Los países de la región enfrentan la necesidad de mantener los niveles de bienestar en un contexto global adverso, con la acumulación de distorsiones económicas, con precios de commodities bajos, déficit e inflación.
Las economías latinoamericanas vienen reacomodándose a los nuevos tiempos, que parten de una premisa ineludible: la forma de organización económica vigente hasta hace un par de años ha encontrado fuertes restricciones externas e internas, que obligan a modificaciones en materia económica, y que están llevando o han llevado también a cambios en lo político. Esto tiene impacto en lo social, y exige nuevos equilibrios socio-políticos.
El largo debate entre transables y no transables
En algunos países de América latina más que en otros, la organización de la producción se ha debatido en las últimas décadas en ciclos alternativos a favor de la producción de bienes y servicios transables –exportables–, o de bienes y servicios no transables –demandados sólo por el mercado interno–.
Estos debates datan de la post-crisis de 1930, si bien en la Argentina, desde la década de 1910, Alejandro Bunge ya proponía el debate económico por la industrialización y la exportación, en cierto detrimento de la producción agropecuaria. También se recuerdan firmes posturas del presidente Carlos Pellegrini en el mismo sentido (1891). Con todo, del debate se pasó a la realidad desde la década del ‘30, cuando el fin de la oleada de globalización debido a los efectos del crack del ‘29, como el clima previo a la segunda guerra mundial, dieron por terminado el ciclo de inserción internacional en base a la exportación de bienes primarios, y se pasó a una fase productiva donde el Estado lideró la marcha de la economía, creando empresas públicas y promoviendo el proteccionismo y la industria nacional. El financiamiento de esta transformación productiva se dio en buena medida transfiriendo recursos desde el sector transable, que sufrió crecientes impuestos y restricciones al comercio, y a un Estado que expandió sus posibilidades de gasto vía emisión monetaria.
En la lectura de Raúl Prebisch o Celso Furtado (CEPAL), el ciclo financiero (entrada de capitales reales o financieros) determinaba el ciclo real (la evolución del PIB), es decir: si había superávit comercial por exportaciones agrarias, o si entraban capitales financieros, esto incrementaba el crédito y el endeudamiento; pero si la campaña siguiente no era buena, o los precios internacionales de los granos caían, la actividad económica se resentía, escaseaban las divisas y las presiones devaluatorias llevaban a más inflación y menor actividad. Por eso había que independizar el ciclo real del financiero, vía límites a la exportación de bienes agrarios, para no exacerbar esos riesgos cíclicos, y, en cambio, promover la sustitución de importaciones y el mercado interno, en pos de mejores equilibrios económicos y sociales, por la mayor creación de empleo.
En los ’90, luego de la crisis de la deuda de los ’80 –que significó la crisis del Estado interventor en América latina por los altos déficit fiscal y de balanza de pagos, la elevada inflación, o hiperinflación en los casos de Argentina y Bolivia–, se impuso el Consenso de Washington. Esto implicó la dominancia del ciclo financiero sobre el ciclo real, pues de la mano de la globalización, los países se reagruparon en bloques comerciales para incrementar el comercio de bienes, pero fue la movilidad de capitales, financieros e Inversión Extranjera Directa (IED) la que movilizó el crecimiento y la inversión.
Sin embargo, el exceso de expansión de los mercados financieros internacionales terminó como suele ocurrir:el ciclo financiero sobre-expandió el ciclo real, y cuando llegan las crisis financieras (explosión de burbujas, suba de tasas de interés, deudores que no pueden pagar), el efecto dominó es irreversible (Corea, Malasia, Rusia, Turquía, Brasil, Argentina y Uruguay, entre 1997 y 2002).
A las crisis suceden nuevas soluciones, o por lo menos, intentos. Así, desde 2002, los capitales internacionales salen delos países emergentes y se concentran en expandirse en las naciones desarrolladas. En pocos años (2008) la burbuja de los créditos hipotecarios secundarios estalló en los Estados Unidos y se propagó desde España e Irlanda a Europa y a buena parte del resto del mundo.
En cambio, para los países emergentes, desde 2002 el ciclo comercial dominó al financiero, por lo menos hasta 2014. ¿Por qué? Porque con la abrupta aparición de China en el comercio internacional de bienes, los precios de los commodities agroalimentarios y mineros crecieron a niveles impensados. Los países de América latina lograron así exportaciones y crecimiento económico record, junto a mejoras –genuinas o no, permanentes o transitorias, pero mejoras al fin– en materia social, con alto empleo y menor inequidad y pobreza desde los ‘2000.
Pero la bonanza derivada del contexto internacional, como ha ocurrido históricamente en la región,generó una expansión del gasto en bienes y servicios no transables, léase más administración pública, empleo estatal, producciones mercado-internistas y servicios no comercializables con el exterior. En algunos países, el proceso fue, nuevamente, “contra” los bienes y servicios transables, que financiaron la expansión de aquellos bienes y servicios mayormente no transables. Instrumentos como prohibiciones o restricciones al comercio exterior, impuestos a las exportaciones, limitaciones a los movimientos de capitales, alza de aranceles de importación, barreras no arancelarias y subsidios a la industria nacional fueron utilizados, en general, en los países del Mercosur; no así en los países andinos. Esta situación generó gasto público alto medido en dólares, salarios altos en dólares, y bienes no transables caros en dólares.
La caída de los commodities obliga al cambio de régimen
La drástica caída del precio del crudo y de los metales, y en menor medida de los granos, desde 2014 a la actualidad, junto a la desaceleración estructural de China, han hecho mella en el sistema económico vigente en los países de América latina, revirtiendo el superávit de balanza de pagos, generado déficit fiscal (pues los impuestos a la exportación de commodities financiaban buena parte del gasto público) y volviendo a establecer la restricción externa (faltante de divisas).
De esta manera, los actuales procesos de correcciones de tipos de cambio en la región (devaluaciones en Chile, Uruguay, Brasil y la Argentina, entre otros países), tratan de cambiar esta ecuación, por necesidades macroeconómicas. Esto es acompañado por medidas para revertir los déficit gemelos y dar sustentabilidad a la macroeconomía, con una microeconomía que no puede volver a producir y generar empleo como antes, pues las condiciones vigentes hasta 2014 ya no existen.
Esto, en un contexto donde la economía mundial claramente se encuentra en un ciclo de menor crecimiento, con menos “locomotoras” y menos comercio de bienes, en tanto que el comercio global de servicios asociados a la tecnología, aún no totalmente mensurable, comienza a reemplazar, en partes y en algunas ramas, al comercio de bienes.
Hoy los países de América del Sur se enfrentan al muy exigente desafío de mantener niveles de bienestar adquiridos durante la etapa anterior, en un contexto global adverso, con precios de commodities bajos, déficit gemelos (fiscal y de pagos) en muchos países, aceleración de la inflación y distorsiones heredadas de políticas que exacerbaron las posibilidades de la bonanza anterior, llevando a un bienestar de dudoso financiamiento intertemporal desde lo público.Todo esto en un contexto donde la estrategia de desarrollo parece ser más dependiente de flujos financieros que comerciales, pues la IED y la entrada de capitales pueden ser más dinamizadores que un comercio global aletargado. De ahí la cuestión de volver al crecimiento, la inversión y el empleo privado con mayor deuda pública externa. La inversión extranjera, sea desde China y desde fuentes occidentales (organismos multilaterales, los Estados Unidos o Europa), se presenta como una herramienta exógena, que debería ser atraída con inteligencia estratégica por cada país, para no repetir errores.
Disparidades dentro de América latina
Dentro de estas nuevas tendencias de la globalización, la reciente apertura política de Cuba y cambios de rumbo de la Argentina son relevantes en la región.
Los países del Mercosur se debaten en el estancamiento o cambio de estrategia, donde a la nueva política económica en la Argentina se suman la fuerte recesión y los interrogantes políticos en Brasil, la larga e irresuelta crisis en Venezuela, y dos naciones como Paraguay y Uruguay que buscan mayor acceso a mercados de exportación y negocios externos.
Con menos problemas de corto plazo y macroeconomías menos deterioradas, los países de la Alianza del Pacífico (Chile, México, Perú y Colombia) buscan abrir nuevas oportunidades. De hecho, los tres primeros ya firmaron el Acuerdo de Comercio e Inversiones Transpacífico con los Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Malasia, Vietnam, Brunei y Singapur. En tanto, Bolivia y Ecuador miran con preocupación la caída y falta de recuperación del precio internacional de los hidrocarburos.
En un mundo donde los acreedores están en Asia-Pacífico, y los deudores en Europa y Norteamérica, donde el crecimiento poblacional y el desarrollo tecnológico y empresarial se focalizan cada vez más hacia Asia, América latina no debe dejar de tomar nota y actuar desde el corto plazo, pensando en el mediano y largo. Repetir recetas del pasado, donde la política económica y social optaba alternativamente por promover los bienes transables o los no transables, no promoverá el desarrollo económico y social.
2 Readers Commented
Join discussionEstimado Ernesto O´Connor,
!!No repitamos errores del pasado¡ ¡ Es un sabio consejo.
En concreto, y resumiendo: Usted quiere advertir que un apoyo a la exportación no debe ser causa de la descontrolada reducción del mercado interno.
Ruego que el ministro de economía argentino lea éste artículo, y tenga la suficiente autoridad para tomar las medidas del caso.
En el pasado, con las actuales políticas económicas, nos fuimos al mismo infierno.
que los que fugan dólares miles de millones ¡inviertan!.banda de ladrones del dios dinero