntuadas por sendas copas de vino.Este ritual se repite anualmente en todas las comunidades Judías al llegar la Pascua(y puedo aseverar que el poder participarde uno de ellos es una experiencia insondable para un cristiano).
Para el pueblo de Israel hay un obligación rabínica de beber cuatro copas de vino (o jugo puro de uva) en el transcurso del Seder. Estaobligación se aplica tanto a los hombres como a las mujeres –el Mishnah dice (Pes 10, 1) que hasta el hombre más pobre de Israel está obligado a beber–.
Cada una de las copas se relaciona con una parte del Seder y representa una de las cuatro expresiones de liberación prometidas por Dios a través de Moises: la copa de Acción de Gracias, los liberaré de la esclavitud;la copa de la Liberación, les devolveré la libertad; la copa de la Bendición, haré de ustedes mi pueblo;la copa de la Consumación, los introduciré en la tierra que con juramento prometí (Ex. 6,6-7). En este punto –cito a Gracey– puede ser de ayuda recordar cómo se celebrara y todavía se celebra la cena de Pascua.
En efecto, se trata de la más importante de las fiestas religiosas de Israel, instituida por Moisés y Aarón –por orden de Yaveh–para conmemorar la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Entonces, como ahora, el Seder tenía cuatro partes, y luego de cada parte se bebía una copa de vino.
La primera parte (Edersheim sugiere que en este punto el Señor le lavó los pies a los apóstoles), el comer hierbas amargas, recordaba a Israel la amargura de la esclavitud. Luego, en la segunda, el varón mayor de los presentes relata la historia del Éxodo y todos cantan el Pequeño Hallel, Salmo 113. La comida de cordero asado y pan ázimo, ingerida apresuradamente y de pie, forma la tercera parte y es seguida porla tercera copa, la de la Bendición. Sabemos por los Evangelios Sinópticos y San Pablo que fue entonces que Jesús instituyó la Eucaristía (Mt 26, 26; Mc. 14,22;I Cor.10,16). La cuarta parte es el canto del Gran Hallel (Salmos 114-118) y la bebida de la cuarta copa, la de la Consumación.
Aunque Jesús y sus discípulos cantaron el Gran Hallel(Mt. 26,30;Mk. 14,26), no hay registro en los Evangelios de que hayan entonces bebido la obligatoria cuarta copa para completar la ceremonia. En cambio, Jesús llevó a sus discípulos directamente al Jardín de Getsemaní, donde le rezó tres veces al Padre:“Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mt. 26,39; y también Mc. 14,36 y Lc. 22,42). ¿Cuál era la copa a la que se refería Jesús sino la de la Consumación, la copa que completaría la Pascua y su propio sacrificio al Padre?
Al día siguiente Jesús fue crucificado en el Calvario. El único discípulo testigo fue Juan y él nos relata que Jesús –sabiendo que todo estaba ya concluido–, dijo:“Tengo sed», y con esto también se cumplió la Escritura.Había allí un jarro lleno de vino agrio. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios.Jesús probó el vino y dijo: ‘Todo está cumplido’. Después inclinó la cabeza y entregó el espíritu”. (Jn. 19, 28-30).
La cena Pascual que había comenzado en la gran sala del piso alto la noche anterior se completó en la Cruz en el momento en que Jesús bebió el vino agrio, la cuarta copa. Y del mismo modo que la sangre del cordero Pascual salvó a Israel del Ángel de la Muerte,así la sangre del Cordero de Dios salva a la humanidad de la muerte que sigue al pecado. Jesús ha ganado la redención para nosotros todos.
Finalmente, la búsqueda me llevó a descubrir dos párrafos del Catequismo que resumen todo: “En la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación en el contexto del Éxodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Egipto. El recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios (Dt 8,3). Finalmente, el pan de cada día es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. El ‘cáliz de bendición’ (1 Co 10,16), al final del banquete pascual de los judíos, añade a la alegría festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su Eucaristía dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz ((1334) –aquí me permito discrepar con la redacción: en el versículo citado Pablo se refiere al cáliz de Bendición pero no menciona el “final del banquete”–.
También en el Catecismo: “Al celebrar la última Cena con sus Apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino” (1340).
Y por último, en Lucas 4,16-20: “Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito:El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas noticias a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para poner en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: ‘Hoy se cumplen estas palabras proféticas y a ustedes les llegan noticias de ello’”.
A mí me llegó la noticia más de dos mil años más tarde, en un momento insospechado, transcurriendo mi vida cotidiana, y me empujó repentinamente a otro lugar –un movimiento sísmico– a otro punto de vista; me conmovió. Una epifanía.