El Museo de Arte Popular José Hernández aloja una muestra que presenta el universo de la mujer wichí y su relación vital con el monte.
“En el principio de los tiempos no había mujeres sobre la tierra, porque ellas vivían entre las estrellas, en el cielo. La tierra estaba habitada por hombres, hombres-pájaro y animales. Llego un tiempo en que las mujeres comenzaron a aparecer sobre la tierra. Mientras los hombres estaban fuera cazando o pescando, ellas robaban la comida que ellos guardaban y luego volvían al cielo. Las mujeres bajaban y subían con la ayuda de hilos de cháguar que tejían como arañas. Los hombres no encontraban la causa de la desaparición de su comida y decidieron dejar a alguien escondido para que identificase a los ladrones y los detuviese. Los primeros tres guardianes fallaron en descubrir al culpable pero finalmente Halcón (Chalena) sorprendió a las culpables y cortó los hilos cuando ellas intentaron escapar a los cielos. Los hombres escucharon el grito de Halcón y volvieron rápidamente al campamento y proclamaron “¡Tendremos esposas!”. Esa noche los hombres descubrieron que las mujeres estrellas portaban en su interior un arco iris que fue liberado, y que dejó el color rojo a las mujeres, junto con la costumbre de ser ellas las que eligen a su pareja. Las mujeres estrellas trajeron luz y color a la vida de los hombres Wichí. Las mujeres son de origen celeste, tienen parte de ese poder, los hombres detentan el poder terrenal”.
Una de las varias versiones de tradición oral del “mito de origen” de la etnia Wichí
El pueblo Wichí del Gran Chaco
Los “wichí” son el conjunto de personas que hablan distinta variedades del idioma wichi-lhämtes del grupo lingüístico mataco-mataguayo (Tovar, 1981). Conforman una amplia red de comunidades rurales, periurbanas o directamente (y crecientemente) urbanas extendidas por el oeste de Formosa, el noroeste de Chaco y el este de Salta. Se calcula que existen entre 40 y 45 mil hablantes de wichís en el país. Antiguamente seminómadas, viven de la horticultura, la caza, la pesca, la recolección de frutos del monte, las artesanías, la fabricación de ladrillos y “changas” temporarias para tareas urbanas o rurales.
En la etnia wichi la mujer tiene poder y prestigio ya que antiguamente la tecnología que las mujeres utilizaban no dependía del trabajo de los hombres, mientras que las actividades masculinas tradicionales solían necesitar de un instrumento fabricado por las mujeres: los bolsos enlazados, conocidos en los ambientes urbanos como “yica”. Esto queda reflejado en su antigua cosmogonía, donde “las mujeres son de origen celeste mientras los hombres detentan el poder terrenal”. “Trenzar cháguar (especies de plantas bromeliáceas con las que se elaboran las yicas) es la ocupación arquetípica de las mujeres wichi”, según el antropólogo inglés John Palmer.
La actividad del enlazado de bolsos tiene una profunda relación con la concepción wichí de la feminidad, como señalan los trabajos de varios antropólogos, especialmente los más recientes del argentino Rodrigo Montani. Fabricar o “tejer” un bolso es un proceso largo e intrincado, de características comunitarias, que incluye primero incursiones en pequeños grupos de mujeres en el monte –ancianas, adultas y jóvenes– para buscar las fibras textiles (la planta de “chaguar”). Luego se hilan las fibras mediante la torsión y retorsión y finalmente se realiza el “tejido” o enlazado de la bolsa, que resulta en un morral cuadrangular (la “yica” o “hilu”) o en un bolso en forma de “hamaca” (el “sichet”, hoy casi en desuso) tradicionalmente usado como medio de transporte de los más variados objetos: frutos del monte, la caza, los enseres domésticos, las tiendas donde vivían. Así, adolescentes, mujeres y ancianas se sientan juntas a tejer para aprender las más jóvenes de las más viejas.
Estos estudios señalan que la importancia del trenzado de chaguar acompaña todo el ciclo vital de la mujer wichí, con profundas implicancias simbólicas desde el inicio de la pubertad (o incluso antes) hasta la ancianidad, donde la abuela o una tía toman el rol de maestras en el “estudio” (como suelen llamar al proceso de aprendizaje) de la técnica. No es casualidad que en el “mito de origen” las mujeres-estrellas descendían del cielo a la tierra mediante “hilos de cháguar” trenzados por ellas mismas, como siguen trenzando hoy.
Muestra Monte Minado
A partir de trabajos de campo realizados en 2013 y 2014 en el marco de dos tesis que se desarrollan en el Doctorado en Arte Contemporáneo Latinoamericano de la Universidad Nacional de La Plata nació la muestra “Monte Minado: la fuerza de la mujer”, que se exhibe en el Museo de Arte Popular José Hernández hasta el 1° de mayo, concebida y curada por Silvia Gago y Antonela Tossici. La mujer y la producción de tejidos de la comunidad wichí del Lote 75, a 3 km de la ciudad de Embarcación, en Salta, es el encuadre desde donde se analizan algunas problemáticas. El trabajo se sostuvo en dos movimientos de acercamiento, con distintos grados de simetrías. Los colores, los “registros sensibles” (fotos y microrrelatos), video y video-instalación de la muestra logran transmitir esa atmósfera de “entendimiento” femenino entre mundos diferentes y compartidos a la vez.