¿A qué se opone la oposición?

Raro país, la Argentina. Extraño territorio en el que los mismos oficialistas que cuando Rodríguez Larreta ganó el ballotage porteño con más de la mitad de los votos se burlaron de su “derrota” anuncian, después de las PASO nacionales, el “contundente triunfo de Scioli”, que tuvo una performance por debajo de las grandes derrotas peronistas (40% de Luder frente a Alfonsín y 39% de Duhalde frente a De la Rúa) y sacó menos de lo necesario para evitar el ballotage.
Desde que Menem festejó su victoria en la mesa de Perico el justicialismo no ha dejado de celebrar. Ganen o pierdan, a los muchachos peronistas les da igual. Ellos festejan. Inclusive si las PASO les han traído cinco malas noticias: 1) Scioli no llegó al 40%. 2) CAMBIEMOS superó el 30%. 3) CAMBIEMOS quedó a menos de los diez puntos de distancia que permitirían al FPV ganar sin ballotage. 4) Aníbal Fernández será el candidato a gobernador del FPV en el principal distrito del país. 5) María Eugenia Vidal hizo una excelente elección y pasó de ser un lastre a convertirse en un activo. Se trata de un escenario con ventaja para el oficialismo, es cierto, pero el triunfo por goleada que anticipaba el formidable aparato reproductor de mentiras que encabeza 6/7/8 se demostró tan falso como las declaraciones juradas de la familia Kirchner.
Presos de un pesimismo injustificado, muchos salieron a criticar a Macri por no haber acordado con Massa. Con los votos de ambos, juntos, se le ganaba al kirchnerismo, argumentaron, y aconsejaron algún pacto tardío para que Massa se baje en octubre. Como si viviéramos en el siglo XX y se pudieran transferir los votos de un candidato a otro automáticamente. En cambio lo obvio, lo evidente, es que la buena elección de Massa y su subsistencia como oferta electoral de peso no necesariamente fue ni es una mala noticia para Macri; ni una buena para Scioli. Depende de dónde se crea que hubieran ido los votos de Massa y De la Sota si UNA no existiera, que es lo mismo que preguntarse a dónde irían en octubre en caso de una renuncia de Massa a su candidatura.
Los cuatro millones y medio de votos de UNA, ¿son básicamente opositores o principalmente peronistas? Nadie lo sabe, pero dos cosas son fáciles de entender: 1) si fueran a Macri, difícilmente le permitirían ganar la elección en primera vuelta, y 2) basta que un tercio de ellos vaya hacia el FPV para que en primera vuelta gane Scioli. Aunque tanto para Macri como para Scioli es obligatorio intentar pescar en el electorado de UNA, bajar a Massa es, por lo menos, un arma de doble filo. Aún más para Macri y CAMBIEMOS.
Esto lleva directamente a la pregunta del título: ¿A qué se opone la oposición? ¿Al kirchnerismo o al peronismo? Los analistas políticos se dividen hoy entre quienes ven estas elecciones como kirchnerismo vs. oposición y quienes las vemos en la óptica peronismo vs. oposición. Asunto crucial, ya que si se las ve como kirchnerismo vs. oposición, entonces Massa divide el voto opositor. Pero si se las ve como peronismo vs. oposición, entonces Massa divide el voto peronista. ¿Cuál es la perspectiva apropiada? Desde luego, no la que prefiere nuestro corazón sino la que dicta la realidad; que es ésta: decir que una caída de Massa beneficiaría a Macri es afirmar que ni siquiera un tercio del total se correrá hacia Scioli; en cuyo caso el FPV superaría el 45% y ganaría en primera vuelta. Una apuesta arriesgada.
Por supuesto, nadie puede dar al problema una respuesta definitiva; pero afirmar que con Massa bajándose de la candidatura presidencial la elección estaría resuelta a favor de Macri es, por lo menos, una lectura sesgada. Una lectura peronista, agregaría yo, de quienes creen que el ex jefe del ANSES y del Gabinete kirchnerista puede ser opositor al kirchnerismo, y que la elasticidad peronista que mudó multitud de dirigentes del menemismo al duhaldismo y del duhaldismo al kirchnerismo es cosa del pasado. Mejor harían los directores de la campaña opositora, creo, en observar las razones de la resurrección massista, que no se basó en una actitud amigable hacia el peronismo sino en una buena y visible relación con su aliado De la Sota; un cambio de eje del discurso hacia la inseguridad, la corrupción y el crimen organizado; una decidida actitud opositora y un tono firme y seguro del candidato, con menos miedo a perder votos que voluntad de ganarlos. Cosas que han faltado en estos meses en CAMBIEMOS.
En un mundo en mudanza acelerada, nada fracasa mejor que los antiguos éxitos. La estrategia de “ir solos” y el tono propositivo y no conflictual de la campaña que fueron tan útiles a Macri para avanzar hasta aquí parecen haber llegado a su límite. Hoy es al menos contradictorio el mensaje de quienes aconsejan mantener una actitud de blandura opositora. Primero, porque si hay posibilidades de que el FPV gane en primera vuelta se la debemos al emblema insigne de esa estrategia: el Pacto de Olivos que habilitó este ballotage trucho hecho a la medida del peronismo. Segundo, porque –como el peronismo ha descubierto hace rato y la oposición tarda en entender– el primer problema de la política no se plantea en el eje “Derecha o Izquierda” sino en el de “Gobernabilidad o Caos”. La sociedad que emergió del diciembre trágico de 2001 quiere cualquier cosa menos un nuevo y dubitativo De la Rúa. Sabedora de que el peronismo bombardeará a cualquier candidato opositor apenas asuma, necesita demostraciones de coraje y firmeza de carácter más que ninguna otra cosa. Por ahí, precisamente, lo corrió a Macri la astuta Cristina cuando dijo que con chamuyo y globito no se gobierna, aunque ellos lleven doce años de relato y globos inflados. Tercero, la blandura frente al peronismo kirchnerista es innecesaria porque para aparecer como un líder capaz de empuñar el timón, Macri no debe salir a criticar al peronismo sino, simplemente, mostrarse opositor a la alianza entre el estalinismo kirchnerista y lo peor del peronismo, el bonaerense. Poner el foco en las horribles duplas Scioli-Zannini y Aníbal-Sabbatella, cortadas por la misma tijera pejotista-camporista, y no en Perón y Evita, podría ser de ayuda.
“Siete de los últimos presidentes argentinos han sido del Partido Justicialista, que ha gobernado 24 de los últimos 26 años. Los resultados son pésimos: un tercio de la población en la pobreza, 16 millones de personas en edad laboral que no trabajan, millones de jóvenes ni-ni, villas, trapitos y cartoneros por todos lados, trenes que chocan, jueces destituidos, fiscales asesinados, acusaciones de “narco” y “drogón” entre los candidatos peronistas, inflación entre las más altas del mundo, recesión desde hace más de un año, una infraestructura que se cae a pedazos, provincias inundadas, una educación que sigue empeorando, déficit financiero y energético, inseguridad, corrupción, narcotráfico e instituciones devastadas. Es hora de mandarlos a casa por cuatro años y darnos a otros la oportunidad de hacer mejor las cosas, como se hace en todos los países cuando un gobierno fracasa. Alternancia no es golpismo, sino una condición básica de la democracia”. No es difícil de decir, ni va más allá de lo que las oposiciones dicen de los oficialismos en todos los países normales, ni promueve bombardeos de la Plaza de Mayo, ni parece un discurso que vaya a espantar a quienes tienen en su casa el cuadro de Perón y Evita. ¿Por qué tanto “qué lindos son los peronistas”? ¿Por qué tanto miedo? La gente no va a creer que la oposición puede manejar las cosas si no siente que le ha perdido el respeto al chantaje de “a este país, sólo el peronismo lo puede gobernar”. Si ningún opositor dice que el peronismo ha tenido todas las oportunidades y lo ha hecho horriblemente mal, ¿por qué van a votar a otros partidos, y no al justicialismo? Por otra parte, llevamos un cuarto de siglo de resignación y calma ante las barrabasadas peronistas y no parece que la estrategia de mirar para otro lado haya dado buenos resultados.
La cuestión decisiva de estas elecciones es, por lo tanto: ¿a qué se opone la oposición? Y la respuesta es “al peronismo”, es decir, a su encarnación realmente existente: la alianza pejotista-camporista, sciolista-zanninista, anibalista-sabbatellista, que sigue navegando a pesar de hacer agua porque nadie se atreve a mandarla a pique. Una simple observación del mapa electoral muestra la base de su poder y la razón de su agónica decadencia. El peronismo ha ganado ampliamente y es fuerza monopólica en los distritos en que peor ha gobernado: el norte feudalizado; la Patagonia desierta y extractiva; el devastado conurbano. El escándalo de que aún se vote en la Argentina con tecnologías de la era preindustrial también lo dice todo. Tecnópolis y listas sábana. Boleta de papel y científicos repatriados. Candidato triunfal pero provincia inundada. El rey peronista está desnudo, pero nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.

3 Readers Commented

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  1. LUCAS VARELA on 4 septiembre, 2015

    Estimados amigos,
    El señor Iglesias hace su análisis, y llega a una conclusión. Que es una mera calificación electoralista en la que se puede estar de acuerdo o no, aunque no es lo importante. Las calificaciones sirven para los dichos; más, para los hechos es necesario otra cosa.
    A vistas del desarrollo de campaña de los candidatos, se observa que impera la ley del “todo vale”; que es “campaña sucia”.
    La pregunta es: ¿A qué se opone la oposición? Y si de hechos hablamos, la mejor respuesta debería ser : A lo mismo que el oficialismo: a la “campaña sucia”.
    Hacer campaña sucia es tema trascendente; afecta a nuestra evolución como sociedad argentina, honorable, democrática, y solidaria.
    La campaña es “sucia” porque se “juega sucio”. Y si se juega, debe hacerse limpiamente; lo esencial de un hombre es “jugar limpio”. Debe ser hábito, si surge espontáneamente y en total libertad de los propios hombres. El juego verdadero, que es libre y espontáneo, debe ser un fin en sí mismo, y no un medio para otra cosa. Siempre hay un objetivo moral en hacer algo, que es hacerlo bien.
    Y si se hace política, debe hacerse bien en todo momento. Como en el juego, que es “jugar limpio”.
    Y “jugar limpio” es decir la verdad, siempre. Decir la verdad moral, que es decir lo que uno piensa, es ser sincero. Y también decir la otra, la verdad lógica, que es la realidad.
    No hay razón para estar contra la verdad. La salud de la patria está subordinada al amor a la verdad. No hay derecho a mentir; ni aún cuando se crea que mintiendo se está salvando a la patria. Es un error, siempre.
    Los políticos, los hombres públicos, y todos los que se dicen orgullosamente argentinos, deben saber hallar la verdad. La verdad de afuera, lo que es verdad, la realidad, es el premio concedido a la sinceridad.
    Decir la verdad siempre, créase oportuna o no, será motivo de acuerdo de todos los hombres de buena voluntad, en lo que se deba hacer. Solo la verdad une.
    La mentira mata el alma;….y hace perder elecciones.
    Debemos proponernos no mentir nunca, ni por comisión ni por omisión.
    Lo único que no debe decirse, es la mentira. Y tampoco debe oírse con calma. Vivimos democráticamente porque los ciudadanos damos crédito, autoridad y confianza a los políticos; los políticos deben ser hombres que no mienten.
    Frente a tanta denuncia apocalíptica, y profundamente antidemocrática, debemos saber que tenemos consciencia de la realidad, que es la verdad. Y es en la mentira que piruetean algunos con arengas de vanguardia, pro paz y amor, pro cambiemos juntos; mientras hacen agazapados políticas de retaguardia, antidemocráticas.

  2. horacio bottino on 28 septiembre, 2015

    ¿Quiere que gobierne el FMI-Macri?

  3. horacio bottino on 22 febrero, 2016

    ¿Raro país?.En todos lados se cuecen habas.Ahora que es oficialismo ¿Va a echar la culpa al peronismo de la decretocracia,las paritarias debajo de la inflación,los despidos masivos en el Estado,o la culpa es del «país»?

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