El diálogo es el camino en que todos los cristianos hemos de reencontrarnos para alcanzar la unidad querida por el Señor.

Entendemos como ecumenismo todo lo que se realiza para manifestar y hacer presente en nuestra historia y en nuestra vida la unidad de la Iglesia, la unidad que Cristo mismo estableció.

El ecumenismo es un llamado del Evangelio. La Iglesia que se presenta en los escritos del Nuevo Testamento vive el desafío y la tensión de ese llamado, se ve convocada a vivir la unidad porque Cristo no está fragmentado, como afirma el apóstol Pablo: “Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir… ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?” (I Corintios 1, 10-13).

El ecumenismo es, junto con el diálogo interreligioso, una exigencia de los tiempos actuales, de un mundo fragmentado donde hay víctimas de la injusticia y la violencia, donde personas mueren de hambre, donde la identidad cultural y religiosa es atropellada, negados los derechos a un trabajo digno y una educación equitativa, donde la globalización –en lugar de brindar oportunidades para compartir un mundo más equitativo– termina permitiendo explotar al prójimo y destruir el futuro de la vida en esta tierra, creación de Dios. Incluso se da la destrucción de seres humanos con argumentaciones supuestamente religiosas.

Como cristianos, y en diálogo y cooperación con otras religiones y corrientes de pensamiento, hemos de servir unidos a la paz, a la justicia y al bien común, al restablecimiento de la integridad de la creación, respondiendo con una voz y una acción conjunta al clamor de los abandonados de nuestro tiempo, siendo fieles a la voluntad de nuestro Dios, Padre de paz, amor y justicia, a quien reconocemos revelado en Cristo Jesús, por obra del Espíritu Santo.

De asociación a comunión

La Federación Luterana Mundial se constituyó en 1947 como “una asociación libre de iglesias” de la misma confesión de fe, iglesias regionales y nacionales unidas para reflexionar y actuar en respuesta a los desafíos del Evangelio y las realidades del mundo. El eje, hoy,  ha pasado del relacionarse entre sí con comprensiones y metas comunes de acción, a comprenderse como una comunión de iglesias, como Iglesia en comunión.

Esto se aplica también a la unidad vivida en la Iglesia toda, trascendiendo nuestras particulares visiones y formas de expresar la fe. En otras palabras, vivimos ya una comunión real, aunque incompleta. 1 Cuando Juan Pablo II visitó la sede del Consejo Mundial de Iglesias en 1984 habló de la “comunión incompleta, y sin embargo real, que existe entre nosotros… Nuestras divisiones contrastan con la unidad ya existente, y son por eso mucho más escandalosas”.2 Hoy hablamos de unidad en la diversidad y su modelo es la unidad de Dios en la Santísima Trinidad. En ella encuentra la Iglesia su unidad: en la diversidad, los diversos carismas entretejen la unidad, don de la gracia.

En cuanto al diálogo ecuménico en nuestro país, hemos de recordar la firma del Testimonio Común del Bautismo entre las Iglesias: Católica, Evangélica del Río de la Plata y Evangélica Luterana Unida, presentado en 1987. También recordamos la firma de la Comunión Eclesiástica entre la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, la Iglesia Evangélica Valdense, las Iglesias Reformadas de la Argentina y la Iglesia Evangélica Luterana Unida en 1987. Además existen entidades de cooperación intereclesiástica, como la más antigua que es la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas y la Comisión Ecuménica de Iglesias Cristianas de la Argentina (CEICA), que incluye a las iglesias ortodoxas, a la anglicana, la católica y a las evangélicas, miembros del Consejo Mundial de Iglesias, y CRECE, Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo, que reúne a pentecostales y carismáticos católicos. También existen la Confederación Evangélica Pentecostal y ACIERA, la cual agrupa a iglesias evangélicas como los Hermanos Libres y otros.

El diálogo es el camino

El papa Francisco, al recibir a la arzobispa primada de la Iglesia Luterana de Suecia, Antje Jackelén, recordó el decreto Unitatis Redintegratio del Concilio Vaticano II y afirmó: “Los católicos y luteranos deben buscar y promover la unidad en las diócesis, parroquias y comunidades de todo el mundo”. En ese sentido, mencionó el reciente documento Del conflicto a la comunión (Conmemoración conjunta Luterano-Católico Romana de la Reforma en el 2017).3. 

El camino del encuentro y del diálogo ecuménico entre cristianos se funda en el bautismo común en nombre de la Trinidad  y con agua. Ese encuentro y diálogo reconoce que la unidad de la Iglesia es establecida por el mismo Jesucristo: la Iglesia es cuerpo del Señor, él es su cabeza.

El diálogo es el camino en que unos y otros hemos de reencontrarnos, en el amor y la comprensión mutuos, alabando al único Señor y dando testimonio a todos de que en la crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo Jesús se ofrece la salvación al mundo entero.

El diálogo es una exigencia de la realidad del mundo de hoy, necesitado de sanación, de justicia, de solidaridad, de respeto por la dignidad humana y la diversidad de las culturas y creencias, y a favor de la integridad de la creación. El diálogo es un llamado a cada bautizado, a cada uno de nosotros, como parte integral de la Iglesia Una y, desde nuestro lugar de compromiso de fe: manifestar nuestra unidad en el Señor para que el mundo crea.

 

Pour une theologie oecuménique (Église et sacrements. Eucharistie et ministéres. La vierge Marie), Du Cerf, París, 1900, citado en Enrique Cambón y Margarita Campo, Ecumenismo urgencia histórica, Ciudad Nueva, Montevideo, 1993, pág. 104.

Ibíd. pág. 105.

3 Federación Luterana Mundial-Sal térrea, Maliaño, Cantabria, España, distribuido por Ágape Libros, Argentina-

 

El autor es pastor luterano

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