Impresiones del viaje de Francisco a Ecuador

La visita del Papa, muy esperada por todos, sobrepasó las expectativas de católicos, obispos y gobierno ecuatoriano.

Millones de ecuatorianos ovacionaron al Papa, asistieron a sus misas, escucharon sus discursos y se conmovieron por su genuino interés por cada persona que encontró, saludó y bendijo. Prácticamente todos los ciudadanos lo vieron en algún momento en televisión. La minoritaria oposición política al actual Gobierno quedó esperando que el Papa oyera sus quejas y sus versiones de “la verdad”.
Pero para realizar un balance serio de la visita papal debemos mirar un poco más atrás.
Francisco llegó al Ecuador con el discurso bien pensado, coherente y claro de Laudato si, la encíclica preparada por meses y que contó con el concurso de muchas personas de variada procedencia científica, ideológica y religiosa.El resultado es un documento que presenta un discurso apoyado no tanto en los dogmas de la Iglesia ni en las verdades eternas sino en las constataciones de los científicos más confiables, en los hechos más conocidos y aceptados, y en el sentido común de todo habitante de la Tierra conocedor del peligro que enfrenta nuestra casa común.
Por otro lado, los escenarios socio políticos de los tres países que el Papa ha visitado tienen muchas similitudes. Lo que ha dicho Francisco en un país se complementa con lo dicho en otro. El telón de fondo sigue siendo el claro entramado de ideas y verdades de la encíclica; a ella tendremos que recurrir para llegar al fondo de las intervenciones papales en nuestros tres países.

La contribución más importante
Laudato si ha recogido los conceptos más fuertes de la Doctrina Social de la Iglesia y los ha expresado claramente y sin ambages: el sistema actual de mercado es perverso, fallido y causante de inaceptables inequidades sociales y, en buena parte, del alarmante deterioro de la casa común, la Tierra. Con esto, el Papa ha ampliado el concepto de “ecología ambiental” hasta el de “ecología integral”, que incluye no sólo los problemas ambientales de la Tierra sino que muestra cómo debemos entender el tema para solucionarlo: todo está interrelacionado; no podemos resolver lo ambiental si no lo relacionamos con lo social y cultural. Necesitamos “un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales”, dijo Francisco en Santa Cruz, Bolivia.
Después de casi setenta horas de estadía en Ecuador, el Papa dejó muchos corazones entusiasmados y esperanzados. Pero el éxito o fracaso del viaje papal a América latina no dependerá del número de personas que lo hayan ovacionado en las calles o que hayan asistido a sus misas. El verdadero éxito de su viaje dependerá del seguimiento que las iglesias locales hagan de Laudato si. Todos los discursos papales tienen relación directa con la encíclica, que nos sirve de gran marco conceptual y de referente para entender su pensamiento y el momento vivencial por el que camina Jorge Bergoglio.
Y, seguramente, esa respuesta dependerá de la tendencia ideológica de pastores y líderes católicos. Pocos se atreverán a llamarle comunista al Papa, pero los que estén alineados con los grandes poderes socio económicos tratarán de minimizar el impacto y el valor de Laudato si por todos los medios, incluido el olvido.

Dos pilares
Para los que quieran aprovechar la presencia de Francisco y pasar de la emoción a la acción, les puede ser útil reflexionar sobre dos de los temas mencionados en Ecuador y relacionados directamente con la encíclica:
1. El actual sistema socio político económico de mercado ha fallado, dicen la encíclica y las intervenciones del Papa. Este no es un tema nuevo en América latina. Cambiar el sistema ha sido por décadas una necesidad sentida por generaciones de latinoamericanos. Pero hablar de ello era exponerse a ser catalogado de comunista o revolucionario, con las peores connotaciones que esos dos términos podrían evocar. Solo el Papa podía, como lo ha hecho Francisco, referirse al tema en toda su crudeza y ser tomado en serio por todos, hasta por los grandes poderes de este mundo. “Digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras”, dijo en Santa Cruz, Bolivia. “El papa Francisco se la está jugando”, me decía un paisano suyo, “hay gente a la que no le va a gustar todo esto”.
2. La educación, que está siendo remozada en nuestro continente con ingentes inversiones estatales y con acciones e inversiones importantes en la educación católica, debe incluir en su nuevo diseño una educación para la ciudadanía ecológica (LS 211), buscando un nuevo estilo de cuidado y compasión por la naturaleza y por cada ser humano, especialmente por los más pobres, tratando de crear y encontrar un nuevo estilo de vida de sobriedad compartida que dé como resultado una alianza sustentable entre humanidad y ambiente (LS 203-208).
El Papa, al parecer, tiene claro el papel determinante de la educación en este complicado proceso de formar generaciones diferentes, que no sólo comprendan sino que vivan la ecología integral.
Ahora bien, uno de los recursos de cambio más eficientes con que cuenta la Iglesia latinoamericana es, sin duda, su red de instituciones educativas. Tomar en serio el viaje de Francisco sería tomar en serio Laudato si y, por lo tanto, tratar de reorganizar la escuela católica desde los grandes desafíos propuestos por la encíclica y remarcados en las homilías y discursos del Papa. En Ecuador ya se ha comenzado a hablar, en ambientes educativos, de cómo introducir en la realidad diaria del aula los grandes requerimientos de Laudato si. ¡Ojalá no se queden en buenos deseos!

El corazón
Además de las ideas y conceptos, cabe destacar el impacto de los gestos e imágenes del papa Francisco en todos los actos en los que intervino. Los ecuatorianos nos hemos quedado impresionados de la atención indivisa del Papa a cada persona, la preocupación auténtica por los más pequeños y necesitados, la voluntad de escuchar, de ver en profundidad, de salir de su papel de autoridad cuando hacía falta y asumir el papel de un hombre desarmado y pecador como cualquier otro, encontrándose con otro ser humano, frágil y limitado como él. Este hombre que denuncia con fuerza al sistema de mercado, acoge con respeto y genuina preocupación a cada persona con quien se encuentra en el camino. Y no era una actuación, sino una manera de ser auténtica y contagiosa. Una actitud que no podía venir sino del corazón.

El autor es Sacerdote jesuita, comunicador social y rector del colegio San Gabriel de Quito

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