En el primer editorial de este año, CRITERIO trazó las grandes líneas de la historia argentina hasta el bicentenario de la Independencia que festejaremos en julio. En ese marco nos proponemos interpretar la actual coyuntura.
Las expectativas que despierta el nuevo gobierno en más de la mitad de la población que lo eligió encuentran un freno en las problemáticas condiciones objetivas, creando así un clima de alivio e incertidumbre.
Nuestra situación no puede comprenderse cabalmente sin considerar el humus cultural de los argentinos. Como es sabido, la cultura de una sociedad guarda relación con los valores y otras motivaciones que se expresan en la política, la economía, la comunicación y las artes. Es propio de toda sociedad que existan liderazgos políticos y otras formas de dirigencia, y una competencia entre quienes buscan hacerse cargo de aquellos liderazgos. La forma en que cada sociedad lo hace depende de la cultura que va creando con su historia.
En 1983 comenzó un proceso de transición política a partir de una cultura impregnada de autoritarismo, populismo y clientelismo hacia la democracia representativa. Con idas y vueltas, aquella transición prosigue todavía. Las leyes que emanan de los poderes públicos no tienen aún la credibilidad ni inspiran el mismo acatamiento que en sociedades con tradiciones democráticas más asentadas. También es sabido que con frecuencia la anomia es terreno fértil para la corrupción más o menos desembozada, que se enquista tanto en los ámbitos públicos como privados.
Más allá de estas y otras notas que podrían caracterizarnos, parece persistir entre nosotros lo que algunos ensayistas han definido como “la grieta”: el quiebre o la fractura que subsiste entre modos antitéticos de concebir la convivencia política. Ello, hasta el punto en que la misma noción de reconciliación es denostada y da lugar a una sociedad fracturada, con una porción para la que la palabra reconciliación equivale a olvido injusto y la verdad se convierte en un arma antojadiza.
Por otro lado, no somos hoy una sociedad tan violenta como en otras regiones de América, pero ciertamente nuestro presente es más agresivo de lo que deseamos. La administración que acaba de terminar sus funciones adscribió activamente a una concepción ideológica que privilegió el enfoque político del adversario como enemigo irreconciliable. La creación del “relato K”, es decir, una manera de entender la historia y el presente, contribuyó ciertamente a consolidar la brecha.
En cuanto a la economía, una asignatura clave en los tiempos que corren, ésta refleja también pautas culturales. Por ejemplo, hemos ido amoldándonos a la inflación. En estas condiciones el sector productivo muchas veces prefiere buscar la protección del Estado que enfrentar las dificultades propias de la sana competencia. Y el comercio adelanta importantes aumentos injustificados.
Por otra parte, el uso del tiempo es también un indicador. Los argentinos somos muy ineficientes al respecto, y con frecuencia abusamos del tiempo ajeno, como sucede con los números de teléfono para atender reclamos, que invariablemente llevan a interminables e ineficaces esperas, o cuando los cortes abusivos de la vía pública nos impiden llegar a tiempo a nuestros compromisos. Con una mirada más profunda, puede señalarse que la concepción del tiempo de los argentinos pareciera apasionarse por el pasado, vivir con intensidad el presente y desentenderse de lo que vendrá. No son pocos los que se dejaron seducir por quienes prometían un futuro sin esfuerzo a partir de un presente regalado. Hoy debemos encarar un tiempo de austeridad si queremos recuperar un porvenir más holgado. También vamos a necesitar un renovado compromiso de cooperación y solidaridad si realmente pretendemos orientarnos hacia una nueva matriz cultural.
Hoy, sin embargo, con irresponsable ligereza se habla de resistencia a la autoridad. Pareciera que parte de la población no ha tomado aún debida conciencia de la gravedad de la situación heredada. Hay quienes están dispuestos a creer que cualquier cosa que ocurra será necesario resultado de la perversidad del nuevo gobierno. Sin embargo, es quizás el buen ejercicio institucional extendido en el tiempo el que puede abonar las bases de una saludable cultura política.
En este difícil contexto cabe destacar que la concordia de los argentinos es uno de los tres objetivos principales que el nuevo gobierno ha enunciado como prioridad para su gestión, junto con la “pobreza cero” y la erradicación del narcotráfico. Es tiempo de creer que una sociedad plural es posible, donde la apertura a voces diversas, desde distintas perspectivas críticas, sea moneda corriente.
No obstante las muchas fallas y defectos que con razón se nos atribuye a los argentinos, existe una ristra de notables que crecieron en la misma cultura y con los mismos condicionantes, demostrando así que son superables las dificultades que nosotros mismos creamos, además de las que con facilidad atribuimos a “los de afuera”.
No desconocemos que convivimos con la corrupción, la trata de personas, la criminalidad, el narcotráfico y otras conductas que conspiran contra la paz y la justicia. Pero la decisión de un cambio en las autoridades nacionales por parte de los ciudadanos podría ser un indicio de que estamos frente a una nueva oportunidad de funcionar de otra manera, de recuperar una cultura política y un comportamiento social distinto, de mirar al mundo con otros ojos. En definitiva, acaso estemos recorriendo un camino cultural que abra la posibilidad de un ejercicio de diálogo incluso en las más altas esferas, signos que pueden tener continuidad en el tiempo.
1 Readers Commented
Join discussionAmigos,
Quizás, le hubiera gustado al CdR terminar esta editorial con el slogan: ¡»Juntos podemos»¡.
Se entiende el mensaje, «es una nueva oportunidad de funcionar de otra manera». Y como argentinos debemos apoyar y colaborar para mejorar la Argentina.
Aunque, se persiste en el abuso de ciertas palabras: » la grieta», «el relato K», «la herencia», «es tiempo de creer», «pobreza cero». Este abuso de palabras, de culpables pasados y de visiones futuras, aumenta en relación directa al empeoramiento de la vida presente de los argentinos.
Hablemos claro: El actual gobierno tiene ahora la responsabilidad de gobernar este país, para bien de todos los argentinos, sin exclusiones, con más justicia social, con verdad, y democráticamente.
A tres meses de gobierno, digo : “quiero estar mejor, pero estoy peor”. Y pregunto:¿Cuántos argentinos sienten lo mismo?,
Para colmo: “juntos podemos”, pero desde el inicio del actual gobierno hay “empresarios” que “se cortan” solos. Síntoma de la conocida enfermedad del neoliberalismo vernáculo, que se llama “capitalismo salvaje” o “libre mercado”.
“juntos podemos”, pero los desocupados van en aumento.
Es cierto: “quizás el buen ejercicio institucional extendido en el tiempo puede abonar las bases de una saludable cultura política”. Las cartas están en manos del actual gobierno; será cuestión de dar tiempo adicional, que es escaso como el dinero.