El 18 de mayo de 1870 el ministro del Interior Dalmacio Vélez Sarsfield, en representación del Gobierno nacional, tuvo a su cargo la inauguración del Ferrocarril Central Argentino en Córdoba, pronunciando un discurso en el que aplaudió vigorosamente el papel de las comunicaciones y de la ingeniería en el desarrollo y bienestar de la nación.
Creo oportuno copiar algunos párrafos de Vélez Sarsfield que muestran la importancia asignada al tema en esa época: “En los siglos anteriores, el buen o mal gobierno, la fortuna o desgracia de los pueblos pasaba sucesivamente. A veinte años de paz, sucedían veinte años de guerra. Un mal gobierno destruía el progreso de un siglo, y sólo después de largos años podía la sociedad volver a su primer equilibrio. Este es el flujo y reflujo de la historia de la humanidad.
Pero sobre este movimiento había otro más alto que necesariamente debía criar el destino permanente de los pueblos: el movimiento intelectual, el movimiento que produce el progreso de las ciencias y de las artes.
Al progreso intelectual van cediendo la esclavitud, el fanatismo de las religiones, las guerras intestinas, todos los males que la humanidad ha sufrido. Su resultado inmediato son los grandes descubrimientos, y los grandes descubrimientos, señores, no pasan jamás, ni hay poder en los hombres para destruirlos o contener su benéfica influencia. Ellos han alcanzado hoy a dar una vida permanente a la moral, a la paz, a la riqueza de las naciones.
Uno de ellos, el vapor aplicado a la locomoción, es el poderoso instrumento que la Providencia parece haber designado para la conservación del orden del mundo, porque él reproduce los elementos suficientes para contener las malas pasiones.
Así, señores, esta obra que vamos a inaugurar no pasará jamás. Las tempestades políticas no podrán destruirla, ni impedir o contener su fuerza de progreso en todos los intereses sociales. Ella fijará la suerte de esta provincia, y su bienestar no será transitorio. Ella por sí creará fuentes inagotables de riqueza, de seguridad y tranquilidad. Ella también es el exordio de un cambio radical en el ser de toda la República. En adelante, a estos pueblos destinados a ofrecer sólo contingentes de sangre, viene esa máquina a conducirlas al campo de la paz. El silbido de las balas, el ruido de los combates que por tantos años se han sucedido en este pueblo, callará por siempre. La voz de esa máquina excita intereses más vivos, conforme con los deberes de los hombres hacia la sociedad, y con sus primeras obligaciones hacia la familia. Ella viene a despertar a estos pueblos del letargo en que han vivido, a desterrar el ocio, poniendo al alcance de todos los elementos de prosperidad y fortuna. Ella hará que las fuerzas y tesoros de nuestro país no se conviertan en medios de guerra y de muerte. Su columna de humo será como la columna de fuego que en otro tiempo guió a los hebreos a la tierra de promisión.
¿Para qué descender a enumerar los beneficios que los ferrocarriles traen a los valores territoriales, a las industrias de todo género, a las nuevas empresas que desenvuelven la riqueza general que crían?
La experiencia de los lugares en que ellos se han asentado los ha hecho sensibles a todos. Os diré solamente que los ferrocarriles han puesto en evidencia una verdad también comprobada en los principios de la economía social: que ellos sirven en igual grado a intereses que parecen inconciliables, los del productor y consumidor; siempre el principio de la armonía en todas las profesiones, en todas las industrias; siempre la solidaridad en todos los intereses de la vida de los pueblos; la industria de uno cría la industria de otro; la riqueza particular es una riqueza en expectativa para todos. La facilidad de las comunicaciones ensancha así indefinidamente el campo de la vida; y si vivir es trabajar, producir y obrar en todo sentido, el individuo de hoy vivirá más que sus antepasados, vida más útil a su patria y a la generación que le suceda. (…) Los efectos morales de esta obra corresponderán a sus efectos materiales. La facilidad para comunicarse los hombres de este pueblo a las mayores distancias por medio del ferrocarril, traerá una profunda y feliz revolución en los hábitos y costumbres de hoy; y si consideramos sus efectos sobre las ideas y la inteligencia, sus productos mentales y morales aparecerán sobre el hombre mismo. El sentimiento de la fraternidad entre los hombres se radica fuertemente en el corazón, a medida que viene a ser más fácil y más frecuente el contacto entre las personas de diversos idiomas, de diversas patrias, de diversas religiones”.
Quizás, en estos momentos, un funcionario nacional, ante la inauguración de un tema moderno considerado de gran importancia, pudiera expresar un discurso análogo pero referido a las computadoras, las telecomunicaciones o Internet. Sobre este tema, el papa Francisco difundió, el 8 de junio de este año, en el Pontificio Consejo para las Comuniones Sociales, cinco consejos a los jóvenes a la hora de “usar bien” Internet y la TV. El Pontífice las resumió así: primero, saber elegir (“Si veo que un programa no es bueno para mí, que echa por tierra los valores, lo dejo”); luego, evitar la fantasía mala (“Si buscás en la computadora programas sucios, perdés la dignidad”). También hizo un llamado a cuidarse de los ciclos vacíos, sin valores, que fomentan el hedonismo y el consumismo, que definió como el “cáncer de la sociedad”.
Además, Francisco propuso colocar las computadoras y la televisión en un lugar común del hogar, y desaconsejó que los chicos tengan la PC en el cuarto. Por último, el Papa invitó a no ser esclavo de los dispositivos: “Estar demasiado pegado a computadoras, teléfonos móviles, etcétera, hace daño al alma y quita la libertad. Te hace esclavo de esos medios”.
Es curioso: en muchas familias los papás y mamás dicen “estamos en la mesa con los hijos y ellos con el teléfono móvil están en otro mundo”. “El lenguaje virtual es una realidad que no podemos negar, pero cuando nos lleva fuera de la vida común es una patología”, dijo Francisco.

El autor es Ingeniero, investigador y miembro de las Academias de Ciencias Exactas, Educación y Letras.

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